jueves, 6 de octubre de 2011

La Isla


Cuba es un archipiélago donde sobresalen dos islas: la de Cuba (la mayor), y la de Pinos (la menor), que a partir de 1976, con la nueva división político-administrativa, sería denominada Isla de la Juventud. Contra todo pronóstico, no pasó a ser una provincia, si no un municipio especial (desde enero de 2011, al dividirse en dos la llamada Habana-campo, en Cuba hay 15 provincias: Pinar del Río, La Habana, Artemisa, Mayabeque, Matanzas, Villa Clara, Cienfuegos, Sancti Spiritus, Ciego de Ávila, Camagüey, Las Tunas, Holguín, Granma, Santiago de Cuba y Guantánamo).

Cuando un cubano dice "nací en la Isla", "vivo en la Isla" o "trabajo en la Isla", queda sobreentendido que se refiere a la ex Isla de Pinos o la actual Isla de la Juventud: se le sigue identificando con los dos nombres. Pineros se les dice a los nacidos y residentes en la Isla.

En 1966 viajé por vez primera a Nueva Gerona, capital de la entonces Isla de Pinos. Fui en uno de los cinco vuelos que en ese tiempo tenía Cubana de Aviación. En la actualidad, hay días con tres vuelos y otros con dos, pero a quienes opten por la vía aérea se les recomienda reservar para el primer vuelo, pues el otro o los otros pueden ser cancelados. El trayecto, de media hora, se hacía en "paticos", como le llamábamos a los Yak-42, de fabricación soviética.

También se podía ir en el ferry, mucho más barato, pero más incómodo y demorado: 6 horas tardaban aquellos viejos barcos en cubrir la ruta desde Nueva Gerona hasta Batabanó, municipio costero al sur de La Habana. En Batabanó había que tomar un ómnibus que demoraba más de una hora en llegar a su destino, la terminal de los ferries, en la Avenida 26, frente al Zoológico.

La situación mejoró cuando pusieron los cometas, embarcaciones marítimas fabricadas en la URSS. El billete costaba más que el ferry, pero menos que el avión. En los cometas no cabían demasiados pasajeros ni equipajes, pero dos horas bastaban para atravesar el mar que separaba a una isla de otra.

Ya los ferries pasaron a la historia. En 2004 quedaba uno, en pésimas condiciones. También desaparecieron los cometas, sustituidos por catamaranes, con capacidad para 250 a 300 pasajeros.

La palabra catamarán es de origen tamil y fue un invento de los paravas, comunidad de pescadores de la costa sur de Tamil Nadu, en la India. Algunos catamaranes funcionan como ferries, es el caso de los que operan entre la Península Ibérica y Baleares o Francia y el Reino Unido. La versión motorizada es la utilizada para navegar entre Batabanó y Nueva Gerona. Los catamaranes cubanos son construidos en los astilleros Dámex, en la Bahía de Níspero, Santiago de Cuba. Al frente del negocio se encontraba un holandés, Ven van Dam.

Volviendo a la Isla. En 1966 al padre de mis hijos, abogado de profesión, lo nombraron delegado del Ministro de Justicia en Isla de Pinos, pero no fue hasta 1968 que me mudé a Nueva Gerona con mis dos hijos, Iván y Tamila, entonces de 3 y 4 años.

Mientras el resto del país se preparaba para realizar en 1970 una zafra de 10 millones de toneladas, en Isla de Pinos, donde la tierra arcillosa no permitía el cultivo de caña de azúcar, las movilizaciones eran para alcanzar altas producciones de cítricos, sobre todo de toronjas.

La ausencia de cañaverales no acomplejaba a los pineros, porque ellos en ese momento, apoyados por todas las organizaciones habidas y por haber, se proponían lo que nadie aún en el planeta ningún país había logrado: construir el comunismo primero que el socialismo.

Para materalizarlo, debía eliminarse el dinero, considerado un "instrumento corruptor del hombre" (en los 60, La Internacional se escuchaba más que el Himno Nacional). La contabilitad y los controles financieros cayeron en desuso. Eso no ocurrió solamente en Isla de Pinos, también en el resto del país. Recuerdo que en el 68, en la esquina de nuestra casa de La Habana, en Monte y Romay, el banco fue convertido en taller de artesanía. La agricultura era la opción para los contadores y cajeros que no quisieron ser artesanos.

En 1969 me divorcié y para no seguir teniendo como jefe a mi exmarido, dejé mi puesto de oficinista y auxiliar en el Registro Civil y me trasladé al comité regional de la Unión de Jóvenes Comunistas, a cubrir una plaza de mecanógrafa y secretaria. Continué ganando lo mismo, 148 pesos, pero allí el dinero rendía más. Si en los centros laborales pineros pocas cosas se pagaban, en la sede local de la UJC la gratuidad era aún mayor.

En esa época, al menos en Isla de Pinos, la moda era ir vestido a lo Mao: todo el tiempo con pantalones y camisas de trabajo, elaborados en la Textilera Ariguanabo, de un grueso tejido de algodón y poca variedad de colores. Por calzado, botas rusas. La alternativa para niños y mujeres eran los "kikos", nombre popular del calzado plástico, también de producción nacional.

En la UJC regional, a empleados y dirigentes les daban toda la ropa de trabajo que necesitaran o quisieran. Cuando iba de pase a La Habana, llevaba un par de esas camisas, para mi mamá y tías. Eran de mangas largas, imprescindibles para protegerse de los mosquitos y jejenes, habitantes naturales de la Isla. Como en la capital no habían demasiados insectos y sí mucho calor, las mujeres de mi familia les quitaban las mangas y las feminizaban, con cenefas hechas por bordadoras en máquinas eléctricas de coser.

Pero el regalo más apreciado por mi madre no eran las camisas, sino la rueda (24 cajetillas) de cigarros Populares que siempre le llevaba. Tenía derecho a una rueda gratis al mes, pero como yo nunca fumé, la guardaba para cuando una vez al mes saliera de pase. Ella era una fumadora empedernida desde los 12 años.

En el tiempo que viví y trabajé en la Isla, mi madre apenas gastó dinero en cigarros. Pero nunca se detuvo a pensar, y menos a cuestionarse, lo que esas cajetillas representaban: una de las tantas y disparatadas consignas puestas en marcha por Fidel Castro y su revolución.

Tania Quintero

Foto: Vista aérea de Nueva Gerona, capital del municipio especial Isla de la Juventud.
Leer también: Isla de la Juventud y Un viaje de pesadilla.

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