domingo, 3 de julio de 2011

La Habana, entre basurales y malos olores


Los malos olores inundan La Habana. La mugre ya es un invitado de honor en sus calles. En este concierto de inmundicia salen beneficiadas enormes ratas y una legión de cucarachas que infectan determinadas áreas urbanas.

Ciertas zonas de la capital se distinguen por sus bien asfaltadas calles como en Miramar o por los árboles y verdor del Vedado. Pero no es igual en toda la ciudad.

Camine usted por los barrios marginales de San Isidro, San Leopoldo o Belén. Ande por las calles empinadas de Lawton o La Víbora. Recorra los villorrios pobres de la periferia, levantados en una noche con paredes de tablas viejas y techos de hojalatas. En esos sitios, los basurales se desbordan y el olor a mierda y aguas albañales impregna el olfato.

La otrora bella y presumida Habana, de arquitectura relevante, aunque derruida, por su falta de higiene hoy se asemeja más a localidades pobres y atrasadas de África y Asia.

Muchos prefieren orinar en las calles que en los precarios baños públicos, con retretes renegridos y desbordados de excrementos flotando como veleros en una dársena.

La suciedad asola la ciudad. En cualquier recodo o esquina, tipos inconscientes montan un basural. En las sociedades modernas que se respeten, la calidad de vida en sus capitales se mide por siete elementos básicos: alimentación, vivienda, agua potable, trasporte, comunicación, salud pública e higiene.

El gobierno cubano reprueba en seis. Y en el caso de la salud, vive su peor etapa en 52 años de mandato verde olivo. Si a la falta de limpieza, agregamos el deterioro del 60% de las viviendas, el mal estado de un 65% de las vías, sobre todo las calles interiores, y que por negligencia se pierde cerca del 60% del agua distribuida a la población, entonces llegamos a la conclusión que la capital de todos los cubanos está en quiebra.

Para paliar los basurales improvisados por doquier, las autoridades hacen lo que pueden. De noche, viejos tractores rusos tiran de carretas y recogen desechos sólidos. En las zonas más pobladas, donde en un abrir y cerrar de ojos se forman vertederos de escombros, palas mecánicas los recogen y montan en descomunales camiones Kp3 de la desaparecida URSS.

La administración de Raúl Castro sabe lo que puede acarrear la falta de higiene. Cuba ha padecido varios brotes de dengue hemorrágico que han costado la vida a decenas de personas.

Pero a las pocas semanas de la limpieza estatal, vuelven a repletarse los espontáneos basurales. Y las ratas y cucarachas hacen su fiesta. También los 'buzos', hombres y mujeres dedicados a escarbar en la inmundicia, en busca de latas reciclables de aluminio o algún objeto de valor.

Entre el calor, la basura y los malos olores, una parte de La Habana se asemeja a Haití. Y podemos tirar voladores porque epidemias fatales no han hecho su aparición. Pero de seguir así, no faltaría mucho.

Iván García

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