sábado, 31 de marzo de 2012

Vuelven los aires acondicionados


El tropel de gente que se arremolina en los estantes del Centro Comercial Carlos III es impresionante. Ahora mismo estamos en el departamento de equipos electrodomésticos.

Ya están a la venta aires acondicionados, sartenes eléctricos, tostadoras y freidoras. Desde 2003, por orden de Fidel Castro, el ministerio de Comercio Interior había prohibido la venta de esos artículos. Ahora el General Raúl Castro echó abajo los decretos que prohibían su venta.

Rosa, ama de casa, está contenta. “Ya puedo ahorrar y comprar un aire. También quisiera adquirir una ducha eléctrica”, dice mientras mira compulsivamente de un mostrador a otro. Ella padece del síndrome de la cucarachita Martina.

No sabe qué comprar. Sus parientes en Miami le giran 300 dólares mensuales. Pero cuando observa que el precio de un aire acondicionado supera los 880 dólares, sabe que tendrá que seguir guardando dinero en la alcancía (hucha).

En Cuba, las personas suelen ir a las shoppings (tiendas recaudadoras de divisas) en plan de safari. Aprietan sus narices contra las vidrieras, manosean los artículos y se prueban los últimos vaqueros Diesel. Es casi una manía. Mirar y no comprar.

En este verano de calor espantoso visitar tiendas y boutiques siempre es agradable. Se mata el tedio. Te atienden de primera, con buenas tardes y señor incluido. Y, sobre todo, uno toma un soplo de aire acondicionado. Que no está mal.

La gente ve a las shoppings como una especie de oasis en un desierto. Luego si compras o no, deja de ser importante. Lo primero es curiosear. Apuntar los precios. E indagar con el rostro serio las cualidades técnicas de un ordenador, el tele de plasma, “sí aquel, el de 42 pulgadas”, o la última novedad en La Habana, los aires acondicionados.

Diego, con pinta de maceta (tener dinero), sí fue a comprar. Es un gordo sudoroso con el cuello cargado de cadenas de oro. Es cubano. Pero del otro lado.

Ha ido con toda la tropa. Hijos, tíos, primos y dos abuelas. El tipo viene a gastar. Y bastante. Desde juguetes, que por su alto precio estaban cubiertos de polvo en un rincón, hasta perfumes, calzados, un ordenador para su sobrino y tres aires acondicionados, para que su familión soporte mejor estos calores africanos.

“Se me fueron casi 4 mil dólares. Pero valió la pena. Llevaba 15 años sin venir a Cuba. He trabajado duro y las cosas me han salido bien”, dice mientras se seca el sudor con un pañuelo. “Este calor no hay quien lo soporte. Si a algo me he acostumbrado en Estados Unidos es que todas las casas, oficinas y comercios tienen aire acondicionado”, agrega.

Diego y su familia revisan meticulosamente las compras. Sobre todo los aires acondicionados. El hombre es técnico en equipos climatizados. “No son tan buenos como un Admiral, pero creo que resolverán”, apunta. La familia asiente satisfecha. Hasta hoy no tenían ninguno.

Iván García
Foto: Centro Comercial Carlos III, en La Habana.

viernes, 30 de marzo de 2012

Lo que el Papa vio en Cuba


Cientos de millones de personas vieron al Papa en Cuba, oyeron sus discursos y contemplaron lo que allí sucedió. Cada uno de esos testigos percibió la visita de manera diferente. Ahora lo interesante es saber cuál fue la percepción del Papa y de su entorno. Esto es lo que he podido averiguar por medio de fuentes eclesiásticas que desean mantenerse en el total anonimato.

Primero. A Benedicto XVI le sorprendió el inmenso contraste entre el recibimiento mexicano -alegre, libre, multitudinario y espontáneo- y las crispadas ceremonias cubanas, precedidas por centenares de detenciones, evidentemente controladas por la policía política. El espectáculo horrendo de un joven salvajemente golpeado por un policía disfrazado de camillero de la Cruz Roja le tocó el corazón al Santo Padre y se interesó personalmente por su destino. Al fin y al cabo, el pobre hombre sólo había gritado “abajo el comunismo”, versión popular de lo que él mismo había dicho al salir de Italia cuando declaró que el marxismo era una ideología fracasada a la que había que enterrar.

Segundo. Al Papa y a su séquito les pareció lamentable que Raúl Castro pronunciara en Santiago de Cuba el clásico discurso estalinista de guerra fría con que intentaba justificar la dictadura. Esperaban un mensaje de cambio y de esperanza, no de reiteración de las líneas maestras del régimen. Ese texto, junto a los discursos que pronunciaron el canciller Bruno Rodríguez y el vicepresidente a cargo del sector económico, Marino Alberto Murillo, los convencieron de que Raúl Castro está mucho más interesado en mantenerse anclado en el pasado que en preparar un futuro mejor para los cubanos.

Tercero. Comprobaron, con dolor, que la petición del anterior Papa, Juan Pablo II, durante su visita hace 14 años, de que los cubanos perdieran el miedo, había sido inútil. Salvo unos cuantos centenares de demócratas de la oposición, permanentemente acosados y golpeados, y a veces encarcelados, ésa es una sociedad podrida por el miedo. Pero la manifestación de miedo que más les intrigó no fue la de los opositores, sino la de los aparentes partidarios. Conocieron muy de cerca el doble lenguaje y eso los aterró. Cuando hablaban a solas con los funcionarios, estos se manifestaban abiertos, tolerantes y deseosos de reformas profundas que abarcaran el terreno político. Uno, en privado, hasta llegó a admitir que eran necesarios el multipartidismo y las elecciones libres para que la sociedad realmente avanzara hacia la modernidad, aunque los comunistas perdieran el poder. Pero, tan pronto se sumaba otra persona a la conversación, o aparecían los periodistas, retomaban el discurso ortodoxo más inflexible y estalinista, repitiendo el guión oficial sin excluir una sola coma.

Cuarto. El Papa y su comitiva confirmaron lo que ya intuían: la Iglesia cubana está escindida en dos líneas clarísimas: la del cardenal Jaime Ortega, contemporizador hasta el extremo colaboracionista de pedirle a la fuerza pública que desalojara un templo ocupado por unos feligreses que deseaban protestar contra la dictadura, a sabiendas de que serían detenidos y seguramente maltratados, y la de obispos como Dionisio García, quien fue ingeniero antes de ordenarse como sacerdote, mucho más firme en su rechazo al régimen cubano. Mientras Jaime Ortega se queda en el ámbito de la compasión por algunas víctimas del gobierno (evidentemente no de todas), Dionisio (aun cuando sigue siendo amigo del Cardenal) y otros sacerdotes, como el famoso cura José Conrado Rodríguez, párroco en una iglesia de Santiago de Cuba, están convencidos de que no habrá alivio ni reconciliación entre los cubanos hasta que ese régimen no sea pacíficamente sustituido por una verdadera democracia que tome en cuenta las opiniones de toda la sociedad y no solamente la de un puñado de ultracomunistas enredados en las telarañas del pasado.

Quinto. El Papa comprobó que su contemporáneo Fidel Castro -tienen la misma edad- está en peores condiciones físicas y mentales que él. Encontró a un ancianito físicamente desvalido, mentalmente errático y con graves dificultades para comunicarse. Está liquidado. El papa, que es un hombre bueno, oró por él. Ésa es la costumbre cristiana.


Carlos Alberto Montaner
Foto: EFE, tomada de El Nuevo Herald.

jueves, 29 de marzo de 2012

Vivir es eso


La misma firma que Manuel Díaz Martínez (Santa Clara, Cuba, 1936) ha puesto desde su adolescencia al pie de sus poemas para certificar que es suya la emoción, la sabiduría y la música que ofrece. La misma firma que, asentada al final de otras hojas, lo convirtieron en un hombre peligroso, en un perseguido, un enemigo que merecía la cárcel o el destierro.

Una de esas hojas fue el acta del jurado (en el que estaba también José Lezama Lima) que le dio a Heberto Padilla, en 1967, el Premio Nacional de Poesía por su libro Fuera del juego. La otra, una estrujada papeleta rayada que el poeta suscribió en 1991 en la que se reclamaba cambios y reformas en el país. El documento circuló bajo el título de Carta de los diez y lo encabezaba la escritora María Elena Cruz Varela.

Pocos días después de estampar ahí su nombre y su apellido, el poeta tuvo que irse. Y vino a España, regresó a la tierra de su familia y se instaló en Las Palmas de Gran Canaria, donde vive y trabaja, que es una manera de amargarle el gesto represivo a los burócratas porque trataron de alejarlo y lo dejaron muy cerca, en su otra isla, donde sólo hay un suave sobresalto en las esferas de los relojes y Manolo puede ver el sol y sentir el aire desde la ventanilla de la misma guagua a la que se subió de niño en las inquietas Villas, su provincia natal.

Su poesía completa, los versos de medio siglo de trabajo, aparecen ahora bajo el título de Objetos personales en la colección Biblioteca Sibila. En esas páginas están las huellas claras del recorrido de Díaz Martínez con sus prisas por distanciarse de la complicada maquinaria verbal del grupo de Orígenes y lanzarse a la calle, a buscar -pienso yo, como el bolero-, una sensibilidad que vive (siempre en peligro) en las conversaciones cotidianas, en el compás de la palabra que necesita ser rescatada del aire.

Los críticos, los expertos y los profesores que usan mapas levantados a mano, podrán poner la poesía de Manuel a vivaquear en cualquiera de esos patios cercados donde suelen esperar la gloria los poetas que merecen, al menos a juicio de algunos, aparecer en una lista preventiva para que nadie se olvide de olvidarlos.

Lo que pasa es que la vibración, la ironía, la alegría contenida en los mismos temblores de su tristeza, todo lo que ha cantado y sufrido este hombre, no se puede medir ni inventariar. Ahí está esa canción, libre y abierta en la memoria de su país, en la de Hispanoamérica y en el espacio que le toca en la lengua española.

Manuel es un escritor que prefiere las impurezas. Sus versos conversacionales tienen el respaldo de su gran dominio del idioma, las lecturas de los clásicos y una manera de andar por la vida recomendada en Cuba para estar alerta y no subir a las nubes y olvidar la tierra. Un filosofía que le ha servido para contar la vida (y vivirla) con fuerza y honradez.

En los poemas que aparecen en su libro uno puede hallar destellos y honduras de la más reciente historia de Cuba. Son pasajes marcados por el ritmo del corazón del poeta. Una máquina escondida y grave que ha tenido serenidad y valor para recibirlos o provocarlos. Y talento y pasión para sacarlos de su envoltura cotidiana.

Aquí hay unos versos de Manuel Díaz Martínez: Son lo que son: minúsculos insectos/ quemados por la llama de la lámpara./ Todos pardos, inmóviles, iguales./ Descansa, que ya es buena recompensa/ por toda la penumbra que esquivaron/ y por toda la luz que pretendieron.

Raúl Rivero
El Mundo, 28 de noviembre de 2011

martes, 27 de marzo de 2012

Tiempo escrito

"Cubo Letras" Patricia Golombek por ARTExplorer.

El periodismo no me es ajeno. Desde los 10 años, mis vacaciones escolares transcurrían en la redacción de la revista Bohemia, donde laboraba como reportera Tania Quintero, mi madre. Crecí entre el teclear de su máquina de escribir en la casa y los viajes por toda la isla, en los que ella, grabadora en mano, y acompañada de un fotógrafo, realizaba sus funiones periodísticas.

Esa etapa me trae gratos recuerdos. Bohemia, fundada en 1908, era la crema y nata del periodismo. Niño aún conocí a destacados reporteros. De todos ellos, a Jorge Alfonso le tengo especial afecto, igual que al fotógrafo Luis Toca. Siempre fui amante del béisbol, sobre todo de Industriales, el equipo de la capital. Con su conocimiento y su claridad didáctica, Jorge supo explicarme a fondo el béisbol y pude conocer a ídolos de mi infancia, como Rodolfo Puente y Armando Capiró.

Tenía 15 años cuando mi madre dejó Bohemia. Cursaba el décimo grado y la escuela me aburría. Me escapaba a leer libros. Fue en la biblioteca del preuniversitario René O. Reiné, antiguo Instituto de la Víbora, donde tropecé por vez primera con un libro de poemas que me convenció. Se llamaba Papel de hombre y había sido escrito en 1969 por el poeta y periodista Raúl Rivero.

En 1989, al terminar el servicio militar, fui contratado para trabajar como asistente de programas en el Instituto Cubano de Radio y Televisión. En ese momento, mi madre era periodista de los servicios informativos de la televisión cubana, lo que me permitió participar en la realización de varios programas. La Pelota y El Servicio Militar, fueron dos de los temas que le sugerí para Puntos de Vista, espacio televisivo que por aquella época salía al aire una vez a la semana en horario nocturno estelar.

En varias ocasiones salí a grabar a las calles. Muchas horas permanecí en una sala de edición. Adquirí conocimientos acerca del periodismo televisivo. Pero al terminar el contrato quedé cesante. Comenzó entonces mi inestabilidad laboral. Trabajé como plomero en la construcción, pero ese oficio no me gustaba. Lo mío era el periodismo.

La oportunidad la tuve en diciembre de 1995. Fue un regalo de Navidad saber que Raúl Rivero, aquel poeta coloquial y directo que había leído en mi adolescencia, me aceptaba en Cuba Press, agencia de prensa independiente. Me dio la responsabilidad de escribir sobre deportes. Hasta 1999, todas las semanas redactaba unas notas tituladas Minideportivas, que alternaban con artículos de opinión sobre el deporte cubano, como El regreso del "mago" Mesa; Rescatan a Douglas mientras Duquesne se muere; El reverso de las medallas y Rueda la cabeza del "príncipe de las alturas".

Después de mi detención por la Seguridad del Estado, el 8 de marzo de 1991, mi madre fue puesta en una "lista negra". Pero ya a principios de 1995, ella había comenzado a valorar la posibilidad de retomar el periodismo de manera independiente, en una de las agencias que se estaban formando. Me preguntó mi opinión y le dije que era una magnífica oportunidad para eliminar las ataduras mentales y hacer un periodismo libre.

Habló con Raúl Rivero. Y el 23 de septiembre de 1995, cuando se hizo pública la creación de Cuba Press, el nombre de Tania Quintero Antúnez aparecía entre los fundadores. Una decisión valiente. Por los riesgos a su edad en esos momentos, 53 años. Y porque todo su largo historial de trabajo en la revolución, iniciado en agosto de 1959, quedaría relegado y tratarían de convertirla en 'no persona'.

Iván García
Foto: ARTExplorer, Flickr. Fragmento de la escultura Cubo Letras, de Patricia Golombek, artista plástica brasileña.

domingo, 25 de marzo de 2012

Los sospechosos y los recelosos


Tengo que confesar que me siento muy acomplejado: hace casi un año que no soy detenido o siquiera citado para interrogatorio por la policía política. Por supuesto que mi móvil sigue pinchado, mi casa discretamente vigilada, así como mis movimientos por la ciudad y sus suburbios. Pero a los segurosos, últimamente sólo los veo de lejos, en sus motos Suzuki, con cara de que no me ven ni les importo.

Si se tiene en cuenta que estoy entre los más activos periodistas independientes y que en los últimos meses han arreciado en todo el país los arrestos de opositores por diferentes periodos de tiempo y con mayor o menor grado de violencia y coerción, es para preocuparse.

El principal motivo de mi intranquilidad y acomplejamiento no es por los oficiales de la Seguridad del Estado -les juro que no los echo de menos para nada- sino por la paranoia desatada últimamente entre ciertos opositores y periodistas independientes, que mientras compiten por los roles protagónicos, se lanzan puyas y se ponen zancadillas, desconfían hasta de su sombra y aseguran por enésima vez que ya no se sabe entre nosotros quién es quién.

El fenómeno no es nuevo, pero no deja de regocijar y facilitar el trabajo de zapa de los segurosos. A cualquiera le colgamos un cartelito de “sospechoso de trabajar para la Seguridad del Estado”. Lo mismo al que no reprimen que al que reprimen demasiado. Particularmente a estos últimos. De ellos se dice que es que la policía política los quiere resaltar sobre los demás. Aun a costa de machacarlos a golpes -aunque sean mujeres, mejor aún si lo son- y tenerlos encerrados en calabozos la mayor parte de la semana.

Lo paradójico de todo esto es que hasta hace poco, los arrestos, interrogatorios, golpizas, y hasta el número de agentes, carros patrulleros y motos Suzuki implicados en los hostigamientos y operativos, constaban como méritos -¿para el Departamento de Refugiados de la Sección de Intereses de Estados Unidos en Cuba?- en el expediente de un opositor. A algunos hasta les daba envidia. Ahora es todo lo contrario: los muy reprimidos por los esbirros del régimen provocan desconfianza.

Es comprensible la paranoia. Recientemente han aparecido demasiados disidentes de utilería y palabra fácil, fakires y orates con levita, cuya única función parece ser desacreditar y ridiculizar a la oposición interna. Pero no hay que exagerar. Dicen que el pájaro se conoce por la cagada.

Ahora, luego de tanto tiempo de confusión entre los límites del activismo opositor y el periodismo independiente, que alegremente cruzábamos a cada rato, cuando ciertos colegas apsionados e hiperactivos se involucran en marchas y protestas callejeras, irremediablemente caen bajo las suspicaces lupas de los que se dicen expertos en descubrir infiltrados.

Lo malo es que algunos de ellos, con su suspicacia enfermiza, lo que tratan es de justificar sus miedos y su acomodamiento a dejar que sean otros los que hagan y deshagan en contra de la dictadura.

Con tantos que se hacen los sabichosos y los cabrones en cuanto a tácticas policiales, descubro que nunca imaginé cuán obvios suelen ser en el G-2 (Departamento de Seguridad del Estado) a la hora de fabricar leyendas para sus agentes de penetración. No me explico cómo han logrado tanto éxito en dividirnos y ponernos a pelear como perros y gatos.

Máxime con los patéticos topos que han destapado en los últimos tiempos. Tal vez se esfuerzan ahora para que la próxima hornada de destapados sea mejor. Ojala no vayan a estar entre ellos, en vez de los demasiado revoltosos y reprimidos, algunos de los demasiado recelosos. Aunque, a estas alturas del desparpajo nacional, ninguno de los dos casos me asombraría.

Luis Cino, en su blog Círculo Cínico
Foto: Luis Cino, fotografiado por Iván García en enero de 2011.

viernes, 23 de marzo de 2012

Lo que se cayó del camión


De toda la vida, ser camionero o trabajar en una plataforma de contenedores ha sido un negocio lucrativo en Cuba. Y mucho. Bien lo sabe Eulalio, chofer con 23 años de experiencia en camiones de cargas pesadas.

Oriundo de un pueblo perdido en La Serpa, Sancti Spíritus, a 400 kilómetros de La Habana, desde hace tres lustros Eulalio reside en una casa construida gracias a “lo que se cae del camión”, en las afueras de la capital.

Los embarques hurtados que ha llevado en su camión han sido la fuente principal de dinero para amueblar su vivienda y hasta comprarse un viejo Dodge estadounidense de los años 50 que es casi una joya. Nada de eso ha salido de su salario.

En el último ciclón, hace tres años, la transportación de tejas de fibrocemento fue confiada a militares. El régimen tenía claro una cosa: si deseaba que las tejas la recibieran los más necesitados, no podían dejar en manos de instituciones estatales su reparto. No hubieran llegado a los más afectados.

En La Habana, en barriadas donde la gente construye o repara sus casas, es habitual ver cómo a la luz del día, camiones de carga tranquilamente bajan grandes cantidades de cemento, arena, gravilla, bloques, lozas y otros materiales de construcción. Todo por la izquierda.

'Lo que se cae del camión' es un robo al detalle. Sí, es cierto que se birlan cajas de ron extraseco, cerveza clara Cristal, bolsas de cemento o jeans importados de China.

Pero el atraco mayor se da en las bases de contenedores. En el propio puerto o posteriormente. En septiembre pasado, en la última reunión de ministros encabezada por Raúl Castro, de eso se habló.

Según la prensa oficial, se ofrecieron datos sobre la extracción mayúscula de contenedores y las pérdidas millonarias que ocasionan al país. Algo hay que hacer, dijo el General, para detener el robo.

Será difícil. Romper contenedores y robar parte de las cargas de camiones que viajan a otras provincias, ya es una cultura dentro del personal que labora en ese sector.

Es, no lo duden, el primer eslabón del mercado negro cubano. También engorda los bolsillos de tipos, aparentemente invisibles, que ocupan gerencias importantes y con una cizalla no tienen que romper un contenedor, pero a su bolsillo va a parar el grueso de los billetes que generan sus ventas.

Un camionero como Eulalio puede, y lo hace, vender diez sacos de leche en polvo o sustraer unos cuantos pares de botas para ofertar en el mercado subterráneo.

Pero los robos de cientos miles de pesos convertibles, de televisores de plasma y otros efectos electrónicos, están amparados por personas corruptas que dirigen clanes estatales y mafiosos, protegidos por esa impunidad que otorga un puesto cotizado dentro de la nomenclatura criolla.

Del camión se caen muchas cosas. Pero el simple chofer u operario del puerto carga, con lo justo para alimentar a su familia o montar un timbiriche que le ofrezca algunos pesos en moneda dura. No mucho más.

Las pérdidas millonarias se realizan de otra forma. Bajo el paraguas de ministerios y empresas mixtas. Lo saben las autoridades. Pero resulta más fácil abrirle un expediente delictivo al trabajador de un almacén o a la cajera de una tienda por divisas que a un funcionario con galones.

En estos casos, siempre me hago una pregunta: cómo es posible, si el gobierno dice que el pueblo es el propietario de todo, que la gente se robe a sí misma. O los ciudadanos no confían en el sistema. O son cleptómanos genéticos.

Iván García
Foto: Reuters. Camión cargado de plátanos y otros productos agrícolas para distribuir en mercados estatales circula por La Habana.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Ay, Cuba, qué mal te veo


Mercedes-Benz ha tenido que disculparse por haber usado la famosa foto del Che Guevara -la de Alberto Korda, con boina y barba- en un acto promocional que se celebró en Las Vegas, en una feria tecnológica. Con intención irónica, los de Mercedes-Benz sustituyeron la estrella de cinco puntas que el guerrillero llevaba en la parte frontal de la boina por la marca de la empresa, la circunferencia con estrella de tres puntas dentro. Se han disculpado porque hay quien se ha sentido molesto por la utilización de la imagen del Che.

Mientras iba leyendo la noticia pensaba: los que han protestado por ese uso desmitificador y capitalista de una de las figuras máximas del santoral castrista deben de ser los cubanos marxistas, que todavía tienen al Che en un altar. Pues no. Los que han protestado han sido los cubanos de Miami. La imagen del Che les repugna tanto que no soportan verla, ni que sea con este uso burlón.

Nos encontramos ante una novedad. Tradicionalmente, son los seguidores de un personaje los que se ofenden cuando su imagen aparece manipulada, porque lo consideran una befa. Eso es lo que pasa a menudo con la República Popular China y sus embajadas y sus consulados en el mundo, que no toleran guasa alguna con Mao Zedong, aunque haga treinta y cinco años que el hombre cría malvas. Pasó cuando Manel Ollé presentó el libro Made in China, en cuya cubierta aparece Mao con orejas de Micky Mouse.

Pasó también cuando, hace cuatro años, Citroën tuvo que retirar de la prensa española un anuncio donde, sobre un coche de esa marca, aparecía una enorme cara de Mao con un rictus medio de fastidio. Según parece, las quejas vinieron de los chinos que viven en España, incapaces de soportar esa afrenta al Gran Timonel.

También recibieron quejas los diversos anuncios de Ryanair donde aparecían Sarkozy, Carla Bruni, Zapatero, Berlusconi y la suegra de Urdangarin, y el anuncio de ropa de American Apparel donde salía Woody Allen, y el de una web de juegos en línea con la cara de Vladímir Putin fotomontada sobre el cuerpo de Daniel Craig haciendo de James Bond.

Pero en todos esos casos las quejas venían de los afectados -de Putin, de Woody Allen, de la suegra de Urdangarin, de Zapatero, de Bruni, de Sarkozy, de los fieles a Mao-, no de los que, como ha pasado ahora con el Che, están en contra del guerrillero y tendrían que ver que ese tipo de burlas les van a favor, porque contribuyen a desgastar la sacralidad del líder que rechazan.

Pobre Cuba, cuando finalmente caiga el castrismo, si los cubanos de Miami tienen tan poca cintura como para no entender qué supone poner la marca de Mercedes-Benz en la boina del Che. Saldría ahora Janis Joplin de la tumba cantando "Oh Lord, won't you buy me a Mercedes-Benz?" y creerían que están en misa de domingo.

Quim Monzó

La Vanguardia, 19 de enero de 2012

martes, 20 de marzo de 2012

Destrozar la historia


En Cuba hay una deuda notoria a la hora de contar la historia de la nación.

Revisemos los cuadernos de los alumnos de primaria. Sus imágenes y textos dicen que Fidel Castro ha sido un padre para los niños y que antes de la Revolución, la isla era un protectorado yanqui, atestado de corruptos y gangsters.

Nada bueno se habla de los 58 años de República, en el siglo XX, y menos de los logros alcanzados en el XIX.

No se mencionan los avances en la radiodifusión , los progresos en la sanidad, el crecimiento de la renta per cápita, las productivas zafras azucareras o que estuvimos entre los primeros países del mundo en tener televisión. Y quizás el primero en recibir una transmisión televisiva internacional, antes que existiera la vía satelital, cuando en la década de los 50, gracias al uso de un avión se retransmitió la serie mundial de las Grandes Ligas de Estados Unidos.

Para la historiografía oficial, lo rescatable del pasado son universitarios combativos como Julio Antonio Mella, políticos como Antonio Guiteras o líderes sindicales como Jesús Menéndez y Aracelio Iglesias.

Los niños cubanos -es el caso de mi hija de 9 años - crecen con la idea de que antes de 1959, una pobreza atroz campeaba por todo el país, y que el pueblo, cansado de tantos abusos, se alzó en armas para cambiar el estado de cosas.

Cierto que en la Cuba republicana hubo desmanes, corrupción, contrabando y amplias diferencias entre el campo y la ciudad.

Pero había democracia, aunque ésta fuera inmadura y perfeccionable. También había libertad de expresión y de asociación.

El Partido Socialista Popular (PSP) pasó proscrito buena parte de su existencia. Uno de sus mejores momentos los tuvieron en el primer gobierno de Fulgencio Batista (1940-44). Si los declaraban ilegales, los del PSP se las arreglaban para mantener su periódico, Noticias de Hoy, a no ser después del golpe de estado de Batista, en 1952, cuando destruyeron la maquinaria y cerraron el local, en Desagüe entre Oquendo y Marqués González, Centro Habana. También tuvieron una emisora, la Mil Diez, por la cual desfiló la crema y nata de la música, cultura e intelectualidad de la época. Fue inaugurada el 1 de abril de 1943 y clausurada y destruida el 12 de marzo de 1948 por paramilitares del gobierno de Ramón Grau San Martín.

Se podría decir que en la etapa republicana se hubiera necesitado más democracia e instituciones más sólidas. Leyes más fuertes contra el crimen organizado, la corrupción, el nepotismo, los pandilleros -entre ellos el propio Fidel Castro- y lo s que vivían de 'botellas' públicas (personas que cobraban sin trabajar).

Había que reformar una nación y blindarla contra golpes de Estado , como el de Fulgencio Batista el 10 de marzo de 1952, y las ansias dictatoriales de tipos como Gerardo Machado, presidente de 1925 a 1933.

La solución no era enterrar el Habeas Corpus; unir los tres poderes judiciales bajo un solo puño, el del comandante; prohibir las huelgas obreras; eliminar la prensa libre; prohibir otros partidos políticos y fusilar o condenar a muchos años de prisión a opositores pacíficos .

Si la asonada de 1952 la hubiese provocado Castro y el ataque al cuartel Moncada hubiese sido una acción militar dirigida por Batista, a tenor de lo acaecido cinco décadas después, a los implicados en semejantes osadías los hubiesen llevado a juicios sumarísimos y sin derecho a apelar, los hubiesen pasado por las armas.

En mi opinión, en su segundo mandato, en plena Guerra Fría, Batista fue un dictador sanguinario. Pero los Castro no se han quedado atrás. Y durante 53 años, contra viento y marea han ejercido férreamente el poder y mantenido un régimen totalitario. Y de una manera burda y manipuladora han contado la historia.

Esto ha tenido su precio. Varias generaciones de cubanos han crecido adoctrinados por las tesis oficiales . Si entre adolescentes y jóvenes se hace una encuesta sobre Cuba antes de 1959, se verá el desconocimiento profundo de esa etapa en nuestra vida nacional.

Para ellos , la Revolución y los hermanos Castro son sinónimo de Patria. El pasado republicano es arrojado al basurero . Casi nada, dicen, se puede rescatar de ese período. Ya se sabe: los ganadores suelen contar las cosas a su manera. Pero debería haber un límite . Y dejar de destrozar la historia .

Iván García

Foto: Una bodega cubana antes de 1959. Tomada de la primera parte de La Habana de mi infancia. Más fotos en la segunda parte y en la tercera y final.

lunes, 19 de marzo de 2012

De súbditos de tercera a ciudadanos de segunda


Cuando aborda el tema de la demoracia, el presidente del Parlamento cubano, Ricardo Alarcón, infla el pecho. Repetidas veces ha afirmado que “Cuba es el país más democrático del mundo".

Olvídense que en Noruega los policías andan sin pistolas. O que en Suiza mediante referendo se resuelve si estás de acuerdo en clausurar o dejar funcionando las centrales nucleares.

Según los líderes de la isla, esas democracias directas no son superiores a la cubana. Ahora, les digo, 'nuestra democracia' es rarita. Vamos a apartar las cuestiones políticas.

Ya se sabe que hay un solo partido. Y si eres muy recalcitrante a la hora de exponer tu disidencia, puedes ir a la cárcel por 20 años. Está contemplado en una ley de la República. Los opositores en Cuba vienen a ser lo que los esclavos en la antigua Roma: no tienen derechos.

También se les niegan a esforzados ciudadanos, que se parten el lomo en un surco de tabaco, reparando vías férreas bajo 35 grados de sol o llenando formularios en una oficina sin aire acondicionado, que debe ser apagado de 11 de la mañana a 3 de la tarde para ahorrar electricidad.

En la 'perfecta democracia cubana’ todavía debemos convivir con innumerables regulaciones absurdas.

Saltamos contentos porque si tenemos moneda dura, podemos reservar en un hotel, rentar un auto, comprar un ordenador y tener una línea de teléfono móvil. Bingo.

Hasta 2008 eso era ilegal. Pero nuestra ‘democracia pura’ funcionaba desde antes, a pesar de esas prohibiciones. Ahora, en pleno verano, Castro II autoriza a vender artículos eléctricos de cocina y los siempre necesarios aires acondicionados.

Las aspiraciones son como una golosina. La gente siempre quiere más. Y los disciplinados súbditos no se conforman y desean que el régimen abra la puerta. De salida y entrada.

Abajo los trámites para viajar. Echar al cesto las normas que prohíbe a los cubanos salir. Y que nuestros compatriotas en el exilio no tengan que pedir permiso para visitar su patria.

Pero quienes residimos en "la democracia más eficiente del planeta", también queremos tener acceso a la televisión por cable. Y si el General fuese generoso, no estaría mal, tener internet en casa y poder abrir cuentas en Facebook, Twitter o Linkedin.

Faltan pocos meses para que las autoridades permitan vender o comprar casas y autos. Quizás el Estado también inaugure flamantes agencias y vendan Hyundai, Audi o Peugeot.

Ahora que el Estado cubano está en liquidación se han invertido los papeles. Ya no habrá Papá Estado. En el futuro no existirán gratuidades. Los precios serán regidos por la oferta y la demanda. Y los súbditos, estatales o privados, con nuestros impuestos elevados sacaremos a flote al Estado.

Veremos si funciona. Y sobre todo, si sus tecnócratas verde olivo lo administran eficientemente. De golpe, los cubanos hemos subido de categoría.

De súbditos de tercera clase a ciudadanos de segunda. Ya podemos hacer turismo y comprar aires acondicionados. Pronto podremos vender o comprar coches y viviendas. Y a la vuelta de la esquina está la posibilidad de poder viajar al exterior.

Todavía habrá que espera por internet y la televisión por cable. Si somos optimistas, a lo mejor antes de 2015 lo tengamos.

De lo que no se habla en 'nuestra democracia socialista' es de reformas políticas. Cuando eso acontezca, entonces seremos ciudadanos de primera.

Aunque, según los mandamases criollos, la democracia cubana es la mejor del mundo. Será para ellos.

Iván García

sábado, 17 de marzo de 2012

¿Mercomar o Malcomer?


Apenas dan las 10 y 30 de la mañana de cada sábado, cientos de personas se aglomeran en las afueras de la pescadería especializada Mercomar, sita en Aranguren y Calzada de Diez de Octubre, en el municipio habanero de Arroyo Naranjo. Muy pocos entran a consumir, a pesar de que desde las 9 hay en venta tronchos de tenca y pez gato, pargo y cherna con cabeza, filetes de tiburón, mortadella de pollo, masa de langosta y camarones.

Lo que espera el grueso de los consumidores es el camión refrigerado que los sábados surte, puntualmente, decenas de cajas plásticas con el producto más socorrido para los consumidores de a pie: croquetas elaboradas con pescado de agua dulce.

Dos paquetes de 10 croquetas cada uno es la norma que se puede vender por persona, al módico precio de 5 pesos (0.30 centavos de dólar) el paquete.

Pero muchos consumidores marcan una y otra vez en la cola para garantizar el plato fuerte de la semana, que si tienen suerte, podrán acompañar con arroz y algún potaje mal sazonado. Otros, en cambio, los adquieren para revender a 10 pesos el paquete, lejos de la zona.

En menos de media hora se agotan las croquetas de pescado. Entonces la quietud se apodera nuevamente de la pescadería especializada. En las neveras de exhibición quedan productos nacionales inasequibles para el bolsillo del cubano pobre, como la langosta y el camarón, este último al precio de 86 pesos el kilogramo (3.90 dólares).

Mientras más de la mitad de la población cubana vive en condiciones miserables y se mal nutre con subproductos de carne animal, el interés del presidente Raúl Castro versa en acabar con aquellos cuatreros de “cuello blanco” que quebrantan la seguridad alimentaria.

¿Por qué además de rebajar en 20 ó 30 % el precio de 122 renglones de materiales para la construcción, los diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular, reunidos a finales de diciembre, no acordaron rebajar los alimentos, incluidos los productos del mar que oferta la cadena de pescaderías especializadas Mercomar?

Obviamente, a los diputados no les bajaron la orientación desde arriba, de allí donde el cuatrerismo de Estado protege y amamanta a otros “cuellos blancos”.

En los debates parlamentarios de diciembre pasado, y en el discurso de clausura de Raúl Castro, quedó relegado el tema oferta y demanda de productos alimenticios, fenómeno que ha desatado un despunte en los precios, tanto estatales como del sector privado.

En esta dirección, ajustar los salarios al nivel de vida actual parece ser para el Presidente otro sorbo de parsimonia: “sin prisa, pero sin pausa, con la integralidad y gradualidad requeridas, sin apresuramientos ni improvisaciones…”

Para el Estado cubano, “seguridad alimentaria” significa estabilidad en el surtido de alimentos, pago efectivo y puntual a los proveedores, así como aprovechar al máximo el potencial de las cooperativas y las tierras en desuso.

Mientras los burócratas de “cuello blanco” creen que reformular el costo de materiales constructivos o penalizar a los corruptos de turno, es todo cuanto se puede hacer de momento, olvidando que las croquetas sabatinas de Mercomar son la garantía alimentaria para tantos habaneros. Mejor que Mercomar debieran llamarle Malcomer.

Texto y foto: Odelín Alfonso Torna
Cubanet, 16 de enero de 2012

jueves, 15 de marzo de 2012

El asunto de la comida


No importa si recibes dólares o euros de tus parientes en la diáspora. Si eres trabajador privado y devengas mil pesos al mes (45 dólares). O si laboras por 20 dólares mensuales en un taller estatal. Todos gastan el 80% de sus ingresos para comer caliente dos veces al día. A veces más.

Hay una notable diferencia. Los que reciben euros o dólares del exterior se alimentan mejor. Comen pollo, carne de cerdo, frijoles negros y un surtido de viandas y hortalizas. Los fines de semana se pueden dar el lujo de cenar carne de res, pescado de calidad y hasta camarones.

Sus hijos toman leche dos veces al día. Y mientras ven el culebrón brasileño por la tele, pueden 'picar' maní tostado o tomar jugos naturales de frutas. Los que hace diez meses sacaron sus licencias como trabajadores por cuenta propia no están tan amplios a la hora de escoger el menú, pero el pollo, carne de cerdo y huevos no faltan en su dieta.

Aquéllos que trabajan 40 horas semanales en una fábrica estatal son quienes peor están. Si no pueden robar artículos de valor en su empresa y viven exclusivamente de su salario, entonces sólo pueden hacer una comida diaria y desayunar café ligado con chícharos y sin leche.

De cualquier manera, unos y otros gastan el 80% del dinero para comer. Y hacer milagros. Pregúntele a Nora, jubilada, las recetas que inventa para alimentar a un nieto con Síndrome de Down y a su esposo retirado. “En mi casa entran 450 pesos por las pensiones mía y de mi marido, y mi hija mensualmente me da cien pesos. 550 pesos (21 dólares) en total. Con esa cantidad tengo que cocinar para todo un mes”.

Según Nora, en el pasado verano el abastecimiento de algunos alimentos en los agromercados se mantuvo estable. Pero los frijoles, negros o colorados, estuvieron perdidos, igual que las judías y los garbanzos. “Los precios son los que no bajan”, dice con una media sonrisa.

Josefa, ama de casa, considera que, exceptuando los frijoles de cualquier color, últimamente ha habido una buena oferta y variedad. Vecinas de su cuadra aseguran que los agromercados particulares, como el de Cuatro Caminos, en el Cerro, el de 19 y B en el Vedado o el de 19 y 42 en el municipio Playa, están mejor surtidos.

“Casi siempre hay frijoles, y variedad de frutas y vegetales de estación. Eso sí, más caros que los agros del Estado”, afirma Yolanda, peluquera. Tampoco los mercados estatales venden muy barato. Los frijoles negros, cuando los hay, el Estado lo oferta a 8 pesos (40 centavos de dólar) la libra. Los frijoles colorados no faltan en los agros particulares: la libra cuesta entre 12 y 15 pesos (50 y 60 centavos de dólar).

A los particulares no se les permite vender arroz ni papas. Desde que en 2010 estos dos productos se pusieron en venta libre en comercios del gobierno, no ha habido baches en el suministro. “Ahora siempre hay arroz. También papas, aunque a veces desaparecen (http://www.cubanet.org/actualidad/viene-el-papa-pero-no-las-papas/). Los chícharos y los huevos por la libre rara vez faltan”, indica Marta, oficinista.

La libra de arroz se oferta a 5 pesos (25 centavos de dólar) y es el plato omnipresente en la dieta nacional. La papa, a peso la libra. Y el huevo a 1.50 cada uno. La mayoría de las personas con las cuales conversé reconoce que algunas cosas han mejorado desde que hace cinco años el gobierno de Raúl Castro se lanzara a fondo para revertir el problema de la comida.

También desde finales del año pasado de forma liberada se oferta azúcar, pasta dental y jabones de lavar o baño. El azúcar tiene un precio que es motivo de quejas. "Se vende a 8 pesos la libra (40 centavos de dólar). Ya nadie se acuerda que una vez Cuba fue la azucarera del mundo", dice Gustavo, maestro.

Lo que Castro II no ha logrado es abaratar el costo de los alimentos. Comparado con 2010, en 2011 la gente tuvo que pagar más caros los alimentos y el consumo eléctrico. Y lo peor: no hay una estrategia a corto plazo para elevar los salarios.

Las políticas de arrendamiento de tierras eran necesarias, pero están mal implementadas. Muchos campesinos consideran que se debiera ampliar el tiempo de arrendamiento hasta 99 años. Los agricultores privados también discrepan de la estrategia estatal de adquirir el 80% de la producción agrícola a precios ridículos, porque no incentiva a laborar la tierra.

El otro nudo gordiano que frena la producción de alimentos es burocracia. Si el plan de frijoles para el año pasado no se cumplió fue, entre otras cosas, debido a que la planta de fertilizantes Rayonitro no cumplió su entrega de 4 mil toneladas de abonos.

Los burócratas son el enemigo número uno de las actuales reformas de Raúl Castro. También las leyes anacrónicas y regulaciones absurdas. La burocracia es un engendro del sistema. Y se ha convertido en un monstruo gigantesco, que lucra con los recursos del Estado.

El General ha sabido reformar las reformas. Cuando algo no funciona no le tiembla el pulso para cambiarlo en el acto. Su meta es que cada familia tenga asegurada una buena alimentación, con leche incluida. Y no se va andar con chiquitas con quienes se lo impidan.

El asunto de la comida, ha dicho, es de seguridad nacional. Con esas cosas no se juega.

Iván García

martes, 13 de marzo de 2012

En Cuba las vacas tienen más protección que las personas


En los meses de noviembre y diciembre de 2011 participé como espectadora en dos juicios celebrados en el Tribunal Provincial de La Habana, ambos seguidos por delitos de asesinato. En el primero, el 28 de noviembre, asesoraba juridícamente a la familia de los acusados, seis marginales de Mantilla, una barriada pobre de Arroyo Naranjo donde nací, crecí y vivo.

Fueron juzgados por el homicidio de un joyero. Las principales evidencias, huellas de olor encontradas en las sogas con que amarraron a las víctimas. Aunque fueron sólo dos los atacantes, la fiscalía pide entre 18 y 30 años de privación de libertad, para todos.

El orfebre murió después de la huida de sus agresores con joyas y dinero. Su esposa le dio dos pastillas, que éste se las tragó pese a tener fractura en el cartílago toroide (nuez de Adán). El médico forense no asistió al juicio, pero en su informe certificó que fue violentamente asfixiado.

Estos detalles ‘insignificantes’ no llamaron la atención del Tribunal. Por el contrario, puso especial interés en los antecedentes penales de los acusados. Ninguno antes había matado, pero con ese historial delictivo, eran 'proclives a matar', que es tanto como decir culpables.

El 13 de diciembre se celebró el otro juicio. En esa ocasión asesoraba a la familia de la víctima, también de Mantilla. Amado Interian, un ex oficial de la policía disparó a Ángel Izquierdo Medina, un niño de 14 años. El hecho conmocionó a la comunidad. Cuatro testigos estaban presentes cuando apretó el gatillo. Aún así, la fiscalía solicitó sólo 17 años de cárcel.

“Eso no es asesinato, fue un simple homicidio”, decía su abogado defensor. Cosa fácil de demostrar con el certificado del Instituto de Medicina Legal. El proyectil penetró por el glúteo izquierdo, atravesó el riñón, la arteria aorta, el pulmón derecho y salió por el hombro. Pero según el dictamen de Medicina Legal, la causa de la muerte fue “anemia aguda”.

Otra vez el tribunal puso especial interés en los antecedentes del acusado. Los 30 años de servicios cumplidos por el ex oficial en el cuerpo policial, aminoraron el hecho de disparar contra tres adolescentes negros, encaramados en una mata de mamoncillo.

Los familiares de Ángel me preguntaron si podían apelar. La decisión depende de la Fiscalía, que supuestamente representa a la víctima. Ellos tienen razón y es muy triste. En Cuba, las vacas tienen más protección del Estado que una persona.

“¿Qué más se puede hacer?”, me preguntan las madres de aquellos seis hombres encarcelados y la familia del adolescente asesinado. Tener fe y paciencia. Sigamos clamando a la Señora Justicia, representada con los ojos vendados, la balanza en una mano y la espada en la otra.

Seré hipócrita, me pregunté, ¿pedirle a esas madres que tengan fe, cuando yo hace rato la perdí?. Sentí vergüenza de ser abogada. Comprendí por qué a veces lloro de impotencia y otras no puedo dormir.

Es difícil para mí decir que la suerte de salir absuelto o condenado depende de si vives en un barrio marginal, si eres negro y pobre, si tienes amigos poderosos o suficientes pesos convertibles para pagar un letrado que gestione la benevolencia del Fiscal y del Tribunal y no un simple abogado defensor.

Aquellos dos juicios me dejaron angustiada y con la certeza de que todos en este país corremos riesgos. No hace falta ser disidente. Cualquiera está expuesto a procedimientos judiciales donde no se respetan las más mínimas garantías procesales.

Laritza Diversent
Foto: jc7090, Panoramio

domingo, 11 de marzo de 2012

"Buzos", un oficio para sobrevivir


Cuando cae la noche, o a plena luz del sol, una legión de vagabundos se dedica a hurgar en los contenedores de basura. En Cuba se les conoce como 'buzos' o 'leones'. Por regla general, son de pocas luces. Pobres entre los más pobres.

Su suerte es imprevisible. Depende de lo que encuentren entre los desperdicios. Igual pescan vísceras crudas de cerdo o una lata con restos de atún. Trozos de pan viejo o un poco arroz con frijoles. Los 'buzos' habaneros suelen tener una salud de hierro. Desde hace 14 años, Renato se dedica a buscar cosas de valor entre la basura y jamás se enferma.

Regresó de la guerra en Angola con un tornillo de menos. Un diagnóstico médico lo recluyó en un sanatorio mental conocido como Mazorra. Se sabe de los malos tratos en este psiquiátrico. En enero de 2010, 27 dementes murieron de hambre, frío y golpizas por parte de los empleados que los atendían.

“Eso es lo que se conoce. Pero Mazorra es mucho más. Un verdadero infierno. Escapé de allí y preferí vivir a mi manera. Duermo en cualquier lugar. En la escalera de un edificio a punto de demolición o en las márgenes del río Almendares”, cuenta Renato.

Según él, entre los 'buzos' también existen "clases sociales". Los hay hambrientos desesperados que sólo buscan comida y ropa. Son los sobrevivientes. La "clase media" es la que se dedica a rastrear componentes eléctricos de televisores, radios, ventiladores y ordenadores, entre otros equipos rotos.

Estos componentes los ofertan a quienes reparan electrónicos. La "crema y nata" entre los 'buzos' habaneros son los recolectadores de botellas plásticas y envases de aluminio o cristal vacíos, que venden en sitios que compran materiales reciclables.

“Los 'buzos' dedicados a objetos eléctricos y reciclables no comemos alimentos de los tanques de basura. Nosotros 'buceamos' por negocio. A diario yo recolecto varios sacos de pomos plásticos y latas de aluminio. Antes las vendía al por mayor a un camaján que después las revendía al triple de su valor. Ahora, cuando tengo muchos kilos de materia prima, los vendo personalmente en locales estatales. Cáete pa'trás. Todos los días como carne de res o pollo. Es verdad que siempre ando sucio y duermo en la calle, pero ya quisieran aquéllos que me consideran un trastornado, ganar el billete que gano”, dice orgulloso Renato.

Orestes, otro experimentado ' buzo', vende a dos pesos (0.10 centavos de dólar) cada botella plástica de un litro. “En una noche logro recoger hasta 50 botellas. Por cada botella de cristal de cerveza o refresco me pagan un peso. Las lavo bien con agua, a veces con detergente, y se las vendo a la gente que se dedica a la elaboración y venta de jugos y refrescos”.

Precisamente por la higiene y las roturas provocadas a los depósitos de basura, la policía y las autoridades persiguen a los 'buzos'. Hay timbiriches que al no tener suficientes vasos de cristal o desechables, venden en pomos plásticos reciclados sin la debida desinfección. Cuando estos pomos se utilizan en la venta de salfumán y aromatizantes no es dañino. Pero en algunos agromercados, personas inescrupulosas los usan para envasar jugos y puré de tomate.

Clara, inspectora sanitaria, alega que han sucedido casos de contaminación alimenticia. “En La Habana hay más de 4 mil 'buzos'. Debemos combatirlos. Afean el ornato público y casi todos son locos que para obtener dinero violan reglas obligatorias de salud”, acota.

Si hablamos de cifras, el dinero que obtiene un 'buzo' es de risa. Renato, que se considera un 'capo' entre los buscadores de basura, con suerte, gana 70 pesos diarios (3 dólares). Le alcanza para comer cada día, pero no para alquilar un cuarto o comprarse un buen par de zapatos.

Las autoridades llevan razón: el negocio montado a partir de envases plásticos recogidos de la basura puede desencadenar una epidemia alimentaria de vastas proporciones.

Pero obvian las causas objetivas, el gran número de ciudadanos que se han visto empujados a hurgar en la mugre. Una asistencia social a gente desposeída que no funciona. Una atención médica a lunáticos y mendigos en quiebra. Y salarios ridículos que no cubren las necesidades básicas de una familia.

Dementes como Renato juran que en Mazorra lo pasó peor que en la guerra de Angola. Para él, 'bucear' entre desechos y dormir a la intemperie es un auténtico paraíso. El gobierno debe buscar una solución. No solo reprimir.

Iván García
Foto: Juan O. Madrazo

viernes, 9 de marzo de 2012

Indigentes en La Habana


En las tórridas y húmedas noches habaneras es ya normal ver como un nutrido grupo de indigentes buscan acomodo y protección en el pequeño parque que flanquea la estación de policía de la populosa calle Zanja, en las inmediaciones del Barrio Chino, en Centro Habana.

Varios de los “homeless” que ya pululan por la ciudad han escogido este lugar para pasar sus noches, después de deambular todo el día en busca de algo que les garantice el sustento, en una ciudad que se torna cada vez más compleja, dura y agresiva, incluso para los habaneros que vivimos una vida normal.

Para muchos cubanos el cada vez más recurrente espectáculo de los indigentes en las calles, significa algo tan nuevo como impactante. Durante largo tiempo esa imagen estaba solo reservada a viejas revistas del “bochornoso pasado capitalista” o a reportajes de otros países. En décadas pasadas, la imagen más cercana a un indigente en La Habana fue la del Caballero de París, ese pintoresco y desaliñado andariego que sin perder su dignidad recorría calles principales y alimentaba su leyenda como un símbolo de La Habana tradicional.

Sin embargo, en los últimos tiempos, a medida que desaparecen las llamadas “gratuidades”, los barrios más populosos de la capital se van llenando de limosneros, indigentes y desamparados que se convierten en una imagen recurrente y conmovedora que retrata y refleja la depauperación y la desesperanza en que se va sumiendo la sociedad cubana, tan polarizada que en la misma ciudad podemos encontrar personas que pagan cientos de dólares por un perro y come bien todos los días y otras que carecen de un techo para cobijarse. Algo muy diferente a lo que nos prometió el “paraíso socialista” hasta hace poco.

Algunos menesterosos de los que pernoctan en el parquecito frente a la estación de policía de la calle Zanja, al preguntarles por qué habían escogido ese lugar para pasar sus noches, aseguraron que se habían situado cerca de la policía para sentirse protegidos ante los frecuentes ataques de grupos de adolescentes, vándalos o parranderos, que se divierten molestándolos, agrediéndolos o haciéndoles maldades.

Las autoridades cubanas en ocasiones hacen recogidas de estos menesterosos y los recluyen temporalmente en un recinto conocido como La Colonia, en el municipio Boyeros, donde los mantienen en contra de su voluntad y pierden temporalmente su libertad de movimiento. Ese lugar genera rechazo generalizado en los desamparados habaneros.

A todas luces, el gobierno cubano no tiene respuesta para este mal social, que aumenta a medida que se profundiza la crisis social, y hiere la sensibilidad de muchas personas. A pesar de que los máximos líderes persisten en decir que en Cuba ningún ciudadano queda desamparado, la realidad cotidiana demuestra lo contrario.

La crisis estructural e irreversible del modelo socialista que pretendieron imponernos por la fuerza, acrecienta la polarización de la sociedad y ha convertido a la indigencia en un espectáculo abundante y deprimente en las calles de La Habana.

Son muchos los espacios públicos citadinos que cada noche se convierten en cobijo de indigentes y desamparados.

Acercándose al recinto policial, los indigentes del parquecito de Zanja pueden conseguir una coyuntural tranquilidad nocturna, pero no podrán escapar de los rigores de un sistema en crisis, que después de prometernos durante cinco décadas un paraíso de igualdad y abundancia, cada día lanza a más cubanos al abismo de la miseria, el desamparo y la desesperanza.

Texto y foto: Leonardo Calvo Cárdenas
Cubanet

miércoles, 7 de marzo de 2012

Un asilo de ancianos


Da grima. El asilo de ancianos “Hogar del Veterano”, en Agustina y San Miguel, a una cuadra de la Calzada de 10 de Octubre, es una edificación de dos plantas, descuidada y sucia, pintada de un color que hace muchos años fue azul cielo.

En las mañanas sin sol, húmedas y friolentas, usted observa a varios grupos de ancianos apiñados y aburridos, con sus abrigos sucios y gastados, los ojos lagañosos y extrañando una taza de café con leche.

Fue el poeta Raúl Rivero, actualmente exiliado en Madrid, quien en uno de sus poemas dice que “cuando hace frío, el hambre tiene navaja”.

Pregúntele a Urbano, de 75 años, cargado de achaques y una artrosis cruel, qué es lo que más extraña de la existencia cotidiana. Y mirándole quieto con sus ojos claros, la única parte de su cuerpo que aún se mantienen con vida responde: “Siento nostalgia de una cama limpia, unos hijos que me cuiden los pocos años que me quedan y una comida decente y caliente”. Lleva siete años en el asilo y al igual que otros ancianos, ya se habituado a pedir dinero dinero y cigarrillos a las personas que pasan por las calles aledañas.

La gente suele mirar hacia otro lado cuando camina por este mal cuidado centro geriátrico. No es para menos. El espectáculo es poco edificante. Viejos tullidos y hambrientos, algunos con avanzada demencia senil, jugando dominó o convertidos en pedigüeños.

“Una vez fuimos jóvenes y fuertes. Yo jugué béisbol, era campo corto”, recuerda Jesús, 81 años. Y sus manos temblorosas intentan demostrar cómo atrapaba la pelota. Ahora, con un avanzado Alzheimer, casi siempre está en cama. Su familia hace años que no lo visita. “Soy una carga, un estorbo, lo único que pido es morirme cuanto antes". Y de pronto me pregunta si un día pudiera llevarlo al Latinoamericano, al antiguo Estadio del Cerro, a ver un partido de béisbol.

Otro grupo de ancianos tapados con colchas desteñidas y remendadas juegan una partida de dominó, y comentan cuánto desearían comerse una posta de pollo frito. Desde una cafetería cercana se siente el olor de pollos fríendo. “Pero una posta vale 25 pesos, y yo de jubilación sólo cobro 197 pesos” (menos de 8 dólares), aclara Reinaldo, 69 años.

Según Reinaldo, pasaron la Navidad y el fin de año sin probar cerdo asado. “Ese día nos dieron una sopa sin sustancia, arroz blanco y un pescado repleto de espinas. Las asistentes nos acostaron temprano, para poder escuchar música y tomar ron con sus amiguetes. Muchacho, te sugiero que le reces a Dios, para cuando llegues a viejo tengas una familia que vele por ti”, dice, mientras se le humedecen sus ojos opacos y míopes.

Pedro, 84 años, es de los ancianos que más tiempo lleva viviendo en asilo. “Voy para 12 años, he visto morir a muchos, algunos buenos amigos míos. Estar en un asilo es como estar preso. Qué no he visto yo. Los asistentes que nos atienden son unos pobres diablos, que recalan aquí porque no tienen una mejor opción para ganarse la vida, el gobierno no les paga un salario digno, entonces lo que les interesa es robarse cuanta comida, aceite y detergente puedan”, comenta con voz pausada.

Y me cuenta que cuando llegan donaciones del extranjero, los trabajadores se las reparten entre sí. “Y como nosotros para ellos somos unos viejos sarnosos y de mierda, que nos resistimos a morir, siempre nos dan lo peor”, confiesa enfadado.

Un grupo de cinco o seis octogenarios se acercan y dan más detalles. “Los que tenemos condición de seminternado, es decir, que solamente venimos a comer y a dormir, desde que amanece salimos al asfalto, a la calle, a intentar ganarnos un puñado de pesos, para que la vida sea menos dura. Yo vendo periódicos, tengo varios clientes que me pagan 30 pesos semanales, para que cada día les lleva el periódico a sus casas. Gracias a ese dinero, puedo cenar algo mejor", explica Norberto, 78 años, un negro delgado que viste un viejo abrigo de lana y unos zapatos con la suela despegada, cocida con alambre.

Para Norberto, "cenar algo mejor", es comer arroz, frijoles, vianda y pescado hervido, en El Encanto, un tugurio estatal, lóbrego y sucio que vende comida a bajos precios. La mayoría de los ancianos de este asilo estatal pasaron los días navideños viendo la tele o haciendo historias, de cuando eran jóvenes y tenían mujeres bellas, se vestían con elegancia y tomaban cerveza Hatuey, Cristal o Polar.

En un rincón, Norberto, comenta: “Es lo único que nos distrae, caernos a mentiras y vivir del pasado y la nostalgia. La realidad nuestra es dura, esperar que la muerte nos lleve cuanto antes. Hace muchas Navidades que no comemos turrones, ni una comida sabrosa. Nuestras familias nos consideran una carga y nos rechazan, no culpo a nadie, es lo que nos tocó”. Baja la cabeza y llora en silencio.

Es lo que queda de uno de los Hogares de Veteranos que había en La Habana antes de 1959. A los antiguos mambises les llamaban 'veteranos' y eran un orgullo para su familia y la sociedad. En el antiguo Hogar del Veterano de la calle San Miguel, cuando aquellos viejos cargados de historia recibían visitas de instituciones y escuelas, se vestían impecablemente con sus guayaberas de hilo. Hoy es un asilo lúgubre y triste.

Texto y foto: Iván García

lunes, 5 de marzo de 2012

Una pila de locos


Durante mi niñez, había un mulato barbudo, con pinta de boxeador, que todos los días, a cualquier hora, tiraba un carretón de madera cargado de escombros por la Calzada de 10 de Octubre, en una u otra dirección. Vestía ropa hecha con saco de yute y fumaba en una pipa gigante las colillas que recogía del suelo.

Decían que era de Párraga, que había sido policía durante la dictadura de Batista, que tenía varios muertos en su haber, y que de tanto ocultarse y fingir demencia para escapar de la cárcel o el paredón, enloqueció. La última vez que lo vi, hace unos 20 años, ya no tiraba del carretón. Fue en una guagua, hace más de 15 años. Estaba muy viejo y mucho más flaco, y los pasajeros le huían, pero ya no por miedo, sino porque apestaba a rayos.

Mi infancia en La Víbora estuvo poblada de locos: Violeta, Guayaba, Pela-muertos, La Marquesa… Cada barrio habanero tenía sus locos, eran parte del paisaje. Pero el principal de todos, el Caballero de París, era un símbolo de la ciudad. Siempre digno, vestido de negro, la piel como de cera, el pecho forrado con periódicos, por dentro del chaquetón, si hacía frío, la barba anterior a la de los rebeldes de la Sierra Maestra, la larga y rizada melena muy anterior a la de Robert Plant.

El Caballero murió en un asilo, pocos años después que las autoridades lo recogieran. Lo pelaron y afeitaron, lo bañaron, y le asignaron, a costa del Estado, ropa limpia y cuotas de desayuno, almuerzo y comida. En la capital del paraíso revolucionario que querían mostrar a los visitantes solidarios, no era políticamente correcto que un loco, por muy emblemático que fuera, deambulara por la calle.

Tras la debacle del periodo especial, ya no hay recato en ocultar a los locos. Es más, a ciertos orates de la Habana Vieja, oportunamente disfrazados de personajes costumbristas -licencias mediante- los convirtieron en atracciones turísticas. Si las jineteras pueden, ¿por qué ellos no?

En La Habana siempre hubo muchos trastornados, pero no tantos como hay ahora. Hace unos años, Manolito Simonet y su Trabuco proclamaban, a ritmo de timba, que “en La Habana hay una pila de locos”.

Los locos de mi niñez eran amables y a veces hasta simpáticos. Ni remotamente incurrían en las impertinencias y hasta la agresividad de los que ahora veo por las aceras de La Habana asediar a los turistas o vociferar en las guaguas atestadas de gente sudorosa y angustiada por los problemas cotidianos.

Resulta sorprendente la cantidad de locos que dicen haber ganado grados en la Sierra, Girón o Angola. Algunos presumen de estar muy próximos a los Jefes, de hablar de tú a tú con ellos. La gente comenta que “se quemaron por culpa de esto”.

Pero hay los que prorrumpen en improperios contra el gobierno si alguien los provoca con la pregunta “¿fulano, tú eres comunista?”.

Otros locos, en las guaguas o las esquinas, 'berrean' boleros (Benny Moré parece ser su preferido), rancheras mexicanas o baladas de José José y Nelson Ned.

Muchos pasaron del alcoholismo a la demencia. Lo peor es que todavía apestan a alcohol. La bebida, sumada al hambre, complica considerablemente las cosas. Máxime si pasaron por la cárcel. O por Mazorra, que no es mucho mejor.

Suelen pedir comida o dinero -preferiblemente chavitos- en los alrededores de las cafeterías en divisa. A algunos les brilla el odio en sus ojos, como si todos fuéramos culpables de lo que pasa.

A veces escucho a orates decir ciertas verdades que los cuerdos no se atreven a expresar alto y claro. Y de veras que no logro entender por qué a alguien le puede causar risa. Como si no fuera mucho más disparatado el delirante y gastado discurso oficial. Como si todos no fuéramos, de un modo u otro, pacientes del gran manicomio en que nos convirtieron el país ciertos locos con carnet de revolucionarios.

Luis Cino
Cubanet, 24 de enero de 2012
Foto: Iván García

sábado, 3 de marzo de 2012

Del plan gubernamental contra alteraciones y disturbios


La calle es de los revolucionarios. De nadie más.

Con ese propósito, los estrategas de la policía política y autoridades gubernamentales han diseñado un plan en caso de disturbios y alteraciones callejeras por parte de la disidencia.

Oficialmente se nombra "Plan contra alteraciones y disturbios contrarrevolucionarios. Unidad: X". Bajo el enigmático designio se esconden las tripas de una represión de mediana intensidad. Para dar respuesta a posibles manifestaciones opositoras, cuenta con los trabajadores de organismos que se encuentren en el perímetro donde ocurran los incidentes.

Se conoce que en Cuba todos los varones mayores de 16 años de forma obligatoria han pasado por el ejército. Luego de 2 años de servicio militar, se enrolan en la reserva.

Por tanto, cualquier cubano saludable, tiene conocimientos sobre el funcionamiento de las armas de fuego. Aunque esta versión no comprende su uso, sí da orientaciones precisas de cómo contrarrestar con métodos violentos a los focos de disidencia en las calles.

Las armas para usar son tres: palos, cabillas y cables. Las bandas paramilitares tienen un manojo de opciones.

Si en algún centro laboral sin previo aviso algunos obreros o empleados gritasen consignas contra la revolución o contra 'cuadros' (dirigentes) del partido y el gobierno, entre las acciones a ejecutar se encuentran responder con argumentos, solidez convincente y enérgicamente a tales manifestaciones y dejar bien claro que no se permiten tales hechos en fábricas, empresas y oficinas estatales.

Su ejecución está a cargo del personal que en ese momento se encuentre trabajando. En caso de que sean pocos, tienen que llamar con urgencia a los que estén de descanso o vacaciones. Si las acciones se califican de 'contrarrevolucionarias', entonces hay que subir el tono de la respuesta.

Siempre se tiene que informar de inmediato a la policía, el partido y el ministerio del interior.

Mientras se espera la llegada de fuerzas del orden y de la policía política, el responsable de controlar la situación es el administrador del centro. Si son acciones callejeras, como las caminatas de las Damas de Blanco, a criterio de los jefes de brigadas de respuesta rápida queda el uso de la violencia mediante palos, cabillas o cables.

El Plan X también contempla el resguardo de unidades laborales y un esquema para su protección. A todas luces, el gobierno tiene temor de futuros disturbios por parte de la oposición.

Como lanza, prevén seguir usando a la población civil. Así ha venido sucediendo hasta ahora. Quizás una prueba piloto de este plan, se haya experimentado con las turbas movilizadas en los dos últimos años contra las Damas de Blanco.

En 2010, al grupo de mujeres que exigía la libertad de sus familiares presos en la oleada represiva de marzo del 2003, oficiales de la Seguridad del Estado le hicieron llegar una carta donde se les hace saber la total prohibición de marchar por las calles de la ciudad.

Y les limitaba a 10 el número de las damas de apoyo que suelen acompañarlas. En una concesión inaudita, se les toleraba caminar varias cuadras por el paseo de la Quinta Avenida, después que salieran de la misa dominical en la iglesia de Santa Rita, en la barriada de Miramar. También las autoridades les exigieron que con 72 horas de antelación se avisara a la estación de policía sita en la calle Zanja.

Laura Pollán, líder del grupo, fallecida en extrañas circunstancias el 14 de octubre de 2011, nunca aceptó las condiciones de esa misiva, donde la policía política amenazaba con no estar presente en los disturbios que pudieran ocurrir y sólo irían en su “rescate” si ellas lo solicitasen.

Por los vientos que soplan, el régimen solamente deja abiertas las puertas de la confrontación. Todavía no se ha filtrado que tengan pensado sacar los tanques a la calle. Pero por el camino que van, puede que los saquen en cualquier momento.

Texto y foto: Iván García

Nota: La foto fue hecha el 25 de marzo de 2010, cuando las Damas de Blanco decidieron caminar por la acera junto al Malecón de La Habana y soltar palomas.

jueves, 1 de marzo de 2012

El infierno sin agua


Una "balita" de dos litros -un envase plástico de Coca Cola- es lo que las autoridades penitenciaras entregaban diariamente a Víctor Campa para beber, bañarse y lavar la ropa. En la cárcel de Aguadores, donde el preso político Wilman Villar Mendoza enfermó de neumonía y empezó un ayuno que le llevaría a la muerte, el agua es el bien de consumo más codiciado, lo que más se trafica allá adentro. Oro incoloro.

"Teníamos que bañarnos cada 15 ó 20 días. A veces, después de almorzar, no había ni agua para tomar. Aquello es un infierno", explica Campa, quien ha pasado por allí en dos ocasiones.

De camino al aeropuerto Antonio Maceo, y a la izquierda de su terminal de vuelos ejecutivos, una cerca perimetral delimita la prisión de Aguadores del monte y la roca. Al sur, el Mar Caribe; al norte, una circunvalación que evita al visitante el deterioro de la entrada antigua de la ciudad. El papamóvil de Juan Pablo II tomó esa autopista en 1998. Muy probablemente, Benedicto XVI también lo haga. A unos dos kilómetros del sitio donde aterrizará el Papa, el próximo 26 de marzo, casi mil presos comunes y políticos sobreviven en barracas, entre ratas, insectos y otros animales peligrosos.

La fama de Aguadores supera su jurisdicción. Desde Boniato (en teoría, una cárcel de mayor pedigrí) envían allí a los presos más indomables.

El teniente coronel Luis Enrique López Díaz, jefe del penal, se enorgullece públicamente de que así sea. Es el más señalado promotor del método conocido como "Shakira", que consiste en amarrar los pies y las manos, juntos, a la espalda del prisionero, para dejarlo como un balancín.

El capitán Jesús Boulí, oficial del Combinado de Guantánamo, le puso el nombre de la cantante colombiana, pero López Díaz le ha robado el protagonismo de la tortura.

"Hasta tres días dejan a los reclusos amarrados así. Nadie me lo contó. Yo fui testigo", asegura el ex preso del Grupo de los 75, José Daniel Ferrer García.

La adrenalina del coronel López Díaz se eleva con las huelgas de hambre: "Ordena a otros presos agredir al ayunante, luego lo desnudan y lo encierran en la celda de castigo, para obligarlo a desistir. Por eso murió Wilman", refiere Ferrer, que pasó cuatro meses confinado allí.

"Después de que se denunciaba la huelga de hambre en la prensa independiente, enviaban un médico a la celda de castigo. Y ya cuando se ponía la cosa difícil, entonces mandaban al preso al hospital provincial", explica.

El caso más reciente no es el de Wilman Villar. Desafortunadamente, mientras el miembro de la Unión Patriótica de Cuba recibía sepultura en Contramaestre, Vicente Trille Orozco ingresaba en el hospital Juan Bruno Zayas. Después de 20 días en huelga de hambre, amaneció quemado en el barracón. Su estado es de cuidado.

Aguadores es una de las 200 prisiones del país, con una población penal cercana a las mil personas. La Comisión Cubana de Derechos Humanos la clasifica como de "alta seguridad y extrema severidad".

"Es un lugar horrendo, diseñado como campo de concentración, con barracas, doble cercado y guardias con ametralladoras", ilustra Elizardo Sánchez.

Siguiendo el orden inverso de otros casos, primero fue escuela y luego cárcel. La segunda casa del hombre nuevo. Sus horrores irían en ascenso. Según el ex preso y periodista José Gabriel Ramón, pasó de ser un centro de reclusión para chóferes condenados por delitos de tránsito a una prisión de mujeres, y más tarde, de hombres. La modalidad actual incluye un pequeño destacamento para enfermos de sida.

Miguel Cabrera Montoya, que pisó sus instalaciones por última vez el verano pasado, tras los incidentes de Palma Soriano, pasó 23 días en huelga de hambre y experimentó la odisea de enfermarse.

"Tuve úlcera, gastritis e hipertensión. Nunca dejaron que mi familia me llevara mis medicinas habituales. Y para el catarro, repartían masivamente té de hojas de yuca", apunta.

El sistema de barracas favorece la criminalidad interna. Las únicas celdas individuales son las de castigo. Al amanecer, tras los habituales apagones nocturnos, emergen reclusos acuchillados, golpeados o bañados en mierda. Los comunes que exhiben mayor beligerancia frente a los disidentes (contrarrevolucionarios, CR, en el lenguaje oficialista), reciben premios en especie: pabellón con sus esposas.

Hasta para eso hay que negociar. Las citas conyugales requieren aseo, y en la bolsa de valores de Aguadores, un pequeño garrafón de agua cuesta dos cajetillas de cigarros. O más.

Michel Suárez
Diario de Cuba, 24 de enero de 2012
Foto: Reproducción de la tortura conocida como la 'Shakira', 'patentada' por el capitán Jesús Boulí, del Combinado de Guantánamo, y de la que es principal promotor el teniente coronel Luis Enrique López Díaz, jefe de la cárcel de Aguadores.