jueves, 19 de julio de 2012

La Florida, el salvavidas de los Castro



La economía no cree en ideologías, historias antiguas, ni discursos nacionalistas. Tampoco en leyes políticas o fronteras tradicionales. Los números hablan otro lenguaje.

Derribemos, pieza a pieza, la oratoria de Fidel Castro sobre el imperio del norte y sus ansias de apoderarse de Cuba. Es una historia manoseada y peor contada. A día de hoy, la isla tiene poco interés económico y estratégico en la alta política de Estados Unidos. Por eso se mantiene el embargo.

Cuba no es China. Ni siquiera Vietnam. Ambas naciones pisotean los derechos humanos y las libertades políticas al igual que el régimen de Raúl Castro.

La diferencia es brutal. China tiene un mercado de mil 300 millones de consumidores. Y una mano de obra barata y calificada, explotada a destajo por sus gobernantes en contubernio con numerosas multinacionales, que pagan salarios de hambre a personas que laboran hasta 14 horas.

China es la fábrica del mundo. Y Estados Unidos la nación más pragmática del planeta. Miren a Vietnam. Poco importaron los 50 mil soldados estadounidenses que hace cuatro décadas perecieron en el delta del río Mekong.

En pos de ciertos intereses comerciales, Estados Unidos le ha otorgado a Vietnam el trato de país favorecido. Ese privilegio ha transformado a Hanoi en una de las principales arroceras del orbe.

Cuba no ha tenido ni siquiera un combate con el país del Norte. Que si hubiese acaecido, poca importancia se le hubiera dado en el tercer milenio.

No hay región más belicosa y de batallas feroces que Europa. Inglaterra y Francia sostuvieron una guerra que superó el siglo. Hace 73 años, Alemania conquistó medio continente. Los muertos se contaron por millones.

En la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos utilizó armas nucleares para obligar al fascismo nipón a capitular. Hoy, Japón es uno de los mejores aliados de la patria de Lincoln. A pesar de la crisis financiera, Europa apuesta por la integración. Y alemanes y franceses figuran entre los mejores socios.

Por tanto, quien desee alentar el nacionalismo histórico, recordando al pasado sangriento, corre el riesgo de quedarse sin argumentos poderosos.

Cuba ni siquiera sufrió la humillación de México, cuando en el siglo 19, le fue expropiado una parte considerable de su territorio. Lo que queda de las supuestas pasiones anexionistas hacia Cuba es una base militar en Guantánamo, convertida en cárcel para terroristas después del 11 de septiembre de 2001.

A diario, miles de mexicanos saltan muros, atraviesan túneles y desiertos con tal de llegar a suelo gringo. Junto a Canadá, México y Estados Unidos son aliados estratégicos, financieros y comerciales. Conquistada hace dos siglos, gran parte de la actual California está repleta de mexicanos, tacos y tequila.

Ni siquiera los horrores de las batallas, invasiones y conquistas de territorios han impedido que los pueblos se entremezclen. Los políticos xenófobos pueden poner el grito en el cielo y acusar a la emigración de sus desastres y crisis. Pero la lectura de la historia nos dice que la emigración ha sido un motor de desarrollo.

Por geopolítica y estupidez, Washington se ha acomodado a estrategias prediseñadas de antemano. Y a la hora de mantener el obsoleto embargo, han prevalecido intereses económicos y jurídicos y aludido razones éticas y morales (como consecuencia de las expropiaciones realizadas por los barbudos en los primeros años de la revolución, cientos de empresas y ciudadanos de Estados Unidos fueron perjudicados y no se les pagado ni un centavo).

Si mañana aparecieran millones de barriles de petróleo en el Golfo de México o yacimientos descomunales de coltán en el oriente cubano, quizás los políticos estadounidenses reconsiderarían sus políticas.

Surgida de los mejores valores democráticos, esa nación pudiera tener reparos al negociar con un régimen administrado por autócratas de verde olivo.

Pero la historia atestigua que ese tipo de escrúpulos no ha sido un freno para Estados Unidos. Se han aliado con personajes como Trujillo, Somoza o Pinochet.

Castro no es peor o mejor dictador que otros. Sencillamente un grupo de cubanos en la Florida tomaron nota del lobby judío y estructuraron una soberbia organización que elabora las recetas futuras de las relaciones bilaterales.

Para bien o para mal. Si en los 60 la Casa Blanca era la responsable directa de las políticas hacia Cuba, desde hace cuatro décadas las estrategias comenzaron a ser dictadas desde la Fundación Nacional Cubano Americana, creada por el difunto Jorge Mas Canosa.

Uno puede estar de acuerdo o no con su visión política. Pero es innegable lo alcanzado dentro de la política de Estados Unidos por unos cuantos congresistas y hasta un senador nacidos en Cuba.

Los cubanos han hecho de Miami una puerta para los negocios y las oportunidades. Aunque por leyes jurídicas y naturales la ciudad sigue atada a Estados Unidos, en la práctica, Miami se asemeja a una provincia cubana.

Mire usted, Miami está más cerca de La Habana que Santa Clara. Y la Florida es la segunda región con más habitantes cubanos, detrás de la capital.

Dentro de 10 años, en el 'estado del sol' residirán más compatriotas que en La Habana. El PIB de los cubanos en la Florida supera por seis el pésimo desempeño económico de los hermanos Castro.

En 2011, el dinero repiqueteó alegremente hacia Cuba. Más de 2 mil millones de dólares llegaron a las cajas registradoras del régimen. Si a ello sumamos el enorme volumen de paquetes con medicinas, celulares, ordenadores, electrodomésticos y pacotilla que a diario llega a la isla, probablemente el monto supere los 5 mil millones de dólares.

Por si fuera poco, cada año viajan a Cuba medio millón de exiliados con las carteras repletas de dinero y las maletas a reventar de peso, con alimentos, ropa y zapatos para ayudar a sus empobrecidos parientes en la otra orilla.

Un sector empresarial de cubanoamericanos tiene plata suficiente para destinarlo a la reconstrucción de la devastada isla. Y deseos de hacerlo. Con Castro, o después que Dios se los lleve.

Por tanto, la teoría de la fruta madura dicha en el siglo 19 por un senador yanqui, tiene escasa utilidad en este 2012. Hablar de intereses anexionistas de Estados Unidos hacia Cuba no es serio.

Es el gobierno de los hermanos Castro el que cada vez más depende de la economía floridana, como un ahogado se aferra a su salvavidas. Miami es la extensión de aquella Habana que se detuvo en 1959. Si no hubiese existido Fidel Castro, la historia de la Florida quizás fuese otra.

Sería bueno preguntarle a los políticos estadounidenses si han pensado alguna vez en ceder a Miami como una provincia de Cuba. Porque en la práctica no hay nada más parecido.

Iván García

Foto: Bandera del estado de la Florida, Estados Unidos.

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