viernes, 30 de septiembre de 2011

El tema homosexual no es prioritario en Cuba



El comportamiento grosero de numerosos homosexuales provoca malestar en un sector de la población cubana. En la isla no existe una homofobia feroz, pero la prioridad que desde las altas esferas del poder le quieren dar al asunto disgusta a muchos.

En un país donde dos comidas diarias es un verdadero lujo, y desde que una persona se levanta hasta que se acuesta, sufre un puñado de carencias materiales, servicios lentos e ineficientes para efectuar un trámite legal o tomar el ómnibus, presentar el tema gay como un debate nacional es dar un esquinazo a los verdaderos problemas que afectan al ciudadano común.

En un sondeo entre 30 personas, 21 aceptan un espacio legal y respeto hacia los homosexuales. A cambio, exigen que ellos cumplan con las normas elementales de conducta social.

Los 9 restantes no admiten que les abran de par en par las puertas a los gays. Para ellos, existen problemas más importantes que un matrimonio entre maricones o una cirugía para cambiar de sexo.

Marisol, 24 años, nada tiene contra los 'pájaros', como también les llaman. “Veo con buenos ojos que se promulguen leyes para respaldarlos. Pero no creo que las operaciones de cambio de sexo sean más importantes que elevar la calidad de vida o tener libre acceso a internet. El asunto gay es una cortina de humo para dar al mundo apariencia de liberalismo”.

Hace unos meses, en el programa Pasaje a lo desconocido, conducido por el periodista Reinaldo Taladrid, la televisión cubana trasmitió un polémico documental sobre el tema. Se titulaba Tabú, y fue antecedido por una entrevista a Mariela Castro Espín, hija del presidente cubano y directora del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX).

El documental levantó ronchas en los televidentes y desató un amplio intercambio de criterios entre los cubanos de a pie, quienes reprocharon la dócil posición del periodista frente a su entrevistadora.

En foros internacionales, Castro Espín es la promotora de iniciativas legales y públicas, desde instaurar el 17 de mayo como el Día del Orgullo Gay, hasta pedir el cese de reglamentaciones que impide a los homosexuales inscribirse en el servicio militar, legalizar matrimonios gays, adopciones de niños y cirugías para cambiar de sexo.

Oscar, profesor de 32 años, residente en Santa Clara, ve bien que los gays tengan garantías jurídicas y sean tolerados por la población, pero considera inadmisible que se gasten millones de pesos en campañas mediáticas a favor de los homosexuales, cuando el país ha recortado el presupuesto y decretado políticas de ahorro.

También ve como una contradicción que se quiera ampliar a diferentes clínicas las cirugías sexuales, pues en la actualidad la mayoría de los hospitales cubanos presenta un cuadro desolador, con mala alimentación y condiciones precarias, que obligan a familiares de los pacientes ingresados a cargar con cubos, sábanas y ventiladores.

Según Oscar, ese dinero debiera gastarse en reparar hospitales o ampliar los servicios de fertilización in vitro. Para él, es más útil la procreación en parejas infértiles que homosexuales cambien de sexo.

Los 30 encuestados coinciden que el tema gay es un asunto secundario. Hay libertades más urgentes, como poder elegir a sus gobernantes en elecciones libres; eliminar el permiso de entrada y salida del país y poder comprar y vender casas y autos.

Renato, jubilado, 72 años, pide mano dura contra los homosexuales. “No se debe ir a la cárcel por ser maricón. Pero el gobierno y las autoridades debiera desalojarlos de los espacios públicos de los cuales se han apoderado. Niños y vecinos no tienen por qué mirar las indecencias de esos pervertidos”.

Un segmento amplio de la población creció escuchando discursos homofóbicos y represivos. De la época en que los gays eran encarcelados o iban a parar a campos de trabajos forzados por tener una orientación sexual diferente, a la actualidad, donde la marea homosexual ocupa sitios y parques, se exhiben travestidos y arman picantes fiestas al aire libre, han pasado 45 años.

Pudiera parecer mucho tiempo. Pero en Cuba existe un núcleo de talibanes ideológicos que no se adapta a las acrobacias retóricas de los hermanos Castro.

Ayer, dicen, hablaban de severidad hacia los maricones, emigrantes y trabajadores privados. Hoy,
permiten el desparpajo de los gays, aplauden los negocios particulares y adulan a los antiguos 'gusanos' (exiliados), principal fuente de entradas de divisas al país.

Los viejos revolucionarios, combatientes en las guerras africanas y defensores del “socialismo o muerte”, creen que los Castro han cambiado de camisa. Cría cuervos. Y te sacarán los ojos.

Iván García
Foto: Laritza Diversent. Gays y travestis han hecho del Malecón un lugar de encuentro nocturno.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Travestis y jineteros gays inundan barriadas habaneras


Josimar, un trigueño de piel tostada y figura estilizada, viste como un varón hasta la 7 de la tarde. Cuando cae la noche, deja tirado el vaquero y la camiseta en el cesto de la ropa sucia. Se baña y tras dos horas de maquillaje, cambia su 'look'.

De la casa de sus padres sale vestido de mujer. Es un travesti duro y puro. Por realizar el sexo con otros homosexuales se busca hasta 30 dólares diarios. “Si por mí fuera, siempre andaría con tacones y peluca. Quiero ser mujer todo el tiempo. Pero mis padres se escandalizan cuando me ven vestido de puta”, señala Josimar mientras realiza sus rondas nocturnas por la Calzada 10 de Octubre, a la caza de clientes.

En La Habana, ya casi todos los gays, travestidos o no, suelen cobrar por sus servicios. A las tres de la madrugada, Orestes, un mulato de 21 años, con un short cortísimo, saca su mano a los vehículos que transitan por la avenida. Cuando un chofer se detiene, le lee la tarifa. “Una mamada por 40 pesos (menos de dos dólares), masturbación 25 pesos (un dólar) y penetración anal 3 pesos convertibles (4 dólares)”.

No siempre tiene suerte. A veces, conductores pasados de tragos y deseosos de hembras, confundidos, pensando que es una chica, aceptan. Después de los primeros escarceos, al ver que es un travesti, ofendidos, le propinan una soberana paliza. “Yo siempre les aclaro que soy una maricona, para evitar malos entendidos”, cuenta Reinier, un travesti a quien le gusta que le llamen 'Beyoncé'.

Los heterosexuales de las barriadas habaneras de Lawton, Santos Suárez y La Víbora, homofóbicos en extremo, están que revientan, por la manada de jineteros gays en la zona.

“Antes, tu andabas de noche por el barrio para darte unos tragos con los socios y luego buscar jineteras, te topabas con maricones, pero ellos andaban en lo suyo. Esta legión de travestis y gays, además, es agresiva. Descaradamente te piropean y te hacen proposiciones. Me dan ganas de golpearlos hasta dejarlos inconscientes”, confiesa un vecino.

La avalancha de 'prostitutos' ha desplazado a las putas baratas hacia otros sitios. Norberto, un gay negro de casi dos metros, aduce que si hay tantos travestis por La Víbora es porque hay clientes. Es cierto, clientela no les falta. La forma de pactar un trato entre un gay y un aparente heterosexual es para filmarlo con cámara oculta. Cuba es un país donde todavía los 'pájaros' (homosexuales) no son bien vistos por la población.

Tipos con fama de bravucones y un extenso historial dentro de las prisiones, luego de otear el panorama, discretamente, sin dejar de caminar, le dicen al travesti que los siga a distancia.

Cuando llegan a un pasillo oscuro o lugares lóbregos como el Parque Córdoba o la Plaza Roja, hacen el sexo con arrebato. “Entre los marginales violentos y homofóbicos feroces es común este tipo de conducta. Todo es apariencia. Son nuestros mejores clientes”, apunta Roberto, un peluquero gay que lleva catorce años ligando parejas en altas horas de la noche.

A diferencia de los nuevos jineteros y travestis tarifados, Roberto lo hace por placer. “Pertenezco a la vieja escuela. Si me gusta un macho y el tipo acepta, yo soy el que paga. No veo bien que un varón tenga que pagarle a un maricón”.

Según el peluquero, la oleada de travestis que ha inundado el municipio 10 de Octubre es peligrosa. “Algunos se dedican a asaltar y robarle el dinero a tipos muy ebrios. De forma anónima los he denunciado a la policía. Están usurpando mi territorio”, dice enfadado Roberto.

Cuando el sol empieza a calentar, los travestis, jineteros gays y homosexuales que hacen el amor por placer, como Roberto, van a la cama. De las fogosas batallas sexuales queda un reguero de preservativos en pasillos angostos, parques oscuros y escaleras sin iluminar. Hasta la próxima madrugada.

Iván García

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Dedicado a un amigo que dejé en La Habana

The Gay Flag, Havana por Julie Giles.

Durante los ocho años que desde La Habana escribí como periodista independiente (1995-2003), algunos vecinos, amigos, familiares y excompañeros de trabajo me evitaban. No me saludaban si me veían en la calle y dejaron de llamarme por telefóno. Todo por ese terror silencioso que que el régimen de los hermanos Castro ha inoculado a los cubanos. Sin embargo, en la barriada de la Víbora vivía un "maricón de carroza", como en Cuba dicen a los homosexuales explícitos, que no sólo no temía, sino que en todas partes se enorgullecía de ser amigo mío y de mi familia. Donde quiera que me veía me saludaba y abiertamente visitaba nuestra casa. No pude despedirme de él: cuando salí de la isla estaba preso, por haber golpeado a un policía que en público trató de humillarlo. A él dedico este post.

Algunos de los trabajos escritos por mí, Iván García y Laritza Diversent sobre los homosexuales cubanos:

El mundo de Mundito
Los homosexuales de la isla buscan su sitio 
Vidas ignoradas 
Prisioneros de sus cuerpos 
Belkis y los chantajes de la Seguridad 
Bravo, Belkis! 
Historias de travestis cubanos 
Confesiones de un gay que sigue dentro del armario 
Sueños y deseos de gays habaneros 
La homofobia no se elimina con leyes
"Para un maricón el miedo es siempre mejor" 
Joana quiere ser Joan 
Mavi Susel, la transexual cubana olvidada 

Algunos textos de otros autores:

La diversidad sexual en el cine 
La sociedad cubana ante la homosexualidad
Los invisibles en Cuba
El parque de los travestis habaneros
Ramón Silverio, creador de El Mejunje 
El transformismo abierto en Cuba
Ay, Mariela, no te rajes

Algunos documentales y filmes:

Conducta Impropia, 1984, Néstor Almendros y Orlando Jiménez Leal
Fresa y Chocolate, 1993, Tomás Gutiérrez Alea
Y hembra es el alma mía, 1994, Lissette Vila
Gay Cuba, 1995, Sonja de Vries
Mariposas en el andamio, 1996, Luis Felipe Bernaza y Margaret Gilpin
Antes que anochezca, 2000, Julian Schnabel
Sexualidad, un derecho a la vida, 2004, Lissette Vila
Reinas, 2005, Manuel Gómez Pereira
Dos patrias, Cuba y la noche, 2007, Christian Liffers
La reina del condón, 2007, Silvana Ceschi y Reto Stamm
Otra Carmen, 2010, Rolando Almirante
En el cuerpo equivocado, 2010, Marilyn Solaya

Tania Quintero
Foto: Julie Giles, Flickr.

martes, 27 de septiembre de 2011

Sexo, la válvula de escape


La economía se hunde y el futuro sigue siendo indescifrable. Pero el sexo se ha convertido en un pasatiempo nacional. Al igual que tirarse al mar en una balsa rumbo a la Florida. O beber ron de quinta categoría en la esquina del barrio.

A no dudarlo, el sexo ha sido la válvula de escape de toda una generación de cubanos que crecieron becados en escuelas en el campo, dándole la espalda a un puñado de valores y costumbres de la otrora sociedad cubana.

Si algo ha sido fácil en la revolución de Fidel Castro es hacer el amor. Y pegar tarros (ser infiel a tu pareja). Durante los primeros 30 años, la revolución demonizó a los curas y las tradiciones familiares fueron arrasadas como un tifón por el barbudo caribeño, obsesionado con diseñar en el trópico al hombre nuevo.

Era el plan de Castro y el Che Guevara. Crear un tipo casi de laboratorio que fuera puntual en su trabajo e hiciera horas extras sin pensar en un salario. El mayor orgullo, en cualquier caso, era un certificado de cartulina para colgar luego en la sala de la casa.

El sueño del argentino de Rosario y el comandante de Birán era que ese hombre dejara a un lado los placeres terrenales y se atiborrara de lecturas del realismo ruso, al estilo de los Hombres de Pánfilov, o portando un AK-47 en una selva del tercer mundo, matando a cuanto gringo se pusiera a tiro.

No pudo ser. El hombre nuevo quedó a medias. En este siglo 21, el cubano es un cleptómano redomado que se roba todo lo que se ponga al alcance de su vista. Un jabón del baño de un hotel. Una bombilla en un edificio público o dos potes de salsa de tomate de la pizzería donde trabaja.

También practica el sexo a las dos manos. Suele tener a su esposa en casa cuidando a los hijos. Y cuando junta algunos dólares se va en busca de putas con sus amiguetes. Aunque ya en La Habana las prostitutas, agobiadas por la crisis económica estacionaria que dura 21 años, incursionan con éxito en el mercado por pesos cubanos.

Para dejar atrás los problemas domésticos, los hombres alquilan películas porno y se pasan horas ‘echándole maíz’ (cortejando) a cuanta hembra de culo empinado haya en el barrio.

Entre los machos cubanos, tres son los temas de conversación casi obligados. Lo mala que está la situación. Hablar de pelota. Y de mujeres. Los tipos rectos y fieles en su matrimonio son vistos con sorna por sus amigos. Es considerado un perfecto imbécil. Un hombre que no disfruta las cosas buenas de la vida.

No hay estadísticas concretas de las infidelidades en las parejas cubanas. Pero un rápido censo a 27 varones nos muestra que 25 han pegado ‘cuernos’ al menos una vez durante su matrimonio o noviazgo.

Cáigase para atrás. Las féminas no se quedan a la zaga. Entre 18 mujeres, serias y respetables amas de casa, 15 alegaron haber mantenido relaciones sexuales a discreción con un mozo de limpieza de su centro laboral o con alguno de los tantos jóvenes musculosos que pululan en los barrios habaneros.

“No es que no me guste mi esposo, es una manera de relajar y probar algo diferente”, dice con desenfado Alicia, una señora madura que acaba de beberse seis latas de cerveza Bucanero.

Pegar tarros es una costumbre que va en ascenso. Se practica a todos los niveles de la sociedad cubana. Disidentes y dirigentes del partido comunista suelen tener queridas bien atendidas, en dependencia de su entrada de dinero.

Hay líderes opositores con cuatro mujeres y generales con queridas en cada provincia. Es de suponer que sus esposas también sean infieles. Es una moda contagiosa. A José Alberto, jubilado de 66 años, lo único que le gusta de las sociedades africanas o musulmanas es que los hombres pueden tener hasta una decena de hembras por cabeza.

Existen en La Habana matrimonios que ciertos fines de semana, se van de aventura sexual como un antídoto antistrés. Suelen participar en cuadros lésbicos junto a su mujer. O miran a gusto como otro hombre se la tiempla (folla).

Somos un país pobre, pero ciertas costumbres francesas vienen calando con fuerza entre jóvenes parejas, liberales y desprejuiciadas. La Habana está lejos de ser París en asunto de libertad sexual, pero va en camino.

Iván García

lunes, 26 de septiembre de 2011

El largo camino de la democracia en Cuba


No creo que el capitalismo sea el modelo de vida perfecto. Pero es más lógico y posible en esta fase del desarrollo humano. Las ideologías comunistas de un plumazo han eliminado la competencia y las discrepancias.

Ya se sabe lo que eso ha significado. Pobreza material, gente indolente y sin motivaciones para trabajar. Se pone freno a la individualidad. Lo que prima es el colectivismo.

Los sistemas cerrados como Cuba y Corea del Norte atentan en contra de la naturaleza humana. En su intento por diseñar un hombre nuevo, perfecto, dócil, que trabaje a destajo y venere a sus gobernantes, han demolido las instituciones de la vida moderna.

Es lo aborrecible de personajes como Lenin, Stalin, Mao, Kim Il Sung... En teoría, los conceptos del comunismo son atractivos. Sociedades sin policías ni ejércitos. Uno vive de acuerdo a sus necesidades. Y no circula el dinero.

Para llegar a ese hipotético paraíso hay que pasar primero por el infierno. Que es adocenar la nación, restringir libertades esenciales y “educar” a las masas en el respeto a su líder.

Aquellas naciones que se han embarcado en el quimérico proyecto, siempre han tenido al frente a un dictador, un caudillo, un iluminado...

Los regímenes totalitarios son cuna de nacionalistas, ególatras y personalidades no siempre en sus cabales. Cuando el poder desborda los límites razonables, pueden convertirse en monstruos.

Los ejemplos sobran. Para mantener sus engendros se valen de cárceles, gulags y paredones de fusilamiento. En este tipo de sociedades no hay contrapoderes. Todo es controlado por un grupo de hombres. O uno solo. El elegido es la ley suprema.

Pero el hombre es un bicho raro. Como algunas bacterias, se vuelven resistentes a ciertos antibióticos. Surgen ciudadanos que no desean seguir aplaudiendo a su padrecito de la patria.

Y comienza una batalla. Silenciosa. La reacción natural del ser humano a que se le respete su derecho a ser diferente. A poder hablar, gritar, escribir, opinar y discrepar a sus anchas.

Cuba es una de las sociedades donde hace tiempo existe una guerra de ideas y conceptos, entre una élite que asegura que el socialismo marxista es lo mejor, y un grupo de intelectuales, opositores y periodistas independientes que intentan demostrar el fracaso del modelo cubano.

Dejemos a un lado las cifras que ratifican que el país se hunde. Mientras Fidel Castro anda en plan de profeta de conflagraciones atómicas y apocalipsis mundiales, los que disienten en la isla saben que los cambios democráticos en Cuba son una lucha larga y de todos los días. Pacífica por demás.

Iván García

domingo, 25 de septiembre de 2011

Conozca a dos balseros cubanos



Ha sido un boomerang. Carlos y Ariel tienen 42 años. Crecieron con la idea de que Estados Unidos era el peor de los países. Los perros y los racistas blancos, vestidos con sus capuchas, estaban al acecho en cualquier esquina para acuchillar a un negro indefenso.

Las cárceles repletas de emigrantes latinos y minorías étnicas. El sueño americano era una estafa. Cualquier loco peligroso y desempleado empuñaba un AK-47 y liquidaba a media docena de personas en la parada de un bus.

Carlos y Ariel, como muchos cubanos nacidos con la revolución de Fidel Castro se hicieron adultos convencidos que el capitalismo tenía sus días contados. Castro, el gran estadista, lo repetía en sus apocalípticos discursos. El futuro pertenecía por entero al socialismo.

A la vuelta de los años sucedió lo contrario. El partido inmortal, el de los comunistas soviéticos, hizo agua. El Kremlin cambió de color. Y las sociedades totalitarias de Europa del Este dijeron adiós a una ideología estrambótica que no funcionaba.

Ya siendo unos hombres, con hijos y familias que atender, Carlos y Ariel, veían que la revolución erigida por Castro, era -y sigue siendo- una sociedad estresante.

Todas las mañanas, un problema nuevo. Desayuno, una tacita de café. La pasta dental, infame. El arroz tan sucio, que se necesita un par de horas para limpiarlo antes de ponerlo en la candela.

Las guaguas (ómnibus) pasan cuando les da la gana. Comer carne de res o camarones, una fantasía. Navegar por internet, ciencia ficción. Tener coche y antena satelital equivale a levantar sospechas en las autoridades policiales.

Cuba es la patria de Carlos y Ariel. No la niegan. Pero están hasta el tope. Se cansaron del discurso duro y la propaganda triunfalista de la opaca y dócil prensa nacional.

Por la televisión ven que crece la agricultura y la producción de carne de cerdo aumenta. Pero los precios siguen por las nubes. Y llevar cuatro platos a la mesa cada día es una labor digna de Superman.

A diferencia de muchos de sus coterráneos, Carlos y Ariel no creen que Estados Unidos es el paraíso. Pero si trabajas duro, no se vive mal y puedes girar dólares para los necesitados familiares que se dejan atrás.

Saben que en la Yuma (USA en el argot popular) fabrican buenos ordenadores y excelentes cuchillas de afeitar. Es una nación capaz de lo mejor y lo peor. La gente es libre de decir lo que le plazca y no hay cartilla de racionamiento. Y se puede vivir sin la fastidiosa carga política de los medios oficiales cubanos.

Cuarenta y dos años, los mismos que tienen, les ha costado a Carlos y Ariel decidirse a marcharse de su país. Ahora preparan una precaria balsa. Con ella esperan poder atravesar el Estrecho de la Florida. Saben los riesgos. Una de cada tres personas es merienda de tiburones.

Van a vivir una cultura diferente. El discurso de los hermanos Castro les parece un chiste de humor negro. Están hartos. Y se van al Norte. A probar fortuna.


Iván García

sábado, 24 de septiembre de 2011

Monólogo de un desempleado cubano



“Estoy harto de todo. Del ‘bloqueo’, de Fidel Castro y también de su hermano Raúl. No aguanto un discurso más. Todo son mentiras. Falsas promesas. Que a estas altura de mi vida, después de 50 años trabajando y peleando en cuantas guerras me movilizaron, vengan a decir que llegó la hora de construir el socialismo”.

“Hasta los cojones estoy de este gobierno. Y lo que más me duele es comprobar cuánto me han utilizado. Me han manipulado como un pelele. Es lo que he sido: una vulgar marioneta que han movido a su antojo. Hasta aquí he llegado, como dijo Saramago”.

“Ni un día más apoyaré a esos dos que me han estafado el futuro, mis sueños y hasta la familia. Por apoyarlos, perdí tres matrimonios y desatendí a mis hijos. Dos se marcharon del país y les dejé de hablar, porque era militante del Partido. Lo primero que voy a hacer es llamarles y pedirles perdón”.

“Después de participar en todas las locuras revolucionarias, desde plantar café en el Cordón de La Habana, cortar caña como un esclavo en la Zafra de los 10 millones, hasta preparar guerrilleros latinoamericanos para la subversión y poner el pellejo en las guerras de Angola y Etiopía, venga ahora un tipo vestido con guayabera blanca, a charlar del pasado y después de darme una palmadita al hombro, decirme que debería escribir un libro sobre mi trayectoria revolucionaria, y sugerirme que alquile el auto ruso, lo único que tengo después de medio siglo comiendo candela, para que me busque unos ‘fulas’ con el Lada. ¿Ésa es la solución que tienen para mí, dejarme en la calle y sin llavín?”.

“Tengo 68 años y ahora resulta que estoy viejo y no soy idóneo en mi puesto de trabajo. Que todo esto es necesario para sacar al país pa’lante. Que la economía ya no soporta el paternalismo del Estado. Entonces, ¿por qué coño la aplicaron? Nadie, que yo sepa, le pidió al gobierno que fuera nuestro padre”.

“No tienen un centavo y lo más fácil es mentir y pretender que a quienes nos dejan cesantes, sigamos aplaudiéndolos. Maquiavelo es un niño de teta al lado de los Castro. Hacerme eso a mí, que no robé; que viajé por medio mundo en nombre del gobierno, y que por mi cabeza nunca pasó huír con un maletín lleno dólares. Me tiran como si fuese un objeto desechable”.

“Eso duele. Pero lo que más incomoda es que no sean capaces de afrontar la realidad. Y se la pasen diciendo que España está mal, y que Estados Unidos es un infierno. No son capaces de explicarte, mirándote a los ojos, que el sistema cubano es un fracaso y debemos cambiarlo”.

“A esta edad, tengo que volver a mis inicios, cuando a los 18 años manejaba un taxi para ayudar a mi madre viuda. No me importa tener que hacerlo. Lo que me jode es haber sido tan comemierda. Me distancié de una parte de mi familia y de muchos amigos porque pensaban diferente”.

“Luego de haber mandado todo al carajo, me siento un hombre libre. Sin ataduras políticas. He aprendido la lección. Espero que no sea demasiado tarde”.

Iván García

Ver también este video.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Empresarios capitalistas, cómplices de explotación laboral en Cuba


Cuando de dinero se trata todo vale. Empresarios capitalistas de naciones democráticas evaden olímpicamente estatutos universales a la hora de invertir en Cuba.

No cuestiono el derecho de una corporación occidental a hacer negocios con los hermanos Castro. No. Lo que se trata es de cumplir las reglas de juego. Si Meliá desea construir y administrar hoteles, como ahora sucede, perfecto.

Pero, por favor, cíñánse a las leyes internacionales. Es bochornoso hacerse el tonto. Empresarios asentados en la isla pagan el salario de sus empleados en dólares y el Estado, único empleador, los cobra en su totalidad.

Luego ingresan un sueldo de miseria al trabajador. Pongamos ejemplos. Ricardo, ingeniero en telecomunicaciones desde hace 20 años, señala: “Cuando ETECSA (empresa cubana de telecomunicaciones) era una compañía mixta con una corporación italiana, el sueldo de un profesional rondaba los 2 mil dólares. Los días de cobro, el gobierno nos ingresaba 500 pesos cubanos (23 dólares) y entre 27.50 y 35 pesos convertibles (30 o 40 dólares)”.

Es decir, el Estado pagaba algo más de 60 dólares. Entre 1,200 y 1,940 dólares se lo guardaba. ETECSA cuenta con 16 mil empleados. Durante 14 años, el tiempo que uró el negocio de empresarios italianos con Fidel Castro, por concepto de salarios el régimen tuvo beneficios millonarios.

Agregue que al inicio, las ganancias en el negocio fueron del 51%. Pero con el paso de los años llegó a ser del 71%.

Cuando los mandarines calcularon el filón de posibilidades futuras de ETECSA en torno a la telefonía internacional, móvil y comercialización a corto plazo de internet, enviaron de vuelta a Roma a los italianos y se hicieron con el negocio.

Hace unos meses, una misteriosa sociedad anónima cubana, RAFIN S.A. (fue creada en 1997 y sus siglas corresponden a Raúl y Fidel Inversiones) compró el 27% de las acciones que aún quedaba en manos de la corporación europea.

Según una funcionaria de ETECSA, en esos años los trabajadores de la empresa recibían una atención adecuada. Los socios italianos desembolsaban al Estado cubano dinero para almuerzos, meriendas y actividades recreativas. También daban plata para que cada empleado recibiera una bolsa con artículos de aseo. Tenían derecho a medicinas y atención oftalmológica. “Después que los italianos se fueron, las cosas han empeorado”, asegura la funcionaria.

Gracias a la fuerte inyección de divisas, la única empresa de telecomunicaciones de Cuba se modernizó. La compañía italiana financió cursos en el extranjero para adiestrar en nuevas tecnologías al personal. Adquirió equipamiento avanzado y medios de transporte.

Pero cuando al gobierno se le antojó, los echó a un lado. El caso de la compañía italiana no es el único. Desde 1982, el régimen diseñó una rocambolesca ley de inversiones extranjeras. A pesar de algunas modificaciones en los años 90, y ciertas enmiendas que se espera realicen próximamente, invertir en Cuba es un negocio de alto riesgo.

Es triste ver como naciones democráticas exigen a Cuba respeto por los derechos humanos y callan ante la explotación y groseras violaciones laborales que practican o son cómplices sus empresarios.

Cuando la compañía estadounidense Nike tuvo que abonar una alta suma por prestarse a la esclavitud laboral en China, se hizo justicia. Pero todavía numerosos monopolios transnacionales lo siguen haciendo sin recibir castigo.

En sus países son escrutados permanentemente por instituciones jurídicas y la sociedad civil. Pero fuera de sus fronteras se comportan como genuinos explotadores coloniales.

Ya es hora de que se le ponga coto. Tribunales internacionales deben imponer fuertes sanciones a los que permiten la explotación laboral en Cuba.

Se debe demandar al gobierno cubano. Si desea hacer negocios con empresarios capitalistas, debe pagar lo pactado al trabajador. Los empresarios foráneos también deben exigirlo. Por ganar dinero fácil y rápido son capaces de hacer tratos con el diablo. O con los hermanos Castro.

Iván García

jueves, 22 de septiembre de 2011

Recordando los años duros


En los veintidós años de esa guerra sin tronar de cañones que ha sido el 'período especial', los habitantes de Cuba se las han arreglado para capear la miseria de la mejor manera posible.

Cuando en 1989, una maestra de 33 años llamada Juana, escuchó que tropas del ejército se preparaban para repartir por los barrios raciones de comida, pensó que era otro de los tantos rumores que corrían por las calles.

Aunque no se llegó al extremo de la 'opción cero', sólo Juana, su familia y Dios supieron del sufrimiento que pasaron para sobrevivir a las espantosas carencias de esos años. Por cierto, el Señor fue el primer sacrificado. Su familia, muy católica, atesoraba cuadros con imágenes religiosas y, entre otras reliquias, una Biblia de cuero firmada por el Papa Pío XII, que Juana vendió en 65 dólares. Con el dinero compró alimentos y artículos de aseo.

Juana dejó de ejercer como maestra y salió a prostituirse a lo largo del Malecón y la Quinta Avenida. Ahora vive en Miami y no puede olvidar esa etapa difícil que la llevó a tirarse al mar en una precaria balsa en agosto de 1994.

Tampoco olvida las humillaciones que sufrió el año que estuvo en la Base Naval de Guantánamo ni los litigios de los gobiernos de Cuba y Estados Unidos para decidir la suerte de 30 mil balseros que bajo el tórrido sol oriental vivían en tiendas de campaña. En su hogar climatizado de Miami y con un buen salario mensual, Juana siempre recordará los terribles años que vivió en la década de los 90. Pero ya no está en Cuba.

Tampoco se encuentra ya en la isla, la periodista independiente Tania Quintero, de 68 años. Ella trabajaba en la televisión nacional cuando por decreto oficial, en 1990, se estableció el “período especial en tiempos de paz”, pomposo nombre con el que la burocracia criolla denominó a las penurias de todo tipo que, cual ciclón tropical, comenzó a azotar el país. “Para más desgracia, mi hija salió embarazada y mi madre, entonces con 75 años, comenzó a deteriorarse aceleradamente”.

En 1993 tuvo que vender lo que tenía, entre otras cosas, una fabulosa colección de discos brasileños. “Puse un anuncio en Opina y los vendí por 39 dólares. Con el dinero compré comida y todavía me sobró para unos metros de tela antiséptica para hacer pañales”.

Quintero se inició en el periodismo independiente en septiembre de 1995 y seis meses después fue expulsada del ICRT (Instituto Cubano de Radio y Televisión). Su vida mejoró un poco con los escasos e irregulares dólares que ganaba escribiendo. Durante ocho años, hasta su salida del país en noviembre de 2003, formó parte del batallón de fantasmas que el régimen había clasificado como “no personas” y que vivían -y todavía viven- a merced de los insultos, la ira y la represión del gobierno de Fidel y Raúl Castro.

Bajo dos fuegos vivió la otrora reportera de la revista Bohemia. Por un lado, el acoso y el hostigamiento y, por el otro, las reales carencias económicas. Con 100 dólares al mes entonces no se podía mantener a una familia de seis miembros. Pero ella intentó que los suyos sobrevivieran, aunque el dinero sólo alcanzaba para comer más o menos bien dos semanas. Ni estirándolo como un chicle cubría los gastos de todo un mes.

Con un billete de 100, enviado como regalo navideño por un amigo español, en diciembre de 1998 pudo comprar un minúsculo televisor japonés, en blanco y negro. “Costó 91 dólares y salió bastante bueno”. Con otro extra, en el 99, pudo adquirir un refrigerador de uso, de la marca soviética Minsk. “Pagué tres mil pesos (150 dólares) y dos veces tuve que cambiarle el motor. Fue una estafa”.

Finalmente se rompió y por 50 dólares un mecánico se lo compró, para desbaratarlo y coger las piezas. Como no hay mal que dure cien años... en mayo de 2001 otro amigo europeo, conocedor de sus penurias, le hizo llegar 500 dólares. Y al contado pudo comprar un refrigerador nuevo.

Los años duros de la interminable crisis económica cubana aún pueden verse en las paredes huérfanas de pintura del apartamento donde Tania Quintero vivió antes de marchar a Suiza como refugiada política.

Iván García
Foto: Mi cuarto. El ventilador es un regalo de una amiga brasileña en 1995. El televisor ruso, en blanco y negro, se lo ganó mi madre en 1977, como mérito laboral, pero lo tuvo que pagar de su bolsillo, a plazos. Hace tiempo no funciona, es donde pongo mis libros de cabecera.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

De cuando en Cuba nos comimos los gatos


"Compadre, nací con el 'período especial', en 1990. Veinte años después, mis padres me dijeron la verdad: mi nacimiento les hizo llorar", dice Ricardo, hoy estudiante universitario.

Lo puedo entender. También en mi casa pasamos momentos difíciles cuando mi hermana dio a luz en pleno "período especial en tiempos de paz". Así de rimbombante era el nombre oficial de una de las etapas más negras padecidas en 52 años por el pueblo cubano -y que ya es mucho decir.

Dice un refrán que los bebés vienen al mundo con un pan debajo del brazo. Pero en los 90, tener un hijo en Cuba significaba lo contrario: perder un brazo, si no los dos, para conseguir un pedazo de pan.

Esa guerra sin tronar de cañones da para escribir varios tomos. En 2011, es cierto, los rigores del 'período especial' no son tan violentos como cuando estuvo en su apogeo. Así y todo, mencionarle esas dos palabras a un cubano es meterle el miedo en el cuerpo.

La primera vez que tuve idea del 'período especial' fue en el verano de 1989. Al inaugurar una fábrica de fusiles AKM, en Camagüey, Fidel Castro hizo mención de lo que se nos venía encima. Luego, en un acto con mujeres en el teatro Karl Marx, en Miramar, medio en broma medio en serio, le dijo a las presentes: “Guarden bien las ropas, en años venideros las van a necesitar”.

La gente en la isla nunca vivió de manera sobrada. Siempre escaseaba algo. Además de faltar las libertades individuales (que los nacidos después de la revolución no percibíamos) a cada uno de sus ciudadanos Papá Estado le garantizaba una vida pobre, pero digna. Gracias a la tubería de petróleo desde Moscú.

Antes de esa guerra silenciosa, podíamos comprar dos pantalones al año, tres camisas y un par de zapatos, con una libreta llamada de 'productos industriales'. Se pagaba en pesos, la moneda nacional.

La cartilla de racionamiento era más abundante. No para tirar cohetes, pero menos raquítica que en años posteriores. Había alimentos en venta libre.
En las lecherías, por la madrugada, dejaban las cajas con litros de leche fresca, yogurt, queso proceso y de crema, y a nadie le pasaba por la cabeza cogérselos.

Eso fue en los 70 y 80. Entonces no podíamos imaginar la "sorpresa" que el socialismo verde olivo nos tenía reservada. Fue terrible. La gente bajó de peso como si a diario fuera a una sauna. Siempre teníamos hambre. Se hacía medio día de cola para comprar una pizza que en vez de queso llevaba papa hervida.

Los ancianos famélicos y desdentados se agolpaban en los cafetines para tomar una infusión hecha con cáscaras de naranja o toronja. Y los animales ya pueden imaginar. Aparecieron engendros alimenticios. De los laboratorios estatales a la carrera sacaron picadillo de soya, masa cárnica, pasta de oca y 'fricandel' entre otros inventos que sabían a rayo.

El dólar estaba prohibido y los pocos artículos de valor, la gente los vendía para comprar alimentos.
Cuando en julio de 1993 despenalizaron el dólar, mi madre vendió su colección de discos de música brasileña por 39 dólares.

Otros vendieron los muebles o los cambiaron por un cerdo, que escondían en la bañadera de la casa. Se puso de moda criar pollos en terrazas y azoteas. Muchos gatos fueron a parar a las ollas, en sustitución de los conejos.

Aparecieron enfermedades exóticas como polineuritus, neuritis óptica y beriberi. En las calles, más de uno cayó como mosca, por deficiencias en su locomoción. El transporte público desapareció y en su lugar surgieron carretones tirados por caballos, que todavía funcionan en pueblos del interior. Los tractores fueron sustituidos por yuntas de bueyes.

La bicicleta se convirtió en el vehículo oficial de la población. Los jerarcas, claro, continuaban moviéndose en coche. Se habló seriamente de la Opción Cero, un estado de sitio donde tropas del ejército repartirían comida por los barrios.

Lo que evitó que la gente empezara masivamente a morirse de hambre, y termináramos convirtiéndonos en la Corea del Norte del Caribe, fueron las medidas adoptadas por Fidel Castro. Alejadas de la filosofía socialista, de corte liberal y economía de mercado, se permitió tener pequeños negocios. Se legalizó la tenencia de divisas. Dio resultado. Cientos de ciudadanos pudieron salir adelante y el gobierno guardó en sus arcas miles de millones de dólares.

Pero en 2009 surgió una crisis real que afectó a todo el planeta. Con la caída de los precios del petróleo, la situación interna y el despilfarro, Hugo Chávez, el nuevo aliado, sopló un mensaje a los Castro: me estoy quedando corto de plata.

Los hermanos de Birán recogieron el guante. Y comenzaron a ofrecer el mismo discurso que durante décadas han vendido a los cubanos. Hay que ahorrar. Y abrirle un agujero al cinturón. Otro más. Y en eso estamos. En medio de un temporal. Sin paraguas.

Con una economía que hace agua. Y unos socios extranjeros que miran con desconfianza al régimen, por lo absurdo de su legislación de inversiones, y lo tramposo que suele ser en sus tratos. Además, con gran parte de la población cansada del añejo gobierno a quien culpan por el mal funcionamiento del país.

La gente aún guarda en su memoria la cruda realidad del "período especial". Y no olvida que llegamos a comernos los gatos.

Iván García
Foto: Emilio 74, Flickr. Gato en un tejado habanero.

martes, 20 de septiembre de 2011

Preguntas a Reinaldo Taladrid


Me leí a fondo la entrevista que el periodista estadounidense Tracey Eaton le realizó a su homólogo cubano Reinaldo Taladrid. Estoy de acuerdo con Taladrid de la arrogancia asumida muchas veces por Estados Unidos en su política exterior.

A mí no me gusta, de veras, el papel de policía planetario que realiza Estados Unidos. Tampoco sus guerras, para a punta de bayoneta, traer la democracia a los que no las tienen. Estados Unidos es una nación imperial y actúa y se comporta como tal.

Son indudables sus grandes valores. Sus derechos alcanzados. Su democracia que funciona. Quizás sea de los pocos países del mundo donde un emigrante, si trabaja duro y tiene buenas ideas, puede triunfar.

El coloso del norte es capaz de lo mejor y lo peor. Quizás ésa sea su naturaleza. Decía el gobernante francés Charles De Gaulle que en la relación de dos personas o países siempre uno intentará subirse encima del otro.

Y los Estados Unidos de América, por sus logros y poderío militar, se siente con el derecho a imponer democracias. Eso no está bien. Aunque también veo mal que gobiernos como los del Medio Oriente, Corea del Norte, China, Viet Nam o Cuba atenacen las libertades del hombre.

Es cierto que se debe denunciar y emplazar públicamente a esas naciones a que respeten derechos universales. Pero no con bombardeos o misiles inteligentes.

Reinaldo Taladrid, a quien considero un excelente periodista, siempre hace enjundiosos análisis, estudia diferentes ópticas y lanza una interrogante, para que cada cual saque sus propias conclusiones.

Pero hay un punto que Taladrid no se cuestiona. ¿Acaso no tenemos también los cubanos el derecho a oponernos al gobierno de nuestro país? Que otros se inmiscuyan no lo apruebo, pero ¿Por qué el régimen de Castro en cinco décadas no ha aceptado a los opositores políticos?

Las respuestas manidas, de que son mercenarios, traidores y pagados por el oro de Washington se me antojan pueriles. Porque aunque sea cierto, los nacidos en su patria tienen derecho a cuestionarse la ineficacia de su gobierno, e incluso, veo lícito que intenten cambiarlo pacíficamente.

Taladrid es un tipo talentoso. Y debe ser honesto. El régimen de los hermanos Castro no sólo ha sido un fracaso en el plano económico. Los éxitos en el terreno de la sanidad, educación y otros campos no justifican que se reprima a las personas que disienten.

Estados Unidos no debe ser el guardián del planeta. Pero tampoco los Castro debieran encarcelar a quienes discrepan. Leyes absurdas, como la 88 (ley mordaza), que le da luz verde a las autoridades para meter en chirona a opositores y periodistas libres deben echarse abajo.

Invito a Taladrid a que me responda, cómo es posible que los gobiernos de Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Venezuela apuesten por el socialismo del siglo 21 y sea legal crear o pertenecer a un partido opositor y en Cuba no.

En esas naciones, los opositores participan de la vida política. Tienen representantes en el parlamento. Prensa. Canales de radio y televisión. En el verde caimán eso le está negado a los que se oponen al régimen.

A muchos disidentes los echan del trabajo. No tienen un espacio en los medios donde hacer labor doctrinal. Incluso siendo la disidencia cubana una entidad que actúa hacia el exterior, son acosados por los servicios especiales.

Soy de los que piensa que cada persona o grupo de personas es libre de integrar un partido. Estoy convencido que el principal error del régimen cubano es pretender gobernar solamente para sus partidarios.

Los líderes en la isla están usurpando sus funciones. Un gobierno se debe a su pueblo, no lo contrario. Espero las respuestas de Reinaldo Taladrid. Sospecho que es un hombre libre.

Iván García

lunes, 19 de septiembre de 2011

Armando tiró la toalla


Desde hace un mes yace 5 metros bajo tierra. Los trámites burocráticos para despacharlo a la necrópolis de Colón fueron casi sumarios. Un velorio sin flores y un entierro donde sólo estaban sus sepultureros.

El viejo Armando decidió morir colgándose de un travesaño de acero que partía en dos la mínima sala de su miserable choza de concreto. Pasó a engrosar los guarismos de suicidios en la isla.

En Cuba aumentan alarmantemente los suicidios. El Estado calla. Los números de los que se quitan la vida, atormentados y sin futuro, es uno de los secretos mejor guardados.

La tasa de suicidio cubana es de la más altas del mundo. Triste récord. El anciano Armando, en este verano de calor espeso, apostó por la muerte. En el barrio pasaba desapercibido. Era un espectro.

Huraño e introvertido. No se le conocían amigos, mujeres o hijos. Si no fuese porque todos los primeros días de cada mes, puntualmente a las 5 de la tarde, acudía a la bodega para comprar su magra cuota racionada de arroz, azúcar y 20 onzas de frijoles que el Estado otorga a todos los nacidos en Cuba, se podría asegurar que era un fantasma incorpóreo.

Nadie en el barrio conoce los motivos que lo llevaron a atar una soga y colgarse de ella una tarde de aguaceros intermitentes. Los vecinos especularon con su muerte.

Unos comentaron que se había ahorcado debido a una avanzada demencia senil. Otros por un cáncer arrollador. Todos coincidían que en Cuba es mala cosa ser un viejo solitario, pobre, enfermo y sin familia.

Sobra la desidia gubernamental. Demasiadas carencias. No alcanza la chequera. Escasea la comida. Y abundan los viejos tristes y olvidados que vagan por La Habana. Armando era de ellos. Y tiró la toalla.

Iván García
Foto: Michael Weinhardt. Dos ancianos habaneros.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Los perdedores de siempre


La crisis lo tiene sin cuidado. Cubanos como Lázaro, de 52 años, no han conocido tiempos de vacas gordas. Nunca. Incluso, cuando los autócratas marxistas diseñaban el socialismo proletario y se frotaban las manos con la inminente llegada del comunismo, él ya era un olvidado.

Su clase es la de los perdedores. La que toca fondo. De la que no se habla. Cuando Fidel Castro experimentaba con el comunismo en el poblado pinareño de San Julián y, a cambio de participar en marchas o asistir puntualmente a los domingos rojos te premiaban con una nevera o un televisor Krim 218 en blanco y negro, Lázaro nunca fue de los agasajados.

Cuando creer en Dios era casi un delito, se hizo seguidor de la secta Testigos de Jehová. El régimen siempre los vio con ojerizas. Y los marcó como 'enemigos del pueblo'.

Eran personas que no saludaban la bandera. Sus hijos no eran pioneros. No aceptaban transfusiones de sangre. Y predicaban, puerta por puerta, la llegada del Armagedón.

Cuando en Cuba se comía carne de res cada dos semanas y por la cartilla de racionamiento vendían leche condensada, ya Lázaro era persona non grata.

La policía lo citaba con frecuencia. Y cuando le venía en gana, lo dejaba detenido 5 días, sin motivo alguno, en una atestada y sucia celda. Por su amor a Jehová fue un perseguido.

Vivía como un gitano. Nunca tuvo un televisor como premio a su conducta revolucionaria. Ni siquiera un reloj despertador. Mucho menos hizo méritos para alistarse en una microbrigada de la construcción y edificar su vivienda.

Residía y reside, en un barrio marginal de toda la vida. Se llama Palo Cagao. Está ubicado en el municipio Marianao. En una casucha de ladrillos construida en los años 20, dos habitaciones y una cocina a la que los vientos furiosos de un huracán le llevaron el techo.

Allí vive Lázaro con sus dos hijos adultos y su esposa. Todos son Testigos de Jehová. Ya no son perseguidos como en los primeros años de revolución verde olivo.

Pero siguen siendo unos apestados. Olvidados. Desafectos. Parias. Tipos peligrosos.

En su hogar, con sillas de mimbre y libros religiosos, falta la tele o un equipo de música estéreo. No tuvieron suficientes méritos en los años felices del castrismo. Y ellos no tienen dólares.

Sólo les queda su fe. Y su vocación de ir, casa por casa, predicando el fin del mundo. “Quienes crean en Jehová se salvarán”, afirma con convicción absoluta.

A cubanos como Lázaro la crisis económica lo tiene sin cuidado. Siempre ha sido un perdedor.

Iván García

Leer también:Testigos de Jehová: el grupo religioso más reprimido por el castrismo y Una historia interesante de un Testigo de Jehová.
Foto: Pogolotti, como Palao Cagao, Pocito, Coco Solo y Los Quemados, siempre fueron asentamientos de familias humildes, en el municipio habanero de Marianao, casi todas de la raza negra. Después de 52 años de revolución, en muchos de estos barrios continúan viviendo en el atraso y la miseria.

sábado, 17 de septiembre de 2011

La Habana, mendigos por doquier


Desde hace unos años, la esquina de Carmen y 10 de Octubre en el populoso barrio habanero de La Víbora, se ha convertido en una pasarela de mendigos. Chiflados y borrachines a tiempo completo. Desde que asoma el sol, extienden en el portal sus trapos sucios y colocan cacharrerías y objetos ociosos.

A precios de ganga venden desde un par de anacrónicos zapatos Amadeo, con las suelas gastadas y el cuero arrugado, hasta un viejo radio ruso VEF 206 de la era soviética.

Libros policíacos o tratados de Carlos Marx. Folletos con discursos de Fidel Castro en los años 80. Imanes con adornos cursis para pegar en las neveras. Mangos, cabezas de ajo y unos pocos huevos de la magra canasta básica que otorga el Estado a todos los nacidos en Cuba.

Cualquier cosa. Aunque casi nadie se detiene a comprar. Cuando un coleccionista de cosas inservibles les compra algo, los mendigos viboreños lo celebran.

Por todo lo alto. A paso doble se llegan a casa de la negra Eloísa y compran una botella plástica de alcohol destilado. Recogen la carpa y a beber se ha dicho.

En varios sitios de La Habana, gente pobre a quien la inflación, la carestía de la vida y la quiebra del sistema de seguridad social los ha convertido en excluidos, vestidos con ropas ajadas y zapatos remendados, intentan sobrevivir como pueden a la muerte por decreto del Estado de Bienestar, orgullo del régimen de Fidel Castro durante muchos años.

Ahora se ha canjeado el discurso. Los tecnócratas están rematando lo poco que queda de la asistencia social. Ya nadie se acuerda de las frases épicas de Castro en abril de 1961, clamando por la revolución de los humildes y para los humildes.

Muchos de estos ancianos eran aquellos jóvenes humildes que gritaban enardecidos. Vestidos de milicianos partieron raudos en ómnibus hacia el frente de batalla en Bahía de Cochinos.

Carlos fue miliciano y soldado de la reserva. Estuvo en las guerras de Castro en África. Este verano de calor húmedo y feroz, vende libros y grifos de uso en plazas concurridas. Se siente traicionado por la revolución.

Nunca logra vender más de 40 pesos. Casi siempre se va en blanco. Entonces recurre a otra estrategia. Pide limosna. Sobre todo a canadienses y europeos. O a compasivos compatriotas que le dan una calderilla. Si tuvo un día bueno, come en una cafetería privada.

El acoso a turistas en La Habana por parte de mendigos, guías particulares, vendedores de tabaco o proxenetas se ha vuelto asfixiante. Los que peor suerte tienen son los pordioseros.

Ahora mismo, justo frente al hotel Inglaterra, se bajan de un ómnibus climatizado un grupo de sonrientes turistas con cámaras de vídeo y sombreros de guano. Antes de llegar al café, en el portal del hotel, los mendigos los acosan con tono afligido: “Unas monedas, señor, soy un hombre enfermo”.

Los turistas, coloraos como manzanas, del sol cogido en las playas, huyen despavoridos. Y pierden su sonrisa refocilada. Los mendigos siempre dan lástima. Pero la gente se aparte de su lado como si tuviesen una enfermedad contagiosa.

Cada día son más. Venden periódicos Granma o anticuadas pertenencias que nadie compra. Su refugio son los portales y el alcohol casero.

Se han convertido en una mancha para la sociedad. Un grito de atención hacia las autoridades, quienes en sus discursos optimistas nunca mencionan si existe una fórmula para detener la feria creciente de mendigos que asola La Habana.

Son los olvidados de siempre.

Iván García
Foto: Paul Turner, Flickr. Pordiosero en las afueras del Capitolio Nacional, en el corazón de la capital.

viernes, 16 de septiembre de 2011

'Buzos' habaneros: un oficio para sobrevivir


Cuando cae la noche, o a plena luz del sol, una legión de vagabundos se dedica a hurgar en los contenedores de basura. En Cuba se les conoce como 'buzos' o 'leones'. Por regla general, son de pocas luces. Pobres entre los más pobres.

Su suerte es imprevisible. Depende de lo que encuentren entre los desperdicios. Igual pescan vísceras crudas de cerdo o una lata con restos de atún. Trozos de pan viejo o un poco arroz con frijoles. Los 'buzos' habaneros suelen tener una salud de hierro. Desde hace 14 años, Renato se dedica a buscar cosas de valor entre la basura y jamás se enferma.

Regresó de la guerra en Angola con un tornillo de menos. Un diagnóstico médico lo recluyó en un sanatorio mental conocido como Mazorra. Se sabe de los malos tratos en este psiquiátrico. En enero de 2010, 27 dementes murieron de hambre, frío y golpizas por parte de los empleados que los atendían.

“Eso es lo que se conoce. Pero Mazorra es mucho más. Un verdadero infierno. Escapé de allí y preferí vivir a mi manera. Duermo en cualquier lugar. En la escalera de un edificio a punto de demolición o en las márgenes del río Almendares”, cuenta Renato.

Según él, entre los 'buzos' también existen "clases sociales". Los hay hambrientos desesperados que sólo buscan comida y ropa. Son los sobrevivientes. La "clase media" es la que se dedica a rastrear componentes eléctricos de televisores, radios, ventiladores y ordenadores, entre otros equipos rotos.

Estos componentes los ofertan a quienes reparan electrónicos. La "crema y nata" entre los 'buzos' habaneros son los recolectadores de botellas plásticas y envases de aluminio o cristal vacíos, que venden en sitios que compran materiales reciclables.

“Los 'buzos' dedicados a objetos eléctricos y reciclables no comemos alimentos de los tanques de basura. Nosotros 'buceamos' por negocio. A diario yo recolecto varios sacos de pomos plásticos y latas de aluminio. Antes las vendía al por mayor a un camaján que después las revendía al triple de su valor. Ahora, cuando tengo muchos kilos de materia prima, los vendo personalmente en locales estatales. Cáete pa'trás. Todos los días como carne de res o pollo. Es verdad que siempre ando sucio y duermo en la calle, pero ya quisieran aquéllos que me consideran un trastornado, ganar el billete que gano”, dice orgulloso Renato.

Orestes, otro experimentado ' buzo', vende a dos pesos (0.10 centavos de dólar) cada botella plástica de un litro. “En una noche logro recoger hasta 50 botellas. Por cada botella de cristal de cerveza o refresco me pagan un peso. Las lavo bien con agua, a veces con detergente, y se las vendo a la gente que se dedica a la elaboración y venta de jugos y refrescos”.

Precisamente por la higiene y las roturas provocadas a los depósitos de basura, la policía y las autoridades persiguen a los 'buzos'. Hay timbiriches que al no tener suficientes vasos de cristal o desechables, venden en pomos plásticos reciclados sin la debida desinfección. Cuando estos pomos se utilizan en la venta de salfumán y aromatizantes no es dañino. Pero en algunos agromercados, personas inescrupulosas los usan para envasar jugos y puré de tomate.

Clara, inspectora sanitaria, alega que han sucedido casos de contaminación alimenticia. “En La Habana hay más de 4 mil 'buzos'. Debemos combatirlos. Afean el ornato público y casi todos son locos que para obtener dinero violan reglas obligatorias de salud”, acota.

Si hablamos de cifras, el dinero que obtiene un 'buzo' es de risa. Renato, que se considera un 'capo' entre los buscadores de basura, con suerte, gana 70 pesos diarios (3 dólares). Le alcanza para comer cada día, pero no para alquilar un cuarto o comprarse un buen par de zapatos.

Las autoridades llevan razón: el negocio montado a partir de envases plásticos recogidos de la basura puede desencadenar una epidemia alimentaria de vastas proporciones.

Pero obvian las causas objetivas, el gran número de ciudadanos que se han visto empujados a hurgar en la mugre. Una asistencia social a gente desposeída que no funciona. Una atención médica a lunáticos y mendigos en quiebra. Y salarios ridículos que no cubren las necesidades básicas de una familia.

Dementes como Renato juran que en Mazorra lo pasó peor que en la guerra de Angola. Para él, 'bucear' entre desechos y dormir a la intemperie es un auténtico paraíso. El gobierno debe buscar una solución. Y no sólo reprimir.

Iván García
Foto: Juan O. Madrazo

jueves, 15 de septiembre de 2011

Vale la pena ser friturero

Havana street food – feeling hungry?

Siempre es igual. Doce horas al día. Seis veces a la semana. Leopoldo, 60 años es un hombre rutinario. Si por hacer frituras dieran títulos, este tipo bajito y gordo tuviese un doctorado.

“Esto no es fácil. Huelo a grasa aunque me bañe con un jabón Palmolive. Desde hace quince años mi vida es un círculo vicioso. Me levanto a las 5 de la mañana a limpiar y preparar la cocina de alcohol, situada en mi carro de freír frituras. Antes de acostarme, dejo la masa elaborada. Luego traslado el carro casi un kilómetro, hasta la Calzada de 10 de Octubre. A las 7 de la mañana ya estoy vendiendo frituras. Es el desayuno de muchos que van para las escuelas o centros de trabajo”, explica Leopoldo.

El carro de freír es un armatoste de aluminio con un techo de metal pintado de amarillo. El fogón desprende un calor feroz. Leopoldo suda a mares. En un costado ha instalado un viejo radio ruso marca VEF 206.
Cada fritura cuesta un peso (0.05 centavos de dólar).
Son de harina de maíz. Grasientas y de sabor indefinido. Pero su bajo precio permite su amplio consumo.

Ahora mismo, un joven con un pendiente de oro en la oreja y un grupo de estudiantes uniformadas de carmelita, compran 18 fritangas. Tienen hambre y se desesperan por lo caliente que están. Una de las chicas se quema la lengua y suelta una palabrota. “Viejo, esto está hirviendo”. Afable, Leopoldo riposta: “Hija, se cocinan con candela".

Un día cualquiera, Leopoldo vende entre 300 y 400 frituras. Antes poseía licencia de trabajador por cuenta propia. Ya no. No le resultaba solvente. Tenía que comprarlo todo. Hizo un acuerdo con el administrador de un centro gastronómico y a precio módico, éste le vende la harina de maíz y el aceite. Y le da una autorización para que pueda ofertar fritangas sin problemas.

“Todos los días, religiosamente, le entrego 130 pesos (6 dólares). También como moscas me caen inspectores estatales corruptos, a la caza de algún desliz para sacarte dinero”, dice mientras introduce frituras en una gran cazuela de hierro.

A las 5 de la tarde, Leopoldo está demasiado agotado para hacer chistes. Lleva más de doce horas de pie. “Tengo unas várices que me están matando, voy a tener que dejar el negocio”.

Saca cuentas con un mocho de lápiz en una hoja del periódico Granma. En una vasija le quedan 14 frituras frías, repletas de grasa. Unos muchachos pasan a la carrera y se roban seis o siete. “Cabrones, ojalá se indigesten”, les grita sin mucha energía. Al mediodía, su mujer le trajo espaguetis con puré de tomate. Se ha bebido dos litros de agua. Y su camisa blanca está llena de hollín. Huele a sudor y a aceite rancio.

Es la hora de volver a casa. “Cuando me baño, me restriego con un cepillo, pero el olor no desaparece. Ya mi esposa se acostumbró. Jocosamente me dice 'mi cerdito'. Después de cenar, preparo la masa para el día siguiente. Me acuesto a escuchar béisbol por la radio, nunca termino de oír el juego. Me quedo dormido”.

El domingo es el único día de asueto. “Voy a la iglesia con mis hijos y nietos. Después echamos una partida de dominó en familia y nos tomamos un par de botellas de ron blanco. No me gusta esta vida aburrida, pero con 60 años en las costillas, no veo otra manera de buscarme unos pesos de forma honrada”, confiesa.

Mañana será más de lo mismo. Caminar casi un kilómetro. Calentar la cocina y freír cientos de fritangas. Es la rutina. Doce horas diarias. Seis veces a la semana. Siempre es igual.

Lo distinto es que Leopoldo cada mes obtiene alrededor de 2,800 pesos (110 dólares). Seis veces más que el salario promedio, 415 pesos (unos 16 dólares). Vale la pena ser friturero.
Iván García
Foto: Katarina Arias. Las frituras no son de harina de maíz, sino de harina de trigo, condimentadas con sal y cebollinos, que son las más consumidas en la capital.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Notas de viaje: Desde un bicitaxi (X y final)

3596 Ciego De Avila por paulappleton.

Luego de dejar la casa de Oleivys García, esposa del prisionero de conciencia Pablo Pacheco, tomé un bicitaxi para dirigirme al centro de la ciudad.

El chofer de la destartalada bicicleta, con dos asientos traseros y un techo de aluminio amarillo se llama Rodolfo. Es corpulento y educado, tiene 31 años. Nació en Guantánamo, pero desde hace una década vive en Ciego de Ávila.

Dejó la licenciatura en Cultura Física para salir a la calle a buscarse unos cuantos pesos. Recaló en Ciego y compró un bicitaxi, el mismo que ahora monto. Gracias a sus piernas, que pedalean 10 horas diarias, viven, él, su hijo de dos años y su esposa de 25.

Ahora le da a los pedales de forma rítmica bajo un sol que parece va a derretir el asfalto. Son las 4:30 y aún faltan siete horas para la salida de mi ómnibus hacia La Habana. Rodolfo me deja en el parque principal del pueblo.

-¿Cuánto te debo?, le pregunto.

-20 pesos, responde.

Me parece demasiado poco, luego de recorrer casi 5 kilómetros bajo un espantoso calor.

-No es justo. En La Habana, por cuatro cuadras te cobran 20 pesos. Hagamos un trato, me das un recorrido por la ciudad y te doy 6 cuc (150 pesos). Además, te invito a comer.

Abre los ojos como un plato. "Eso es lo que gano en dos días de trabajo. Por supuesto que sí", responde risueño.

Recorremos calles y parques. Pasamos por el nuevo bulevar y el remozado teatro. En una esquina hablo con unos avileños que se aprestan a tomar un camión para ir al estadio de béisbol.

En el deporte, Ciego de Ávila está en alza. Por esos días, por quinta vez consecutiva se habían coronado campeones en la liga superior de baloncesto. Y hasta el momento, en béisbol son el mejor equipo de la temporada. Los fanáticos están que se salen. Y los estadios donde juegan sus conjuntos siempre están repletos.

Sobre las 7 y media de la noche le sugiero a Rodolfo un sitio donde comer. "Hay muchos restaurantes, baratos, y en pesos", me dice. Pero en tres no nos dejaron entrar, por andar en bermudas.

"Es absurdo, le digo al capitán de uno de ellos, en La Habana la gente puede entrar hasta en chancletas a los restaurantes de lujo". El hombre, inmutable, me dice que lo sabe, pero así es el reglamento de gastronomía de la provincia. Incluso en algunos, aclara, tienes que llevar camisa o pulóver con cuello. "¿Y si es un extranjero?", indago. El capitán titubea: "Es distinto".

Exploto. Rodolfo me calma. "No hay problema, aquí en Ciego sobran los sitios para comer". La noche cae de prisa. Fuimos a una paladar y cenamos de maravilla: alrededor de 100 pesos (4 dólares), dos personas.
Una cantidad módica, si lo comparamos con los altos precios de la capital.

Son casi las 10. Le pido al chofer del bicitaxi que me lleve hasta la terminal de ómnibus. Por el camino, me viene a la mente mi hija Melany, de 6 años, fuerte y saludable. Aún faltaban varias horas para estar a su lado. Jamás había sentido tantos deseos de verla.
Iván García
Foto: paulaappleton, Flickr. Una de las calles principales de Ciego de Ávila.
Nota.- Décimo y último trabajo de una serie de 10 publicados en abril de 2009 en el blog Desde La Habana. Todos los posts publicados en 2009, el primer año de existencia del blog, 'misteriosamente' desaparecieron.

martes, 13 de septiembre de 2011

Notas de viaje: La doctora Oleivys (IX)


Los años le han caído encima demasiado de prisa. La vida ha sido dura con la doctora Oleivys García, 37 años de edad y quince de matrimonio con Pablo Pacheco, de 39 y periodista independiente. De esa unión nació Jimmy, el único hijo.

Cuando Pacheco fue a prisión por una absurda condena de 20 años, el niño tenía 4 años. Si de forma íntegra cumple la sanción, podrá abrazarlo cuando tenga 24. Para entonces, Pacheco tal vez sea abuelo.

En estos seis difíciles años, Oleivys ha sido madre y padre del pequeño, actualmente cursando el 5to grado.
Para Pablo, ella lo ha sido todo. "Si no me he vuelto loco, ha sido por Oleivys, es el punto justo de mi equilibrio mental", me confesó Pacheco, una de las tantas tardes que hablamos por teléfono.

Pequeña de estatura y rostro agraciado, Oleivys parte cada mañana a su consultorio médico, a atender pacientes y aliviar malestares de otros. ¿Pero quién cura el alma enferma de esta mujer? ¿Qué medicina puede atenuar el sufrimiento y el daño de tener a su esposo en la cárcel? En la cama donde duerme, a su izquierda hace seis años falta una persona.

La salud de Oleivys se ha resquebrajado. Tanta carga le está pasando factura. Fuertes dolores en la cervical le producen naúseas, mareos y pérdida de la visión.

Cuando estuve en su humilde casa, en el poblado 9 de Abril, a casi cuatro kilómetros del centro de Ciego de Ávila, pude constatar cómo la doctora Oleivys, de una forma u otra, también fue sancionada la funesta tarde del 4 de abril del 2003, cuando un tribunal condenó a su esposo a la exagerada pena de 20 años.

Sí. En Cuba las familias también son procesadas. Primero, los viajes de muchos kilómetros, sin dinero y con carencias de todo tipo. Durante cuatro años Oleivys tuvo que ir a visitar a su esposo a la prisión de Agüica, Matanzas, a 500 kilómetros de su hogar.

Ahora está más cerca, en Canaleta, en la misma provincia. Pero cuando una vez terminada la visita ella traspasa la puerta de la prisión, una parte de Oleivys se queda dentro del penal.

Cada día son menos los que ayudan a los familiares de los presos políticos de la primavera del 2003. Son pocos, pero leales. Menos aún son los "aventureros" o "filantrópicos" que se llegan a la pequeña vivienda, donde un día Oleivys y Pablo fueron felices, a conocer personalmente las vicisitudes de la vida diaria de la familia de Pablo Pacheco.

-Más que ayuda económica y material, que siempre se necesita, valoro más la espiritual, la de esas personas que te alientan y te dicen, resiste, ten fe, me dice Oleivys.

Fue muy amable conmigo. Me invitó a almorzar y removió sus recuerdos, mostrándome un gastado álbum de fotos de cuando ella y Pablo tenían una sonrisa limpia de manantial en el rostro.

En todo el tiempo que estuve en casa de la doctora Oleivys García no la vi sonreír. Ni una vez.

Iván García
Nota.- Noveno trabajo de una serie de 10 publicados en abril de 2009 en el blog Desde La Habana. Todos los posts publicados en 2009, el primer año de existencia del blog, 'misteriosamente' desaparecieron.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Notas de viaje: El chulo de Venezuela (VIII)

Venezuela Straight Ahead. por Robin Thom.

Parece un artista de cine. Se da un aire a Antonio Banderas. Tal vez un poco más bajo. Viste un jeans Guess y una camisa sin mangas Dolce & Gabanna. En el cuello, dos cadenas martilladas de oro 18 quilates. Y en la muñeca derecha, una gruesa manilla. Su dorada exhibición la completan muelas de oro.

Son las 9 de la mañana cuando entro a la cafetería Rumbos, a ingerir algo ligero y hacer tiempo, para no llegar demasiado temprano a casa de Oleyvis, la esposa de Pablo Pacheco, desde 2003 encarcelado por razones políticas.

La cafetería está vacía. El muchacho que parece un modelo y yo somos los dos únicos clientes a esa hora. Las dependientes no le quitan los ojos de encima. Descaradamente coquetean. Pero él está en lo suyo. Habla con su Blackberry, como si no existiese nadie más en el mundo.

Toma cerveza fuerte Bucanero y mordisquea un bocadillo. Mientras espero por una hamburguesa y un jugo de mango, me percato que el chico de oro se dirige a mí.

-¿Señor, usted es de La Habana?
-Sí, contesto. Pide permiso y se sienta en mi mesa. Se presenta.

-Me llamo Carlos, soy del municipio Venezuela, a 15 kilómetros de la ciudad de Ciego de Ávila. Hace cuatro años que vivo en La Habana, en la barriada de San Leopoldo.

Está aburrido, esperando a su novia, una cubana residente en Italia, que lo viene a recoger para pasar unos días en Cayo Coco, centro turístico en los cayeríos avileños.

A los pocos minutos, Carlos se siente en confianza. El tipo es locuaz -y alardoso.

-Me di cuenta que eras habanero, por las bolsas y la forma de vestir y caminar, en eso soy un lince. A pesar de mis 23 años soy un tipo de éxito.

-¿Por qué?, le pregunto.

-Soy chulo, tengo suerte con las mujeres, vivo de ellas. Nuria, mi novia, que viene de Milán, me prometió comprarme un coche. En La Habana cuatro chicas trabajan para mí, me dice bajito, acercándose. Le sale un tufillo. Parece algo bebido.

-¿Y tus padres?, indago.

-Viven en el central Venezuela. Gracias a mí tienen una buena casa y dinero para comer lo que quieran. En ese batey lo único importante es el central azucarero, que está parado, y el pelotero Atanasio (Tanis) Pérez que nació ahí, jugó en Grandes Ligas y ahora está en el Hall de la Fama de Estados Unidos. Yo quisiera ser el otro tipo importante. Desde pequeño se me han dado bien las mujeres, me fuí a la capital y no me arrepiento. Me ha ido de maravillas.

Sigue hablando banalidades, sobre marcas, modas y coches que un día aspira a tener. Una despampanante trigueña hace su entrada y con alegría lo besa y abraza. Carlos me la presenta, es Nuria, su novia que viene de Italia.

Se marchan en un BMW rentado. Las chicas de la cafetería pegan sus rostros al cristal para ver el auto plateado en el que parte la pareja. Luego vuelven a la rutina, fregar cubiertos y platos, recoger las mesas y atender los escasos clientes. Es evidente que aún esperan porque una buena estrella las ilumine.
Iván García

Foto: Robin Thom, Flickr.


Nota.- Octavo trabajo de una serie de 10 publicados en abril de 2009 en el blog Desde La Habana. Todos los posts publicados en 2009, el primer año de existencia del blog, 'misteriosamente' desaparecieron.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Notas de viaje: Ciego a la vista (VII)

The Entry to Town. por Robin Thom.

Llegamos a Sancti Spíritus alrededor de la 7:30 de la mañana. En la terminal de ómnibus de la ciudad, el chofer da 15 minutos, para que la gente estire los pies, tome café o meriende algo.

La terminal está sucia y descuidada, varios perros callejeros y famélicos merodean por el lugar. En la sala de espera, numerosas personas con cara de sueño y cajas de cartón amarradas con soga de henequén por equipaje.

Los pasajeros del ómnibus 1035 con destino a Ciego de Ávila, tomamos un sucedáneo de café, insípido, pero al menos caliente. Salimos de Sancti Spíritus, patria chica de mi familia materna, y el ómnibus chino Yutong vuelve a devorar kilómetros.

-Falta una hora para arribar a la ciudad de Ciego, me anuncia Leticia, la ex maestra de Ceballos.

Antes, ya había atravesado la frontera que divide a las provincias de Sancti Spíritus y Ciego de Ávila. En territorio avileño los sembrados tienen mejor aspecto. Prima el verdor. Máquinas gigantes de riego por aspersión distribuyen el agua por todo el campo. Se ven campesinos recogiendo papas en grandes canastos.

Por la carretera, numerosos tractores y desvencijados camiones repletos de cítricos, papas y plátanos, que con un andar asmático se dirigen a depositar su carga en los almacenes de acopio.

A las 8:35 de la mañana, después de sobrepasar la circunvalación, la ciudad de Ciego de Ávila nos da la bienvenida. A la derecha, el estadio de béisbol José Ramón Cepero, y a la izquierda, un gran espacio abierto, con un bello canal artificial, conocido como "La Turbina", centro de ferias y recreaciones.

El ómnibus ya rueda por calles interiores de Ciego. Una ciudad coqueta y limpia. Las calles bien asfaltadas, cosa rara en otras provincias cubanas.

Arribamos a la terminal avileña. Me despido del conductor; del militar que añora tener un libro de Obama; de Alberto, el vendedor de piñas y quesos; de Patricia y Joanna, futuras abogadas, y de mi compañera de asiento, Leticia, la otrora maestra, deseosa de llegar a Ceballos, para pasar un fin de semana distinto con sus padres, gracias a los "fulas" (dinero convertible) que se gana vendiendo obras de arte en La Habana.

Todos nos deseamos suerte. Falta que nos hace.
Iván García
Foto: Robin Thom, Flickr.

Nota.- Séptimo trabajo de una serie de 10 publicados en abril de 2009 en el blog Desde La Habana. Todos los posts publicados en 2009, el primer año de existencia del blog, 'misteriosamente' desaparecieron.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Notas de viaje: Amanecer cubano (VI)

Cuba - Sunrise por Andrea Balducci.

Fue entrando en Cabaiguán cuando el sol dijo 'aquí estoy'. El astro rey calentó motores y mostró una campiña que me decepcionó. Olvídense del verdor fulgurante, las altas palmas y los sembrados de caña batiendo al viento.

Nada de eso ví.

Sólo campos marchitos, quemados, como si se tratara de una tierra arrasada por el fuego. La sequía es intensa, hace tres meses que no llueve por estos lares.

Leticia, la ex maestra sentada a mi lado, conocedora de la zona, me sirve de guía.

-Todas esas palmas partidas, como si les hubiese caído un rayo, es por dos razones: por los tres ciclones que azotaron el territorio el año pasado, y por los miles de campesinos que se quedaron sin techo debido a los huracanes. Al demorar la entrega de tejas por parte del gobierno, se suben a las palmas y, machete en mano, las desmochan, para coger el guano y hacer cubiertas para sus bohíos.

Por todas partes se ve pobreza. Campesinos con ropas de trabajo gastadas, pedaleando viejas bicicletas, camino a los sembrados. Al pueblo de Cabaiguán, municipio de la provincia Sancti Spíritus, lo encuentro deslucido, con muchas casas que no se pintan hace años. Otras, en el puro cemento. Eso sí, las calles están limpias, y las paradas, de ómnibus o camiones, abarrotadas de personas que intentan trasladarse al trabajo.

Tras dejar Cabaiguán, mi vista descubre una extensa franja de terrenos infértiles, baldíos y repletos de marabú. Después de una curva algo pronunciada de la Carretera Central, como por arte de magia aparece Guayos.

-Es el típico poblado de personas que huyen hacia las ciudades, creo que lo único bueno que tiene son las raspaduras (dulce típico, confeccionado con melado de caña) que hacen, me dice Leticia.

Sonrío y recuerdo que conozco una persona que nació en Guayos. Es Blanca Reyes Castañón, la esposa del poeta y periodista Raúl Rivero. Muy activa cuando fue Dama de Blanco, mujer donde las haya.

Ahora vive en Madrid. Estoy seguro, que a pesar del esplendor de la capital española, ella no olvida su Guayos natal.

Iván García
Foto: Andrea Balducci, Flickr.

Nota.- Sexto trabajo de una serie de 10 publicados en abril de 2009 en el blog Desde La Habana. Todos los posts publicados en 2009, el primer año de existencia del blog, 'misteriosamente' desaparecieron.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Notas de viaje: Policía de carretera (V)

Cuba 07 - 158.jpg por jnrx.

Tras dejar el "Conejito", de Aguada de Pasajeros el chofer apaga las luces y la gente vuelve al sueño. No por mucho tiempo. A los pocos minutos, el conductor las vuelve a prender y por el micrófono anuncia que la policía de carretera, de uno de los tantos puntos de control que hay en la Autopista, va a revisar los equipajes.

Abordan el ómnibus como si fuesen piratas. De malas maneras. Eran cuatro. El jefe dice que tenía una información, que desde La Habana se estaba trasladando material subversivo.

-¿Y cuál es el material subversivo?, pregunto.

-Componente para armar antena satelitale ilegale, responde el oficial sin pronunciar las eses.

Acto seguido abren la escotilla lateral del ómnibus, donde se guardan los equipajes, y efectúan un exhaustivo chequeo. Son ya las 6:10 de la mañana y aún el sol no ha salido.

Con unas grandes linternas examinan los equipajes que les parecen sospechosos. Otros dos suben al ómnibus e inspeccionan las mochilas y maletines de mano. No encuentran nada y se despiden con desgano. Desde su asiento, Arturo, el joven que se dedica al trasiego de quesos y piñas desde Morón, me dice:

-Cuando uno va para La Habana es peor todavía. Buscan camarones, queso, leche y café, si te pillan, te decomisan todo lo que tienes y te ponen una multa de 500 pesos (20 dólares). Eso es la primera vez, si reincides, entonces te bajan del ómnibus y te llevan a la unidad policial para levantarte un acta. Tengo amigos que los han sancionado dos años por actividad económica ilícita.

-¿Y cómo tu haces para entrar de contrabando en La Habana quesos y piñas?

-Los traigo en transporte de turismo o de empresas, los cuales ellos no suelen revisar.

Otras personas en el ómnibus también comentan los excesos de la policía de carretera.

-Si Raúl Castro no afloja, esto se le va venir abajo, dan poco y te exigen mucho, expresa una señora gorda y canosa sentada en el asiento posterior al mío.

Prendo mi luz individual y vuelvo a enfrascarme en la lectura del libro de Barack Obama. Creo que es lo mejor.

Iván García

Foto: jnrx, Flickr.
Nota.- Quinto trabajo de una serie de 10 publicados en abril de 2009 en el blog Desde La Habana. Todos los posts publicados en 2009, el primer año de existencia del blog, 'misteriosamente' desaparecieron.

jueves, 8 de septiembre de 2011

La Cachita de Centro Habana


En septiembre, los habaneros veneran a tres vírgenes: la de Regla, el 7; la Caridad del Cobre, al día siguiente, y la Merced, el 24. Regla y Caridad son mestizas, y una de ellas, Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, es la Patrona de Cuba.

Llueva, truene o relampaguee, los habaneros acuden los 8 de septiembre a la iglesia que lleva su nombre,
una construcción del siglo 19, pintada de blanco y amarillo. Desde hace un tiempo, ese día sale una procesión por las calles aledañas.

El templo está ubicado en Los Sitios, un barrio de gente pobre, negra y marginal de Centro Habana. Tiene pocos kilómetros a la redonda y por todas partes se ven contenedores desbordados de basura, aguas albañales que corren a raudales y un olor a mierda espantoso que se desprende de cuarterías agrietadas e inmundas.

La zona es una de las más densamente pobladas de la ciudad. En chabolas miserables, casas de puntales altos y balcones de hierro torcido, viven hacinadas innumerables familias, muchas formadas por 'palestinos', ciudadanos que vienen huyendo de las calamidades extremas en las provincias orientales. Casi todos residen de forma ilegal en La Habana.

El día de Cachita, como los cubanos llaman a su patrona, los orientales trasladan a los devotos en sus bicitaxis. Y cobran el doble. No son los únicos que hacen su agosto. Una señora con gafas oscuras tira las cartas por un peso convertible (menos de un dólar). Otros vecinos venden maní tostado, caramelos caseros y panes con finas rodajas de jamón y queso.

Con tantas personas apretujadas, los “choros” (carteristas) aprovechan el menor descuido y del bolsillo del pantalón o de la mochila, sacan dinero o algún artículo de valor. Una joven de pelo negro estalla en cólera con un señor maduro que hace rato, según ella, descaradamente le está pegando el pene en sus amplias nalgas. Amenaza con llamar a la policía y el tipo desaparece.

La policía, por cierto, inunda los alrededores de la iglesia. A los agentes de la Seguridad del Estado se les conoce a una milla de distancia por el corte de cabello, sus celulares Motorola y las motos Suzuki.

Al lugar suelen concurrir turistas con cámaras de video. Un chico negro y musculoso abraza con fuerza a su novia española. Jineteras vestidas a la moda intentan avanzar hasta el interior de la iglesia para depositar un rollito de dinero en el altar.

El sacerdote anuncia que comienza la procesión. La figura de la virgen es sacada en una urna de cristal y montada en un coche descapotable.

El gentío comienza a moverse. Unos van orando o tomando ron y cerveza. Otros comen maní y mascan chicle. Se tiran fotos y se graban videos. Aunque sea una vez en la vida, el cubano acude a esta iglesia a rendir tributo a Cachita. Sin importarle la pobreza que le rodea en su templo habanero.

Por suerte, su verdadero hogar, en el Santuario del Cobre, Santiago de Cuba, está situado en un bello paraje rodeado de montañas.

Iván García

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Notas de viaje: Guajiro natural (IV)


CUBA por Lucía Castillo.

Debo haberme quedado dormido a los pocos minutos de apagar la luz individual de mi asiento. El interior del ómnibus está frío como una nevera. Me pongo un abrigo. Mientras el ómnibus devora kilómetros con destino a Ciego de Ávila, me quedo dormido en el asiento reclinable.

Un fulgor de luces y la voz del chofer me despiertan. Por el micrófono anuncia que tenemos 25 minutos para bajar del ómnibus y merendar, en una cafetería a orillas de la Autopista Nacional. La gente en Cuba las denomina "Conejitos", no sé por qué, pues venden cualquier cosa menos conejo. A lo largo de toda la Autopista funcionan unos cuantos, éste donde paramos está ubicado en el municipio de Aguada de Pasajeros, perteneciente a la provincia de Cienfuegos.

Son las 5:10 de la mañana y estamos a mitad de viaje, de las 6 horas que dura el trayecto a Ciego.
A pesar de la hora, por los alrededores personas venden quesos, barras de guayaba y hasta pescados. En el parqueo se han detenido varios ómnibus interprovinciales y la cafetería está repleta. Es amplia y con suficientes mostradores de ventas.

Por pesos se puede comprar pan con salchicha a 5 pesos, pan con tortilla a 3 y pan con picadillo a 1.50. Los panes se ven mustios y algunas personas se quejan de la mala calidad. Hay otros mostradores, con más presencia y una oferta variada y de superior calidad, pero hay que pagar con divisas.

En ellos venden varios tipos de bocaditos, pollo frito, helados, jugos, refrescos enlatados y dulces. También de una máquina se puede tomar café expreso, a 25 centavos de cuc (5 pesos cubanos) la taza.

Compro un sandwich de jamón y queso por 1. 50 cuc (36 pesos) y una lata de Coca Cola por 1 cuc (25 pesos), y me siento a comer mi desayuno de carretera. Un señor mayor, con manos callosas, piel tostada y sombrero, típica fisonomía del guajiro cubano, se me acerca y me pregunta si le puedo vender 25 centavos de cuc para tomarse un café, pues él no tiene divisas.

Por la manera con que mira el sandwich me percato que tiene hambre. No le acepté los 5 pesos por los 25 centavos de cuc. Y en lo que él fue a buscar el café, le compré un bocadito de jamón y queso.
Al sentarse en la mesa, para tomarse el café, se lo ofrecí.

-No señor, no se lo puedo aceptar, me dice con vergüenza.

Luego de muchas explicaciones lo convenzo. Mientras come el bocadito, me explica que tiene a su mujer muy grave, enferma de cáncer, ingresada en un hospital de La Habana.
Se llama Laureano, tiene 72 años y siempre ha trabajado la tierra.

-Vivo en Cabaiguán. Parece que el Señor se quiere llevar ya a mi esposa, dice compungido.

Para no ahondar su drama, le cuento que mi fallecida abuela era del central Tuinicú, en Sancti Spíritus.

-¿Cómo se llamaba?

-Carmen Antúnez, pero ella desde muy joven se fue a vivir a La Habana.

-Cómo no, conozco a varios Antúnez en Tuinicú, voy a menudo por ahí. Se queda mirándome y añade: -Pero los Antúnez que conozco son blancos.

Le aclaro que algunos de los Antúnez que se mudaron para la capital, se casaron con mulatos o negros, como fue el caso de mi abuela, de ahí el mestizaje.

El chofer toca el claxon, avisando que vamos a partir. El viejo se quita el sombrero y me da las gracias. "Yo sólo tomo café en el desayuno, ahora estoy tan lleno que a lo mejor ni almuerzo”.

Sonrío. Laureano me dice que él se baja cuando la guagua pare en Cabaiguán. Y me pregunta:

-¿Cómo usted supo que yo tenía hambre? "La cara del hambre se conoce a la legua", le respondo.

-Que Dios lo bendiga. Hacía casi 24 horas que no comía nada.

Ya dentro del ómnibus, cada uno se sienta en sus respectivos asientos numerados. Tal vez nunca más nos volvamos a ver. Pero esos 25 minutos en el "Conejito" de Aguada de Pasajeros no sólo sirvieron para conocer y brindarle algo de comer a un campesino sencillo y honrado, que con resignación espera la muerte de su esposa.

Han servido también para dedicarle este post a tantas personas que como el guajiro Laureano, por no tener acceso a la moneda dura cada día son más pobres. Y nunca han dejado de ser honrados.


Iván García
Foto: Lucía Castillo, Flickr.
Nota.- Cuarto trabajo de una serie de 10 publicados en abril de 2009 en el blog Desde La Habana. Todos los posts publicados en 2009, el primer año de existencia del blog, 'misteriosamente' desaparecieron.