martes, 4 de octubre de 2011

Turismo clandestino


Este verano, las excursiones en ómnibus estatales “secuestrados”, se convirtieron en la oferta preferida por los cubanos de a pie para disfrutar de las vacaciones. En competencia con las excursiones ofrecidas, a precios inalcanzables, por las agencias de viaje estatales, los guías de turismo clandestino dominan el mercado nacional.

No hace falta licencia. Cualquiera puede convertirse en guía ilegal. El “empresario” sólo tiene que parar en la calle a un ómnibus de transporte para trabajadores, y proponerle el negocio al chofer. El chofer se encarga de ajustar su jornada laboral en la empresa y de la sustracción temporal del vehículo. Paga la correspondiente comisión al jefe de transporte, que controla el uso del ómnibus, y así se cierra el negocio.

Coordinado el “préstamo” del vehículo, el guía corre la voz en el barrio y, en un par de días, aparecen excursionistas suficientes para llenar los 45 asientos de la guagua. Los interesados abonan el pasaje, se hacen los preparativos y arranca la excursión.

Para evitar ser detenidos en los puntos de control policial, cuando el recorrido es largo, las salidas se hacen de madrugada. Siempre en puntos alejados de avenidas y calles principales, los excursionistas abordan el transporte y parten hacia su destino. Puede ser Soroa, en Pinar del Río, o el Santuario de la Virgen del Cobre, en Santiago de Cuba.

Para lidiar con los inspectores estatales, apostados en las carreteras, los choferes falsifican una carta de la empresa que supuestamente autoriza el viaje para “trabajadores vanguardias del centro”. Si el truco no funciona o el inspector cuestiona la veracidad del documento, un billete de 20 pesos convertibles, convenientemente colocado debajo de la carta falsa, lo convencen inmediatamente de que el ómnibus va repleto de verdaderos obreros de vanguardia que disfrutan de un merecido estímulo de su empresa.

El precio de las excursiones depende del destino y la distancia. Un dólar para una excursión a las playas del Este de La Habana; 4 dólares a Varadero, Soroa o Viñales, y 40 dólares por una excursión a El Cobre, con derecho a una noche en el motel de la iglesia. Los guías aplican un gravamen de entre 50 centavos y un dólar por pasajero y ofrecen servicio gastronómico a bordo: desayuno, merienda y bebidas alcohólicas.

Al llegar al lugar, los choferes estacionan sus vehículos, escondidos en callejones o calles de poco tráfico. Si la excursión es cerca, algunos regresan a sus centros y trabajan durante el día, para regresar después a recoger a los excursionistas clandestinos. El viaje de regreso siempre se inicia después de las 5 de la tarde, hora en que los inspectores estatales de transporte terminan su jornada laboral.

Los viajes semi-clandestinos ganaron popularidad nacional hace más de diez años. En aquella época, los organizadores llegaron a colgar letreros anunciando las ofertas con los precios en las fachadas de sus casas. Hasta que el gobierno ordenó redadas policiales para eliminarlos. Con multas fueron sancionados los guías, choferes y funcionarios de las empresas involucradas en la componenda.

Sin desaparecer del todo, las excursiones se tornaron más discretas, hasta volver a su actual popularidad. Como fantasmas, circulan por las calles las guaguas 'secuestradas', repletas de turistas clandestinos.

Augusto César San Martín
Cubanet, 11 de julio de 2011
Leer también: El tour que nos toca.

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