miércoles, 30 de octubre de 2013

Teodoro habla de su hermano Benny


La familia de Benny Moré era muy grande. De los hermanos, solamente quedan con vida Miguel Ángel y Teodoro, conocedores de muchos secretos de la historia del Rey de la música cubana. En largas conversaciones, Teodoro me ha revelado datos de enorme interés sobre el Bárbaro del Ritmo.

¿Por qué el Benny lleva el apellido de su madre?

-Su padre, Silvestre Gutiérrez, no lo reconoció nunca, por eso el Benny lleva el apellido Moré, entonces su verdadero nombre es Bartolomé Maximiliano Moré. Mi mamá tuvo muchos hijos, Benny era de un padre y nosotros de otro padre. Descendemos de un coronel mambí, abuelo de mamá Virginia, que se llamaba Simón Armenteros.

¿Cómo era Benny en su niñez?

-Sacaba muy bien las cuentas en la pizarra, la maestra se asombraba, leía muy bien, obtenía buenas notas, llegó hasta el cuarto grado, pero había que trabajar en el campo para comer. Trabajando la tierra, mi hermano se fue aficionando a la agricultura, como se ve en muchas fotos de cuando vivía en la casa de La Cumbre. Además de trabajar la tierra, le gustaba la pesca en los ríos de la zona.

¿Cómo se manifiesta la música en Benny?

-Desde niño se aprendía las canciones de moda, cogía una tabla y un carretel de hilo que le daba muchas vueltas para sustituir las cuerdas. Utilizaba machetes, guatacas para sacar sonidos. Visitaba el Casino de Los Congos, y allí tocaba distintos tambores, dentro de un ambiente africano, esa práctica diaria le permitió dominar muy bien los secretos de la clave y los trucos de la música cubana. También aprendió algo de la guitarra, participaba en serenatas, fiestecitas, ya desde niño podía improvisar versos, punto guajiro. Nació con ese don musical que le ofreció la naturaleza.

¿Ustedes vivieron con su abuela?

-Nosotros estábamos al cuidado de nuestra abuela, en Santa Isabel de las Lajas. Mamá se encontraba un tiempo trabajando en el central azucarero de Vertientes. Un día, Benny me levantó por la madrugada para irnos caminando hacia Vertientes, extrañaba mucho a mamá. Tendríamos menos de 15 años, pero éramos unos caminantes.

¿Cuándo es que Benny viaja por primera vez a La Habana?

-En 1936 se fue por su cuenta en un tren hacia la capital, lo atendió un tío llamado Tomás Armenteros, con quien trabajó en la venta de viandas y yerbas medicinales. Después regresó a Vertientes donde estaba mamá y trabajó como carretillero en el central, pero no dejaba de cantar nunca, para entretenerse, organizó un trío con el que participaba en los guateques.

¿Y cuándo decide instalarse en La Habana definitivamente?

-En 1940 decidió lanzarse a la aventura de conquistar la capital, era una ciudad que metía miedo, nosotros éramos puros guajiros, pero mi hermano decidió triunfar o "hacerse tierra".

¿Qué hizo en La Habana?

-Se buscó una guitarra, y cantaba para los turistas por el malecón, visitaba algunos bares, pero de otros lugares lo botaban. Así se daba a conocer, hasta que lo captaron para el conjunto de Los Matamoros.

¿Cómo seguían su trayectoria en la capital?

-Su pariente Enrique Benítez, El Conde Negro, iba a verlo a La Habana. Benny se mantenía firme en sus ideas de la música. Pasado un tiempo lo escuchamos por la radio a través de una grabación con Miguel Matamoros y nos llenamos de alegría, sabíamos que mi hermano iba a llegar a ser alguien en la música.

En 1945, Benny se va con Los Matamoros a México, ¿tuvieron comunicación con él durante esos seis años?

-Sí, a través de cartas. Nos enteramos que llegó a cantar con la orquesta de Pérez Prado, el rey del mambo, nosotros estábamos muy contentos, teníamos la esperanza de que algún día saldríamos de la pobreza.

¿Qué sucedió cuando el Benny regresa en 1951?

-Imagínese, aquello fue una gran fiesta, comenzamos a comer "caliente". Antes de su llegada pasamos mucha hambre.

¿Qué oficio usted tenía?

-Yo trabajaba como inspector de ómnibus.

¿Recuerda los primeros días cuando Benny organizó su orquesta, su Banda Gigante?

-Cuando aquello había muchos comentarios, ya Benny era conocido por algunos discos. Trabajó en Cuba con Miguel Matamoros en 1944-1945. A su regreso cantó y grabó con Mariano Mercerón, Ernesto Duarte y Bebo Valdés. Para que tengas una idea... con Duarte interpretó la canción Cómo fue, 18 grabaciones en total. Desde aquellos días le llamaban El Bárbaro del Ritmo. La Banda Gigante, comenzó sus ensayos en el cabaret La Campana, en Infanta y Manglar, cerca del Gran Estadio del Cerro, hoy Latinoamericano.

-Había que escuchar la manera en que sonaba aquella banda, nadie podía quedar indiferente: Benny cantaba, bailaba, se movía en el escenario como nadie. Componía algunas de sus canciones, ayudaba en las orquestaciones, sabía lo que quería. Contaba con músicos experimentados y orquestadores de alto nivel. Su pianista Eduardo Cabrera, Cabrerita, Pedro Nolasco Jústiz, Peruchín, después Generoso Jiménez. Entre los músicos fueron seleccionados estrellas como Alfredo Chocolate Armenteros, Celso Gómez, Roberto Barreto, Miguel Franca, Santiaguito Peñalver, Alberto Limonta, Clemente Chicho Piquero, el baterista Rolando Laserie que después se dedicó a cantar.

-Eran músicos de experiencia y tenían mucho sabor, Benny les sacaba mucho partido, porque todo depende de la inteligencia del director. La primera presentación fue el 3 de agosto de 1953, en la Colonia Española de Placetas, Las Villas, y dos días después en Cascabeles Candado, programa radial de CMQ. Hubo momento que la Banda Gigante llegó a tocar con 21 músicos, algo sensacional.

¿Cuáles fueron las voces que lo acompañaron en las distintas etapas?

-Fernando Álvarez, Enrique Benítez, Miguelito Cuní, Alfonso Eliseo, Gil Ramírez, Ibrahím Ferrer y hasta nuestro hermano Delfín Moré.

¿Qué recuerda de aquellos días?

-Benny no tenía tiempo para cubrir los contratos y reclamaciones de fiestas. Todo el mundo quería contar con la mejor orquesta y el mejor cantante. El agotamiento era muy fuerte, su mala salud no aguantaba ese ritmo de trabajo. En el cabaret Alí Bar, el dueño Alipio García ponía un letrero que anunciaba si Benny asistiría esa noche: “¡Ya está aquí el Benny Moré!”.

¿Dónde vivió Benny en La Habana?

-Primero se hospedó en una posada de la calle Paula 111, en 1940. Después de su regreso de México se instala en el Reparto Hornos, en Marianao. Más adelante con su esposa Iraida Castillo Rosell fue a vivir a Centro Habana, a la calle Oquendo 1056, entre Clavel y Santa Marta, La Victoria, también llamado Pajarito, en el barrio Pueblo Nuevo. En esa dirección nació uno de sus hijos, cuando Benny se enteró, salió en piyama a la calle a celebrarlo en el bar de la esquina, echaba monedas para escuchar su voz y le hacía la segunda. Finalmente se radicó en una casa de dos plantas, en la Avenida 43, entre 84 y 86, La Cumbre, El Caballo Blanco, San Miguel del Padrón, para estar cerca del Alí Bar.

¿Recuerda aún aquellos tiempos de gloria?

-Aquello ya ha quedado como un sueño, una historia llena de muchos mitos. Benny es más que un cantante, es el artista más grande de Cuba.

Rafael Lam
Cubarte, 19 de febrero de 2013.

Video: Mata Siguaraya, compuesta en 1949 por Lino Frías, compositor y pianista de la Sonora Matancera. En 1983, durante su única actuación en Cuba, el venezolano Oscar D'León quiso recordar al gran Benny Moré interpretando una de las canciones que el lajero hizo famosa en el mundo entero.

lunes, 28 de octubre de 2013

Varadero: donde el Benny conoció la paz (X y final)


De haber tenido la salud de músicos longevos como Sindo Garay, Compay Segundo o Reinaldo Creagh, Bartolomé Maximiliano Moré Gutiérrez, más conocido por Benny Moré, en 2013 hubiera cumplido 94 años. Nació el 24 de agosto de 1919 en Santa Isabel de las Lajas, hoy perteneciente a la provincia de Cienfuegos. Pero la cirrosis hepática se lo llevó a las 9 y 15 de la mañana del 19 de agosto de 1963, en el Hospital de Emergencias de La Habana.

Antes de 1959, a varias localidades de Cuba les dedicaron canciones. Cinco de las más conocidas fueron compuestas por Benny Moré: Santa Isabel de las Lajas, su pueblo natal, Cienfuegos, El brujo de Trinidad, Vertientes Camagüey y Conocí la paz. El Benny también interpretó números de otros autores: Adiós Palma Soriano, Guantánamo y Bahía de Manzanillo, los tres de Ramón Cabrera.

Estrenada en 1960, tres años antes de su muerte, Conocí la paz bien pudiera convertirse en una especie de himno o música identificativa de Varadero. En su letra dice que cuando a Varadero llegó, conocíó la felicidad, todo fue verdad, su alma tuvo paz. En internet busco a ver si encuentro algún testimonio de cuando estuvo en el famoso balneario o existe un sitio que recuerde a esta leyenda de la música cubana.

En la web de la agencia de viajes Holiday Check aparecen cuatro fotos del Bar Benny Moré. En una, borrosa, se ve una pared donde además de la cara del Che, chapuceramente han pintado la bandera cubana, el escudo y una flor blanca, la mariposa, la flor nacional. En otros sitios digitales, fotos de alegres extranjeros, uno de ellos bebiendo encima de una moto de los años 50 y que al parecer es parte del vulgar decorado. Lo más probable es que ninguno de estos turistas sepa quién fue el Bárbaro del Ritmo.

En Absolut Cuba, otra web, de los cuatro bares que recomiendan visitar en Varadero incluyen el Bar Benny Moré, con un texto macarrónicamente redactado o traducido al español. Pero, horror, en vez de dedicarlo a uno de los varios géneros que él cultivó (mambo, son, bolero, guajira, afro, rumba, guaracha, changüí)... lo han dedicado al jazz! Es cierto que su orquesta, la Banda Gigante, tenía formato de jazz band, pero no se puede confundir la peste con el olor.

Según el blog La oriental sureña, sobre la historia y cultura de Cienfuegos, a fines de los años 30, los conjuntos existentes en Cuba eran los septetos de son, la charanga francesa para los danzones y el danzonete, y los conjuntos jazz band, entre ellos la Orquesta Casino de la Playa. La 'cubanización' de las jazz bands se confirma con la Banda del Benny, donde entre otros cambios, los trombones pasaron a realizar los tumbaos y las trompetas ejecutaron motivos de fuerza percutiva similares al bongó.

Benny Moré era autodidacta. Con un talento innato para la música, asimilaba todos los sonidos. Cuando dirigía su Banda dominaba perfectamente las entradas de la orquesta y los complicados vericuetos de la clave cubana, que resultan un tormento para los académicos. Constituyó un caso único, con precedentes en cantantes anteriores, pero sin que ninguno llegara a superarlo. Cubanizó el formato jazz band, incluido el nombre: Banda Gigante.

En Colombia, Venezuela, Perú y otros países del continente sigue siendo un ídolo. No exagero si digo que algunos latinoamericanos saben más del Benny y otras glorias de nuestra música que muchos cubanos.

Por su interés, vale la pena reproducir lo que el colombiano Walter Germán Magaña cuenta en los párrafos finales del excelente trabajo que Herencia Latina en 2007 dedicó al Bárbaro del Ritmo.

"En 1960 Fidel Castro, el líder de la Revolución cubana, anunció al país la adhesión del movimiento revolucionario al comunismo (un año más tarde, en 1961, lo anunciaría al mundo en la ONU). Ese año, la salud de Benny empeora; el médico Luis Ruiz le diagnostica cirrosis hepática, y aunque tiene que dejar el alcohol, ya es demasiado tarde. Sin embargo, él y la Banda Gigante continúan grabando y lanzan números como: El santo de tía Juliana (Pedro Pablo Pérez); Sin una despedida (José Dolores Quiñones); Tumba, tumbador (Roberto Nodarse); A mi padre (Néstor Mili); ¿Cómo puedes pensar? (Francisco Escorcia); Así es la humanidad (Pedro Hernández); Conocí la paz (Benny Moré); Me gusta más el son (Enrique Benítez) y Te quedarás (Alberto Barreto), entre otros.

"De acuerdo con las nuevas disposiciones tomadas a partir de la Revolución, en el carnaval de 1960, no solo se produjeron, sino que se incrementaron los bailes de carácter masivo en la Avenida del Puerto de La Habana. Dos tarimas patrocinadas por las cervezas Cristal y Polar y una de Bacardí, propietaria de la marca Hatuey, presentaron lo mejor de la música popular cubana. Benny Moré con La Banda Gigante se presentó en la tarima de la cerveza Cristal junto a otras luminarias de la época.

"El 7 de enero de 1961, se llevan a cabo en el Habana Libre y en el Stadium Tropical fenomenales bailes con las orquestas La Banda Gigante del Benny, Aragón, Sensación, Estrellas Cubanas, Chapottín y su cantante Miguelito Cuní, Riverside, Rumbavana y Ñico Membiela. Los bailes masivos siguen proliferando con el auspicio del nuevo régimen y el Benny con su agrupación son bastante solicitados.

"En el cabaret Night and Day, en el mes de febrero, se presentó en mano a mano con Pacho Alonso en un mismo espectáculo y el público abarrota el centro nocturno. En marzo, participa en los carnavales que se realizan en la Avenida del Puerto, y dos meses más tarde se presenta en los bailes populares que bajo el título de Pa’lante y pa’lante organiza el INIT (Instituto Nacional de la Industria Turística).

"Benny es contratado también para actuar en el Carnaval de Panamá. Ese año, se gana un Disco de Oro por Se te cayó el tabaco de su autoría. Participa en el Primer Festival Papel y Tinta, organizado por el segundo aniversario del periódico Revolución. No obstante su delicado estado de salud, en 1961 cantó varios días en La Tropical, La Polar y el Alí Bar, uno de sus lugares preferidos.

"En 1962, Benny participa en el Segundo Festival Papel y Tinta, que en esta oportunidad se lleva a cabo en el Centro Gallego, su Banda Gigante se presentó junto a la Orquesta Riverside, el Conjunto Chapottín y La Aragón. Ese año realiza su última grabación, el montuno-cha El cañonero, de Enrique Benítez. Su voz ya no es la misma, pero la crítica aplaude su reaparición en el cabaret Tropicana, ocurrida en el mes de febrero. Se presenta, además, en diversos centros nocturnos, en la radio y la televisión.

"Odilio Urfé promueve el Primer Festival de Música Popular Cubana, en una de las notas del programa se puede leer: El proceso del son cubano comienza con la presentación escenificada de la Ma Teodora y culmina con la figura cumbre del estilo clasificado como son-montuno y que responde al nombre mágico, para el pueblo que lo admira, de Benny Moré.

"Su estado de salud le impide participar en el Festival de L’Humanité, en 1962, en Francia. Tampoco pudo aceptar la invitación del Teatro Olympia de París para actuar en nombre de Cuba durante todo el mes de mayo. Pacho Alonso iría en su lugar.

"En enero de 1963 es invitado, de nuevo, al Tercer Festival de Papel y Tinta, siendo una de las últimas actuaciones del Benny en La Habana. Se encontraba ya muy mal de salud. Recibe la Palma de Plata al mejor músico popular, otorgado por el periódico Revolución y que sería el último de los muchos galardones que mereciera. El ICAIC y el periódico Revolución se disponían a filmar un documental el 18 de febrero, día en el que habría de presentarse en los legendarios Jardines de La Tropical. 'El Benny en el Mamoncillo' se titulaba el baile anunciado en la prensa, y donde los asistentes podían disfrutar también del Conjunto Chapottín.

"Su última actuación se llevó a cabo el 16 de febrero en Palmira, Cienfuegos. Tres días después, el 19 de febrero de 1963, fallecía a las 9.15 de la mañana en el Hospital de Emergencias, en La Habana. Tenía 43 años. Fue enterrado con honores de héroe nacional y su sepelio constituyó una multitudinaria demostración popular de dolor. El Sindicato Nacional de Artes y Espectáculos declaró Día de Duelo Musical el 20 de febrero, por la muerte del más grande sonero cubano de todos los tiempos.

"Al frente de su 'tribu', como llamaba a su orquesta, recorrió países de centro y sur América. Alto y delgado, con su tradicional vestimenta de pantalones bataholas, tirantes, zapatos de dos tonos, con un bastón y un enorme sombrero alón, conquistó a los más difíciles seguidores de la música afrocubana. Benny Moré dejó un vacío inmenso y difícil de llenar".

Personalmente no le conocí, pero sí sabía de su carácter franco y espontáneo, por los cuentos que a cada rato hacían Lázaro Peña y su esposa, la compositora Zoila 'Tania' Castellanos, cuando entre agosto de 1959 y febrero de 1961 trabajé como mecanógrafa en el Comité Nacional del Partido Socialista Popular y mi máquina de escribir estaba situada en la misma oficina. Lázaro y Zoila eran muy amigos del Benny, Celia Cruz, Bola de Nieve, Olga Guillot, José Antonio Méndez, Elena Burke, César Portillo de la Luz y Pacho Alonso, entre otros artistas.

Sigo rastreando por la red y descubro que con el nombre de Benny Moré, en la isla existen bares, tabernas, restaurantes, museos... y organizan festivales y homenajes. También le han hecho cuadros y esculturas, con más o menos calidad, y los artesanos han aprovechado para elaborar miniaturas, que si todas son como las vistas en internet, su valor artístico es escaso. A partir del estreno en 2006 de la película El Benny, de Jorge Luis Sánchez, deben haberse multiplicado los imitadores y seguidores.

Cuando se trata de artistas únicos, irrepetibles, como Benny Moré, las iniciativas privadas y estatales debieran estar patrocinadas o supervisadas por conocedores de su vida y su música. Un ejemplo positivo: el concierto por los 50 años de su fallecimiento, el 23 y 24 de agosto en el Museo Nacional de Bellas Artes, Habana Vieja.

Lo titularon Como ayer, hoy. Tal vez porque el director musical era Emilio Vega, hijo de Pedro Vega, autor de Hoy como ayer, bolero inmortalizado en la voz del Benny (Pedro fue uno de los fundadores de la Orquesta Filarmónica de La Habana, en los años 40, y tuve la suerte de hablar con él en su apartamento del Vedado en 1991). Las 14 canciones escogidas para el concierto fueron interpretadas por Sory, joven cantante cienfueguera, y estuvo acompañada por talentosos músicos. Una buena noticia en un país con tendencia a la mediocridad y al olvido.

Benny Moré ha sido y es uno de los músicos más grandes que ha tenido Cuba. Además de cantante, fue compositor, arreglista y director de orquesta, sin nunca haber realizado estudios musicales. Un verdadero genio de la música popular. Y no se debe permitir que unos pelagatos, por tal de atraer turistas y recaudar divisas, monten bares como ése de Varadero, una verdadera vergüenza. Ojalá que el Alí Bar, en Dolores esquina a Calzada de Lucero, Lawton, lo mantengan a la altura del hombre que hizo del lugar un refugio para cantar y descargar con sus amigos. Teodoro, uno de sus hermanos, recordaba:

-La casa del Benny siempre estaba llena de empresarios, periodistas, fotógrafos, músicos, compositores que le llevaban canciones. En su tiempo libre, trabajaba en su conuco de tierra y practicaba la pesca, especialmente con red y jamo. Era amante del béisbol, el juego de dominó y de barajas. Le gustaba hacer cuentos de viejos negros esclavos africanos, los hacía agachado, costumbre guajira.

-Entre sus comidas preferidas estaban las butifarras del restaurante El Congo (las mismas que inspiraron a Ignacio Piñeiro a componer Échale salsita), asaba jutías y las sazonaba con pedazos de caña de azúcar, para quitarle el amargor. Adoraba las comidas criollas: lechón asado, plátanos fritos, chicharrones de cerdo, tasajo, bacalao, quimbombó, arroz con camarones, ajiaco. Disfrutaba del rabo encendido con mucho picante, costumbre mexicana, y se preparaba una rara comida lucumí: yuca con harina de castilla, grasa y bolas de maní.

-Acostumbraba comer huevos pasados por agua, con bastante ajo, sal y aceite, para resistir las bebidas, según le contó a la actriz Odalys Fuentes. No le gustaba la cerveza, prefería los rones Peralta y Matusalén. Tomaba mucho café y fumaba bastante. No era aficionado a las etiquetas, andaba en mangas de camisa, solía acostarse sin camisa en el suelo y así dictaba algún arreglo musical.

Por esa entrevista sabemos que de los 18 hijos que tuvo Virginia Moré, seis fallecieron al nacer y de los doce restantes, solo seis llegaron a la vida adulta. Bartolomé era el mayor. Vivos quedan dos: Miguel Ángel, en Nueva York, y Teodoro, en La Habana. De los siete hijos que Benny tuvo, tres hembras radican fuera, dos en la Florida y una en México. Uno que era cantante y vivía en Caracas ya falleció. En Cuba reside Hilda, quien ha quedado al cuidado de la última casa donde vivieron, en La Cumbre, en el municipio habanero de San Miguel del Padrón.

Sus parientes, donde quieran que vivan, así como los cubanos de adentro y de afuera y los miles de seguidores que aún tiene en América Latina, no deberíamos permitir que se haga negocio con su imagen y su memoria. Que su música se siga escuchando, en discos, videos, radio y televisión. Que se abran museos y se organicen festivales y homenajes. Siempre desde el respeto y la profesionalidad. Es lo menos que merece el Benny.

Tania Quintero
Leer también: Del Benny y sus canciones.

viernes, 25 de octubre de 2013

Varadero: recuerdos (IX)


Mis padres no eran aficionados al mar. Lo de ellos era la pelota. De niña fui más al Stadium del Cerro y las pocas veces que fui a la playa, fue a Guanabo, donde en el verano mi tía Dulce y su marido, Blas Roca, solían alquilar una casa, para pasar una o dos semanas con sus cuatro hijos, mis primos. Después Guanabo cayó en decadencia y Santa María del Mar se convirtió en la favorita de los habaneros.

A Varadero fui por primera vez en 1967. Rafael, mi esposo y padre de mis dos hijos, abogado de profesión, atendía los asuntos legales en el Sindicato Nacional de la Minería y al igual que muchos trabajadores entonces, se ganó una estancia de una semana en Varadero, con todos los gastos pagados. Fuimos primero a ver las condiciones de la casa y qué había que llevar, teniendo en cuenta que iríamos con dos niños pequeños: Tamila tenía 3 años e Iván 2.

En ese viaje exploratorio decidimos llevar solo a Iván. Sin mayores problemas nos trasladamos en ómnibus interprovincial desde la terminal de La Habana hasta la de Varadero. No nos fue difícil localizar la casa, quedaba en una céntrica calle. En realidad eran dos casas, una en los bajos y otra en los altos, independientes. Las dos estaban vacías, en la oficina donde estaban registrados los vacacionistas, pedimos las llaves de la planta alta. Tuvimos que abrir todas las ventanas, por el calor y la humedad.

Tenía sala, comedor, dos habitaciones con sus baños, cocina, patio y terraza. Los muebles eran antiguos y solo los necesarios. Vimos que había que llevar desde sábanas y toallas hasta utensilios de limpieza y de cocina, si uno prefería la opción de recibir una cuota de alimentos y cocinarlos en la casa. Nos había cogido la hora de almuerzo y decidimos ir a una pizzería. La idea mejor no pudo ser: las pizzas eran buenísimas, mejor que las de La Habana, aunque en aquella época en la capital hacían buenas y variadas pizzas: napolitanas, solo con queso, o con picadillo de res, jamón, chorizo, pescado, mariscos... También ofertaban lasañas y raviolis.

Volviendo a Varadero. Rafael pidió una de langosta, yo de camarones y a Iván le pedimos de jamón y queso. Después del postre y el café, fuimos a ver la playa, a unas dos cuadras. No habíamos llevado trusas y lo que hicimos fue dar un paseo.

Como mis hijos nunca tuvieron cochecito -entonces casi ningún niño cubano lo tenía- los dos eran 'caminadores' y cuando los cargábamos era porque nos daba pena verlos andando tanto rato, pero no porque ellos nos lo pidieran. Ahora no. En Suiza y Europa ves a niños de 3 y 4 años todavía metidos en coches. Lo mismo pasa con los 'pampers' o culeros desechables, que antes de ir al kindergarten tienen que acostumbrarlos a los blumercitos y calzoncillitos y enseñarlos a orinar y a hacer caca solos.

Hago un paréntesis y aprovecho para aclarar que la foto que ilustra el post Del 'políticamente correcto' 1968, y donde estoy con mi madre Carmen, mi tía Dulce y mis dos hijos, es de 1966. Dos años tenía Tamila y uno Iván. Se llevan un año y quince días, los dos nacieron en el mes de agosto, Tamila el 1 de agosto de 1964 e Iván el 15 de agosto de 1965.

El paseo por Varadero nos permitió conocer dos de las más famosas mansiones de Varadero: la de Al Capone y la casa Dupont, que cuatro años antes había sido reconvertida en restaurante Las Américas. A esta última entramos, vimos la carta, el menú excelente, incluía platos con carne de res, los precios accesibles, en pesos. En 1967 todo se pagaba con la moneda nacional.

Pensamos hacer tiempo y quedarnos a cenar, pero nos iba a coger tarde para el regreso. Así que decidimos volver a la casa. Como el baño había que limpiarlo, optamos por lavarnos y secarnos con dos toallas que habíamos llevado. A Iván le cambié de ropa, con la muda que le llevé. Para él también era un pomo con agua hervida, dos compotas, un jarrito y una cucharita. Además, un paquete de servilletas de papel (el papel sanitario ya escaseaba) y a falta de galletas, un nailon con pan tostado.

Por si acaso nos demorábamos en la terminal, pasamos de nuevo por la pizzería. Esta vez los tres comimos lo mismo: spaghettis a la boloñesa, con abundante picadillo de res y queso molido. Riquísimo.

Llegamos de noche a La Habana. Durante el viaje de vuelta Rafael y yo decidimos dejar la estancia en Varadero para cuando los niños estuvieran más grandes. Pero en 1968 a él nombraron delegado del Ministro de Justicia en Isla de Pinos y en 1970 nos divorciamos.

Regreso de nuevo a 1967, año del primer Festival Internacional de la Canción de Varadero. La invitada principal fue la española Massiel, conocida en Cuba por Rosas en el mar. No recuerdo si en Varadero interpretó aquel La, la, la, con el cual, increíblemente, ganó el Festival de Eurovisión celebrado en 1968 en Londres. En Cuba ese año, tuvo lugar un 'evento' que le quitó a la gente las ganas de cantar y bailar: el de la ofensiva revolucionaria, en 2012 recordado por el disidente y economista Oscar Espinosa Chepe.

Por un post publicado en 2011 en el blog de R.A. San Martín, me entero que Te doy una canción "fue escrita especialmente para ser interpretada en el Festival de la Canción Varadero 1970. Era la primera, y creo que única vez, que Pablo Milanés y Silvio Rodríguez fueron invitados a presentarse en ese evento internacional. Era una época difícil que quiero recordar a los desmemoriados de hoy".

En 1974 volví a Varadero, por motivos bien distintos. Blas Roca encabezaba una comisión creada por el alto mando gubernamental, para diseñar el establecimiento y funcionamiento de los 'Poderes Populares', como entonces le decían. A modo de plan piloto cogieron la provincia de Matanzas. Ese año había empezado a escribir en la revista Bohemia y le propuse a Luis Camejo, el subdirector, cubrir el experimento como corresponsal-viajera.

Durante varios meses, una vez por semana, a mí disposición ponían un auto Lada con un chofer y un fotógrafo. Casi siempre nos alojábamos en el Hotel Velasco, al lado de la Sala White, en el centro de la ciudad. Pero en dos ocasiones no había habitaciones libres y tuvimos que quedarnos en Varadero, una vez en el Oasis y otra en el Bellamar (cuyo nombre me recordó que en los años 50, con mi escuela había visitado las famosas cuevas). Cuando se reporta como periodista desde otras provincias o países, como eso cuesta dinero, por muy hermoso y confortable que sea el lugar, apenas tienes tiempo libre y se suele trabajar mucho más.

La tercera vez que estuve en Varadero fue en 1983. Un viaje de ida y vuelta, como guionista de Conversando, programa televisivo que conducía la chilena Mirella Latorre. El equipo de trabajo lo encabezaba Mirella y cuatro o cinco más del ICRT.

Fue la primera vez que estuve en las 8 Mil Taquillas, espacio mandado a construir por Fidel Castro y en cuyo anfiteatro se venía celebrando el Festival de la Canción. Ese año la estrella fue Oscar D'León.

A Varadero volví en 1988, acompañando a una brasileña de Sao Paulo. El minibus, con tres o cuatro turistas más (yo era la única cubana), salió alrededor de las 10 de la mañana del Habana Libre y regresamos cerca de las 6 de la tarde. El tour se limitó al Hotel Internacional de Varadero. Tampoco en esa oportunidad me bañé en las serenas y azules aguas.

Tania Quintero
Foto: Mansión que Al Capone mandó a construir en Varadero, en la década 1920-30 y utilizó como depósito de mercancías y contrabando durante los años de la ley seca en Estados Unidos. Fue reconvertida en el restaurante La Casa de Al. La foto fue tomada del blog Mafia Land.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Varadero: los negros lo tienen más difícil (VIII)


Josuán, ingeniero, 43 años, junto a su esposa y tres hijos, en una calle aledaña al Capitolio de La Habana y bajo un sol de justicia, esperan el ómnibus climatizado que lo llevará a Varadero, Matanzas, a 140 kilómetros de la capital.

“Es como viajar en una máquina del tiempo hacia el futuro. Este año alquilé 3 noches en el hotel Patriarca. Ya me considero un ‘veterano’. Es la cuarta ocasión que hago turismo ‘todo incluido’. Te puedo asegurar que no es fruto de mi trabajo. Se lo debo a mis parientes que residen en Miami. Ellos me envían dólares suficientes para que cada año mi familia pueda tener un oasis de mar y playa y gran cantidad de comida y bebidas en un entorno fabuloso”, señala.

Frente a la fábrica de tabacos Partagás, casi un centenar de personas cargan sus mochilas y maletas de ruedas y abordan el bus que los trasladará a diferentes hoteles de Varadero.

Cerca de las 11 de la mañana, con excepcional puntualidad, cosa rara en Cuba, van subiendo a sus respectivos ómnibus. Pertenecen a Transtur, principal transportista turístico en la isla, excepto la cadena Gaviota, un emporio administrado por la cúpula militar que tiene su propia flota de buses y aviones pintados de color verde claro.

Dentro de los excursionistas el número de negros y mestizos es reducido. Apenas siete entre un centenar. Y es que sí hacer turismo es una ilusión para muchos en Cuba, para un negro o mestizo raya casi en lo imposible.

No es problema de leyes. Es un asunto social que calladamente se ha convertido en una bomba de relojería. Los negros son los más pobres. Los que peor viven. Y los menos representados en el poder. No así en la cárcel. O en los hechos de sangre. Han quedado marginados a la música, el deporte y la santería.

Hacer turismo ‘todo incluido’ es algo que le suena lejano a la gente de piel oscura. Para ellos va quedando el campismo o las arenas sucias y repletas de desperdicios de las playas del Este habanero. O un bailable público con una orquesta mediocre de ‘timba’ o un reguetonero del momento. Poco más.

Eso de pagar al contado 400, 500 o 800 pesos convertibles, el salario de hasta cuatro años de trabajo, por tres o cuatro días en Varadero u otro sitio turístico, lo ven como cosa de blancos.

Que la mayoría también vive mal, pero dos peldaños por encima de los negros. Uno de los grandes 'logros' de la revolución de Fidel Castro es haber socializado la pobreza.

Hay, por supuesto, unos más pobres que otros. Es verdad que apenas hay analfabetos. Y es raro que se muera una persona por falta de atención médica. Pero aspirar a escalar en la estructura social o política, obtener bienes materiales, vivir decentemente y hacer turismo en tu propio país es una asignatura pendiente.

Así lo piensa Rolando, uno de los pocos turistas negros que bebe una piña colada en una parada de quince minutos que ha hecho el bus. “Soy un privilegiado. Esta vez pude alquilar 6 noches en el Meliá Varadero. Es la segunda ocasión que puedo hacerlo. No tengo familiares en el extranjero que me envíe dólares. Soy cirujano. Y en mis prestaciones de servicios en Sudáfrica y Venezuela he realizado negocios por la izquierda. He ahorrado dinero que me permite vivir un poco mejor. La primera vez que fui a un hotel de lujo los únicos negros eran canadienses o africanos. No creo que ahora sea diferente. En Cuba la vida es difícil para todos. Pero para los negros es aún más difícil”.

El ómnibus va distribuyendo a los turistas, nacionales y extranjeros, en diferentes hoteles. Danilo y su familia se hospedarán cuatro noches en el Memorie, a 17 kilómetros del centro del poblado Varadero. Es un hotel inmenso y el de mayor hectárea y vegetación. Tiene 1,015 habitaciones, el segundo más grande de Varadero. Diseñado a la usanza de la arquitectura colonial cubana, es casi una mini ciudad. Las agencias de turismo lo sugieren como una buena opción para las familias con hijos pequeños.

“Mi esposa y yo lo escogimos por ser un hotel tranquilo y con un enorme tobogán que es la delicia de los niños. Es la tercera vez que reservo en Varadero con la opción de ‘todo incluido’. Y ahora repito en el Memorie”, dice mientras espera un carrito eléctrico que le llevará el equipaje a su habitación.

En 2008, cuando el régimen autorizó a los cubanos poder hacer turismo en hoteles de lujo, algunos excursionistas se quejaban del maltrato por parte de los trabajadores.

“Existía discriminación. No pocos dependientes trataban a los nacionales con cara de perro. Es verdad que los cubanos cargaban enormes cantidades de comida, bebida y se llevaban jabones, papel sanitario y champú de las habitaciones. Era lógico. Cogían lo que no tenían en sus casas o costaba mucho dinero adquirir. Los empleados se burlaban de ellos. Pero era una manera de actuar muy hipócrita, porque ellos también viven robando. Pero las cosas han cambiado. Los turistas nacionales cargan bolsos de comida con más discreción y los trabajadores han mejorado su trato hacia ellos. Incluso muchos cubanos dejan propinas mayores que los europeos”, señala un español que trabaja en la administración del Memorie.

En los hoteles ‘todo incluido’ no existe la usual y repetitiva propaganda política que acompaña la vida diaria del cubano. El 13 de agosto, cumpleaños de Fidel Castro, en ninguna actividad cultural o recreativa en los hoteles de Varadero se recordó el onomástico del comandante único.

Los cubanos se sienten como si viviesen en otro país. “Uno pierde hasta el apetito, al ver tanta comida en el desayuno, almuerzo y cena. Eso es un lujo para el 90% de la población. Además, cafeterías con meriendas las 24 horas, un río de cerveza y ron, habitaciones climatizadas, canales de televisión por cable y agua fría y caliente en los baños. Tengo la sensación de estar en otro planeta”, confiesa el ingeniero Josuán.

Lo peor es el regreso. Volver a casa, a desayunar café sin leche y dos comidas casi siempre magras. Los que pueden hacerla.

“No es fácil dejar el aire acondicionado para retomar el ventilador. El día después de la vuelta a la realidad, la familia se pasa horas contando anécdotas de la experiencia vivida”, dice Josuán apesadumbrado. Y se cuestiona por qué es tan caro y exótico hacer turismo en tu propio país.

Hay preguntas que las autoridades se sienten con el derecho de no responder. Ésa es una. Entre otras muchas.

Iván García
Foto: Tomada del post Varadero y sus vendedores ambulantes, publicado el 22 de mayo de 2012 en el blog Be.Live.Hotels.
Nota.- En Varadero trabajan muchos cubanos de la raza negra, nacidos en la localidad o provenientes de Matanzas u otras provincias. Se desempeñan en los más diversos oficios: constructores, gastronómicos, choferes, músicos y vendedores por cuenta propia, entre otros. También se alojan en villas, hoteles y casas privadas, pero aún son minoría cuando se trata de ofertas en pesos cubanos convertibles (TQ).

lunes, 21 de octubre de 2013

Xanadú, la mansión de los Dupont (VII)



En 1927, el millonario estadounidense de origen francés, Irenée Dupont, de 49 años, se retiró de la presidencia del imperio químico que en 1802 había creado su abuelo Éleuthère y comenzó a buscar un lugar tranquilo donde pasar su jubilación. Al igual que muchos norteamericanos de aquella época lo encontró en Cuba.

Ese mismo año, por 90 mil pesos compró 180 hectáreas de tierra en la Península de Hicacos, larga y estrecha franja de tierra que se adentra en el mar y donde se encuentra Varadero. La propiedad incluía 8 kilómetros de terrenos vírgenes, pero él escogió las colinas rocosas de San Bernardino. El diseño de la casa le fue encomendado a Govantes y Cabarrocas, una de las firmas de arquitectos más prestigiosas que ha tenido Cuba. La construcción costó un millón 300 mil dólares y estuvo a cargo de la Frederick Sneard Corporation. Se terminó el 30 de diciembre de 1930.

Con once habitaciones e igual número de baños en sus inicios, a la residencia se le incorporaron tres terrazas, siete balcones y un embarcadero privado. En su decoración exterior e interior destaca el empleo de maderas preciosas, especialmente traídas de Santiago de Cuba, como caoba, cedro, jiquí y sabicú, que hacían una armoniosa combinación con mármoles procedentes de Cuba, España e Italia. Muebles, instrumentos musicales y cuadros fueron suministrados por Theodore Baily & Co. y Meras y Rico.

La bautizaron con el nombre Xanadu, como el exótico palacio construido por el legendario conquistador y guerrero chino Kublai Khan. Según la leyenda, Xanadu fue el antiguo reino de los tártaros, que se extiende desde Asia Central a China Occidental y partes de Rusia. En 1932, Dupont instaló en la casa un órgano, cuyo funcionamiento era manual y automático, con un costo cercano a los 110 mil dólares. Se consideraba el más grande entre los existentes en residencias privadas de América Latina.

Cada año, desde principios de enero, Dupont se quedaba unos meses en Xanadu, a veces invitaba a importantes ejecutivos de la compañía. En la década de 1950 se alojaron estrellas de Hollywood como Ava Gardner, Cary Grant y Esther Williams, entre otros que regularmente visitaban Varadero, entonces un paraíso desconocido. A Varadero le cabe el honor de haber sido la primera playa en Cuba donde las personas se bañaron al aire libre en el mar y donde por primera vez se usaron trajes de baño ligeros.

La parte de la finca comprada por Dupont llegó a tener 1,328 hectáreas, abarcando tierras de lo que hoy es el municipio de Cárdenas. Había sido comprada al ridículo precio de cuatro centavos de dólar por metro cuadrado. Años más tarde, después de terminadas las construcciones de la carretera, el acueducto y una planta de energía eléctrica, el valor se incrementó. Posteriormente, Dupont vendería varias hectáreas a estadounidenses ricos.

En los jardines se plantaron cocoteros y flores en las laderas, junto a un huerto con matas de plátanos, aguacates y papayas. Loros y cacatúas fueron importados, para darle más sabor tropical.

El arquitecto Herbert Strong diseñó un primer campo de golf de 18 hoyos, pero más tarde se construiría uno de 9 hoyos, siguiendo el diseño de Sim Cuthrie. Los cuatro primeros hoyos fueron construidos en suelo natural, mientras que para los otros hubo que rellenar el terreno. La construcción se inició en diciembre de 1931, y se terminó en 1933, pero en septiembre un huracán lo arrasó. Entre abril y diciembre de 1934, más de 10 mil dólares tuvieron que ser invertidos y no fue hasta 1936 que el nuevo campo de golf estuvo listo.

Entre las obras filantrópicas se destacan las donaciones que Dupont hizo a la edificación de una iglesia y el mantenimiento de la escuela parroquial. En marzo de 1957, Dupont visitó Xanadu por última vez. Nunca más volvería: fue expropiada poco después de la llegada de Fidel Castro y sus barbudos al poder.

El 12 de diciembre de 1963 abrió sus puertas como restaurante Las Américas, con la astronauta soviética Valentina Tereshkova como invitada de honor. El 19 de diciembre, una semana después, a la edad de 86 años, Irenée Dupont fallecía en los Estados Unidos.

El restaurante sigue existiendo, pero el régimen decidió convertir Xanadu en una de las instalaciones más exclusivas de Cuba, dirigida a turistas ricos. El principal atractivo es un espacioso campo de golf de 18 hoyos, que por su ubicación lo convierte en uno de los más singulares del mundo: por un costado tiene la playa de Varadero y por el otro la bahía de Cárdenas.

Tania Quintero, con informaciones de internet.
Foto: Tomada del blog Posh Voyage.

viernes, 18 de octubre de 2013

Varadero: el hotel Internacional será demolido (VI)


En los años 50, en Cuba había dos hoteles fuera de serie: el Nacional, en La Habana, y el Internacional, en Varadero. Mientras el primero se mantiene orondo en el corazón del Vedado, el segundo será demolido.

Lo acaba de confirmar Jorge Alvarez, director del Centro de Inspección y Control Ambiental, institución encargada de controlar, supervisar y regular la protección del medio ambiente y el uso racional de los recursos naturales. ¿La causa? La alarmante erosión costera, descubierta por los científicos y especialistas que se dieron a la tarea de recorrer y analizar los casi 6 mil kilómetros de costas cubanas.

Aunque las autoridades han preferido mantener silencio y prudencia, las conclusiones son muy preocupantes. “El gobierno se dio cuenta de que la protección de las costas para una isla como Cuba, larga y estrecha, es un problema de seguridad nacional”, declaró Alvarez recientemente.

El estudio arrojó que la elevación del nivel del océano podría dañar o eliminar del mapa unos 122 poblados costeros, muchas playas quedarían sumergidas, fuentes de agua dulce perdidas y parcelas de cultivo inutilizadas. Se calcula que para 2050 el mar llegue a subir unos 27 centímetros y unos 85 centímetros en 2100. Parece poco, pero según los expertos eso significa una penetración del agua salada de hasta dos kilómetros tierra adentro en zonas bajas.

En octubre de 2010, ya se hablaba de la probable demolición del Internacional. Una ola de rumores y polémicas se desató dentro y fuera de la isla. Luanys Morales, portavoz de Gran Caribe, grupo administrador del hotel, dijo: "Es lamentable que un rumor pueda influir en la decisión de muchos turistas que nos han llamado, alarmados por la noticia. El hotel no se va a demoler y todo es parte de una falacia inventada para llenar titulares quienes no quieren bien a nuestra isla y se dedican a destilar veneno en sus informales blogs".

Un mes después de ese desmentido, supuestamente oficial, una declaración de la sección cubana del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS, por su sigla en inglés) firmada por su presidente, el arquitecto José E. Fornés, corroboraba los rumores acerca de las intenciones de demoler el Hotel Internacional de Varadero y las Cabañas del Sol, instalaciones consideradas “parte del patrimonio moderno cubano y caribeño”, que marcaron un hito en la arquitectura nacional, por su avanzado diseño e integración visual con el paisaje y el mar.

En un foro de internet, Armando Fernández aseguraba: “Pues sí, lo van a demoler. Y no sólo el Internacional que es un hotel emblemático de Varadero, sino las cabañas que en su época fueron premio nacional de arquitectura. Tomaron la decisión sin consultar a nadie. Estoy de acuerdo en que existen inversiones importantes que deben realizarse, pero no a expensas de lo que es un símbolo de identidad del territorio”.

Por aquellos días, Teresa, jubilada, confesaba: "Sentí una mezcla de tristeza e indignación cuando me dijeron que iban a demoler el Internacional. Nací en Matanzas y antes de la revolución, cuando llegaba el verano, mis padres alquilaban una casa en Varadero. A ellos les gustaba ir al cabaret del hotel y a los niños tomar helado en su cafetería. Entonces, una familia trabajadora como la mía, podía darse esos lujos".

El Hotel Internacional de Varadero fue inaugurado el 24 de diciembre de 1950, en el municipio de Cárdenas, Matanzas. Por su estilo arquitectónico, se le consideraba 'hermano' del Fontainebleau de Miami Beach, abierto en 1954. Hasta mediados de los 80, cuando Fidel Castro decidió desarrollar a todo gas el turismo como una de las principales fuentes de entrada de divisas, el Internacional era el preferido de los extranjeros.

Diseñado por el arquitecto cubano Ricardo Galbis, en su construcción participaron 300 obreros. El 90% de los materiales fueron traídos de Estados Unidos. Su costo ascendió a tres millones y medio de pesos, en esa época equivalente a la misma cantidad en dólares. Constaba de 163 habitaciones y un penthouse. En el lobby, un mural de tema marino, obra del pintor español Hipólito Hidalgo de Caviedes, quien en 1937 se exilió en Cuba. Hidalgo regresó a España en 1961 y en 1994 falleció en Madrid, la ciudad donde en 1902 había nacido.

Cuando el Internacional se inauguró, Varadero contaba ya con 17 hoteles, entre ellos el Kawama, Miramar, Torres, Playa Azul y Varadero, el más viejo de todos, de 1915. Pero el verdadero boom hotelero y turístico comenzó en 1990, con la construcción del Meliá Varadero, Sol Club Las Sirenas, Sol Palmeras, Brisas del Caribe y Meliá Las Américas.

En 1887, año de la fundación oficial de Varadero, si un habanero quería bañarse en sus azules y transparentes aguas tenía que disponer de tiempo, paciencia y energía. En la capital tenía que coger un tren hasta Cárdenas y desde allí trasladarse a la playa a pie, en un carretón o una goleta.

Hoy, el trayecto de 130 kilómetros entre La Habana y el famoso balneario se realiza por una amplia autopista, que en auto o bus demora poco más de una hora. Varadero sigue siendo el primer destino turístico de sol y playa en Cuba. En la actualidad, con más de un millón de visitantes anuales, aporta alrededor del 30% de los ingresos en el sector.

Hace tres años, se llegó a especular que detrás de la demolición del Hotel Internacional pudiera estar el descubrimiento de petróleo en la zona o la construcción de nuevos campos de golf. Pero los graves daños causados al medio ambiente han sido el motivo. Ojalá se esté a tiempo de salvar las erosionadas costas cubanas.

Iván García
Foto: Tomada del post Life as Caribbean Queen at Hotel Internacional, publicado el 17 de julio de 2013 en el blog Mix Hart.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Varadero: más que arena, sol y mar (V)


Varadero es más que veintidós kilómetros de playa con una arena singular, tonalidades de aguas cálidas y limpias, sol maravilloso, o el punto más cercano de Cuba a los Estados Unidos. Es también historia, cultura y memorias de un pueblo de pescadores y de sus laboriosos habitantes.

Su origen se remonta más de 6 mil años atrás, con las evidencias de restos de aborígenes preagroalfareros halladas en la solapa de la Cueva de los Musulmanes, de arte rupestre en la Cueva de Ambrosio, y en otros sitios arqueológicos.

Durante cinco siglos su más importante actividad fue la salina, en un punto costero, al centro-norte de la Península de Hicacos. El despegue económico puede ubicarse a partir de 1883, cuando diez familias de la ciudad de Cárdenas, sociedad llamada popularmente Los decenviros, se unieron para mejorar y fundar el caserío, atraídos por las excepcionales condiciones de la playa y el clima.

El auge turístico se define en los años 30 del siglo xx y crece con rapidez en los diez siguientes, convertido ya en el escenario preferido de la burguesía cubana y de los visitantes norteamericanos, que hacían suya la frase del presidente Franklin Delano Roosevelt: “Varadero es la playa ideal para el turismo”. Con la Revolución, se acelera el desarrollo que hoy cuenta con más de 50 hoteles y una estructura excelente de servicios turísticos.

Con estas informaciones, viajo a Varadero, para conocer un poco a su gente, al hombre de a pie. Arribo al mediodía al otrora Parque de las 8 mil taquillas, construido en 1959, actual Centro Comercial. El centro urbano de Varadero es muy tranquilo y agradable, apenas alguna pareja de turistas caminan curiosos por sus calles.

En un punto de venta, en moneda nacional degusto, con menos de dos pesos convertibles (CUC), una típica comida cubana: congrí, ensalada, bisté de cerdo, vianda y refresco de tamarindo. Un comensal habitual, en short, camiseta y chancletas de baño, conversa con el dependiente: “Está floja la venta”. “Claro, si los artesanos no venden, no pueden gastar”, responde el aludido.

Con ellos me informo: junio es un mes de baja turística internacional e inicio del arribo de vacacionistas nacionales. Varadero constituye una oportunidad y, a su vez, un desafío para sus 18 mil habitantes permanentes, pues el potencial económico que implica el turismo, cada día se divide más, si se tiene en cuenta la población flotante: 24 mil personas, la mayoría en busca de mejorar su nivel de vida.

Conversando con Teresa Quián Núñez, cuyo primer apellido corresponde a una de las familias fundadoras de Varadero, conozco que los habitantes mejor posicionados, son los vinculados al turismo: hoteleros, gastronómicos, constructores, transportistas, directivos, artistas, creadores, orden público, cuentapropistas…

Pero, por tratarse de un territorio caro en comparación con el resto del país, también existe un sector más desfavorecido: personas de la tercera edad, retirados, pescadores, domésticos, jardineros, recogedores de materia prima, y desempleados temporales o permanentes. Para ellos, el día a día es más difícil y son preocupación y reto para el Estado.

Teresa Quián describe personajes que alegran los días de bailes y fiestas de Varadero, como las serenatas y la conga del entierro de Mamerto, tiempo muerto. Algunos ya no están como Victorino García (El violinista), Canica (El panadero), Zarzamora (El negro), Pata Fina, Cara de Vieja y Saturnino (El curro).

Me invita a visitar personalidades singulares de la localidad, entre ellas el fotógrafo Carlos E. Vega Fernández (Carlucho), figura quijotesca, de extensa obra -ganada desde el autodidactismo-, cuya sensibilidad le permite ver y compartir lo hermoso de todas las cosas; fotógrafo conceptualista y social con exposiciones en Cuba, España, Italia, Canadá e Inglaterra, entre otros países.

Y a un hombre como Eduardo Calderón Machado, heredero de las habilidades de la abuela, Paula Sánchez, quien en 1928 emigró de Agramonte, Matanzas, hacia Varadero y descubrió allí el arte de hacer exclusivos collares. José Calderón Sánchez, hijo de Paula, artesano y poeta, aprendió con ella el oficio y luego trasmitió los secretos a su hijo Eduardo.

A partir de conchas, arrojadas por el oleaje, Eduardo, logra creaciones que superan los caprichos del más severo cliente: muñecas, joyeros, monstruos, jardines, simpáticas y candorosas mulatas y negras vendedoras, músicos, un mundo extraordinario.

Otros muchos exponentes de Varadero quedan por mencionar, pero era hora del retorno. Había conocido ya algunos de los secretos mejor guardados de la historia y la cultura de Varadero.

Texto y foto: Pedro Luis Hernández Pérez
On Cuba Magazine, 30 de junio de 2013.

lunes, 14 de octubre de 2013

Varadero: ya no es una ciudad prohibida, pero... (IV)


En un país como Cuba, sin una reconocida clase media, pocas son las familias que pueden darse el lujo de pagar entre 300 y 800 pesos convertibles por un paquete de tres o cuatro noches en un hotel 'todo incluido' de Varadero.

Aunque un empleado al frente de un buró de turismo habanero, mecánicamente repite una retahíla de números y estadísticas, para reforzar la tesis sobre el crecimiento de turistas cubanos en hoteles de cuatro y cinco estrellas, tras las cifras se esconden diferentes matices.

Nada es en blanco y negro. Menos en Cuba, donde un ciudadano de a pie recibe un salario mensual en pesos equivalente a 15 y 25 dólares. Según previsiones del Ministerio de Turismo, para 2013 casi un millón y medio de cubanos se podrán dar un chapuzón en Varadero.

Es una buena noticia. Pero la fabulosa playa y el confort de sus hoteles aún no están al alcance de la mayoría. Un millón y medio de cubanos representa el 10% de la población total.

Un porcentaje poco gratificante para un gobierno que se desgañitaba con un discurso populista a favor de los pobres. Tras una serie de nacionalizaciones, decretos y expropiaciones a empresas, mansiones y obras de arte a los cubanos que generaban riquezas, la clase media desapareció de golpe.

Muchos se vieron obligados a huir al sur de la Florida. A menos de la mitad bajo el número de médicos e ingenieros en la isla. A base de voluntarismo y utopías, un furibundo Che Guevara enterró bajo tierra las reglas de la economía.

Todas las propiedades de veraneo que las personas de clase alta y media poseían en Varadero pasaron a ser residencias veraniegas de pesos pesados del Estado revolucionario. 0tras viviendas engrosaron el fondo inmobiliario de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), encargada de otorgar una semana de descanso a los más leales y esforzados trabajadores.

El descuido, falta de mantenimiento, saqueo y robo de los vacacionistas en hoteles y villas, provocó que la mejor playa de Cuba entrara en una etapa de indigencia. Daba pena ver espléndidos chalets destruidos por el salitre y la desidia estatal. Allá por los años 80, cuando el otrora paraíso soviético de obreros y campesinos recortó los subsidios a la isla, Fidel Castro decidió apostar por el turismo capitalista.

Con la caída del Muro de Berlín y del estrafalario comunismo soviético, Castro mantuvo su discurso antiyanqui y continuó enarbolando una prédica agradable a los oídos de los desposeídos. Pero, en la práctica, fueron desmantelando el 'estado benefactor'.

Las casas de los sindicatos fueron expropiadas y remozadas por el Estado. Las rentaban en dólares, la moneda del enemigo de Castro. Pero los generales, ministros y funcionarios mantuvieron sus residencias y su flota de yates en Varadero.

A los ‘esforzados compatriotas’ no les quedó más remedio que pasar sus vacaciones en un campismo, nadar en ríos y costas o playas sin condiciones. Varadero se convirtió en una ciudad prohibida. Solo tenían acceso los habitantes y trabajadores del poblado. Se montó un puesto de control policial en el puente de entrada a la ciudad.

Colgadas del brazo de rollizos europeos o canadienses se colaban jineteras y ‘pingueros'. Luz verde también tenían los familiares y amigos de los ‘gusanos' o 'escorias’. Cubanoamericanos que gracias a su poder adquisitivo, ahora eran recibidos por el régimen con alfombra roja.

Fue una etapa de un vergonzoso apartheid. Los cubanos no podían cenar en el restaurant de un hotel o entrar a la habitación de un extranjero. Éramos ciudadanos de tercera categoría en nuestra propia patria.

Raúl Castro, designado a dedo presidente por su hermano, echó abajo las absurdas normativas anticonstitucionales. A partir de 2008, cualquier cubano con divisas puede disfrutar de una estancia en instalaciones turísticas de todo el país.

Aunque existen zonas vedadas. Exclusivas. Cotos para cazar jabalíes, campos de golf y villas destinadas a altos oficiales. Pero van siendo menos. De 2008 a la fecha, gradualmente, ha ido creciendo en flecha el turismo nacional.

Varadero es el enclave preferido por la mayoría de los habaneros, por su cercanía a la capital -unos 140 kilómetros-, sus 52 hoteles y decenas de casas particulares de alquiler.

Quienes tienen poco dinero, por 70 u 80 pesos (3 dólares) per cápita, alquilan un ómnibus y se pasan ocho horas en la playa. Llevan agua, comida y ron barato. Suelen ser viajes de un solo día, programados "por la izquierda", y el chofer del bus y el jefe de transporte de alguna empresa se reparten la plata a partes iguales.

Hay familias que ahorran todo el año y en verano alquilan una casa particular. Los precios no están al alcance de los cubanos de a pie: 40 cuc (la más barata) y 100 cuc, diarios.

Y está la opción del ‘todo incluido’. La preferida por aquéllos con cierto poder adquisitivo. De antemano, reservan y pagan en una de las varias agencias de viajes turísticos (Cubatur, Cubanacán, Gaviota, Isla Azul o Gran Caribe).

Cada agencia tiene un abanico de ofertas. Cubanacán, Gran Caribe y Gaviota son las más caras. Ofrecen habitaciones en hoteles de 4 y 5 estrellas. Una estancia de tres o cuatro noches cuesta alrededor de 600 pesos convertibles.

Cubatur e Isla Azul son más económicas. Por 300 cuc puedes disfrutar de cuatro días de sol y mar. La diferencia de precios la marca la calidad del servicio. En los hoteles agrupados por Cubanacán, Gran Caribe o Gaviota se encuentran las firmas españolas Meliá y Barceló, y la comida es más surtida y mejor elaborada.

Un breve sondeo entre 30 cubanos, pertenecientes a ese 10% que puede pasar unas mini vacaciones en Varadero, arrojó que catorce pudieron disfrutarlas gracias a remesas enviadas por parientes en Estados Unidos o Europa. Ocho eran discretas jineteras. Cuatro, trabajadores por cuenta propia que fueron guardando el dinero.

Los otros cuatro cubanos habían sido cooperantes en el extranjero y con lo ahorrado o ciertos servicios prestados por la izquierda, como abortos ilegales o cirugías estéticas, les alcanzó para reparar su casa, adquirir un auto y disfrutar de una estadía en Varadero.

En los hoteles ‘todo incluido’ es muy difícil tropezarse con un profesional o un obrero que pueda sufragar unas vacaciones con su mísero sueldo de 15 a 25 dólares mensuales.

Con escaso barullo mediático, Cuba se ha fragmentado en castas. Y los hoteles de Varadero se han convertido en sitios de recreo para unos pocos.

Iván García
Foto: Emmanuel Huybrechts, Laval, Canadá (tomada de Wikimedia Commons). Hasta 1976, la ciudad o poblado de Varadero, donde se encuentra la playa más famosa de Cuba, tuvo categoría de municipio. Pero a partir de 2010 nuevamente pasó a formar parte de Cárdenas, uno de los 13 municipios que hoy tiene la provincia de Matanzas.

sábado, 12 de octubre de 2013

El libro "Con voz abierta" es una ofensa al periodismo independiente cubano


Con gran indignación he leído en la web del Institute for War & Peace Reporting (IWPR), la nota que han publicado acerca de un libro que "muestra el periodismo cubano".

Es evidente que el redactor o redactores de esa nota no son periodistas. Tampoco lo son los editores del libro, porque desconocen la realidad de Cuba y de un periodismo que a partir de 1995 dejó de ser uno solo.

Desde hace 18 años, en Cuba se hacen dos periodismos: el oficial, hecho por quienes reportan para el régimen, y el periodismo independiente, realizado por quienes un día decidieron empezar a escribir por su cuenta, sin pensar en los riesgos que esto les podría ocasionar. Varios fundadores del periodismo independiente han sido encarcelados, otros viven hoy en el exilio. Pero en la isla todavía quedan unos cuantos, que continúan escribiendo y que no aparecen en ese libro chapucero y mal intencionado, pues trata de menospreciar y desprestigiar al verdadero periodismo independiente cubano.

En vez de hacer una selección de los mejores textos realizados en el último año por los periodistas independientes de más calidad y experiencia, han escogido 'una colección de noticias' de veinte "periodistas". Copio el listado, el signo de interrogación lo he puesto yo, al no saber quiénes son ni de dónde han salido: Alejandro Tur Valladares, Arian Guerra Pérez (?), Calixto Ramón Martínez Arias, Camilo Ganga (?), Carlos Ríos Otero, Carlos Rodríguez (?), Frank Abel García (?), Gerardo Younel Ávila Perdomo (?), Jennifer Fonseca Padrón (?), Laura Paz (?), Leannes Imbert Acosta, Lisbán Hernández Sánchez (?), Magalys Norvis Otero Suárez, Odelín Alfonso Torna, Reynier Vera Martínez (?), Roberto de Jesús Guerra Pérez, Rodolfo R. Ramírez Hernández (?), Yaimí Alfonso Miret (?) y Yaremis Flores Marín.

Menos mal que solo han hecho mil copias de ese bochornoso libro, impreso en México. Espero que periodistas como Ricardo Trotti, uno de los que estarán presentes en la asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa que del 18 al 22 de octubre tendrá lugar en Denver, Colorado, se percate de su pobre contenido: si alguien conoce al verdadero periodismo independiente cubano es él.

Invito a que lean el libro en PDF y comprueben lo que estoy diciendo. Al final, aparece un texto que además de cheo y mal redactado es inexacto. Lo copio:

"Este libro es una colección de noticias de un grupo de periodistas cubanos que culminaron un proceso de formación en los estándares internacionales de periodismo. Cada texto abre una ventana para desvelar las contradicciones de los cambios en que está inmersa la sociedad cubana. La mirada acuciosa de los periodistas descubre las partes finas de aquello que subyace lo evidente. Hurgan, consultan fuentes, contrastan, incluyen múltiples voces para mostrar los fenómenos políticos, sociales y económicos que impactan al país. Así como los sucesos que marcan el día a día del cubano de a pie, logros y dificultades. Cada noticia es una búsqueda permanente por cumplir responsablemente con la labor informativa y una reivindicación del ejercicio pleno de la libertad de expresión con ética y profesionalismo. La actividad periodística debe enfrentarse a duros retos. Detenciones arbitrarias, encarcelamientos, golpizas... son algunos intentos por detener el ímpetu informativo. Sin embargo, como se muestra aquí, la persistencia de los periodistas sobresale ante cualquier adversidad".

No es lo único que merece ser denunciado por los verdaderos periodistas independientes, los que continúan viviendo en Cuba y los que llevamos años viviendo en otros países como refugiados políticos.

Al final han puesto un 'código de ética de los periodistas cubanos' (al no aclarar, puede interpretarse que se trata también del código de los periodistas del régimen), no lo copio porque es muy largo, pero pueden leerlo en PDF. Copio solo la aclaración que han puesto al final, donde dicen que ese 'código', "es una versión preliminar que está en proceso de ratificación por los periodistas y agencias independientes de noticias. Esta labor está encabezada por la Asociación Pro Libertad de Prensa".

Durante veinte años (1974-1994) trabajé en La Habana como periodista oficial y cuando fui expulsada del Instituto Cubano de Radio y Televisión, el último centro donde laboré como reportera, me incorporé al periodismo independiente, en la agencia Cuba Press, desde su fundación el 23 de septiembre de 1995 hasta mi salida de Cuba, el 25 de noviembre de 2003.

Como desconocía la existencia de esa Asociación Pro Libertad de Prensa, puse su nombre en Google.

Lo primero que me aparece es un blog titulado Asociación Pro Libertad de Prensa. Bingo, dije. Pero cuando hago clic, veo que con fecha 3 de septiembre de 2009 han colgado este aviso: Amados y respetados amigos y enemigos: ha concluido la primera temporada del Semanario Digital Primavera. Les damos las más expresivas gracias por recorrer con nosotros esta etapa que termina. Les exhortamos a que se mantengan en contacto y les invitamos a que se nos unan en nuestra segunda temporada que inauguramos en Primavera Digital. Nos mudamos. Nuestra nueva dirección es www.primaveradigital.org ¡Les esperamos!

Decepcionada, decido hacer clic en un documento en PDF, con los Estatutos de la Asociación. Al inicio dicen que fue fundada el 27 de enero de 2006 y que acoge 'a más de 80 periodistas independientes cubanos'. La sorpresa la recibo al final, al ver el nombre y firma del presidente de la Asociación Pro Libertad de Prensa: José Antonio Fornaris, un hombre de poca credibilidad dentro de las filas del periodismo independiente y la disidencia en la isla.

Es una lástima que al IWPR, a la SIP y a la opinión pública le estén dando gato por liebre con este libro. Pero lo intolerable es que esa 'voz abierta' sea la de un grupito, que no solo no representa al verdadero periodismo cubano, si no que además, escriben mal.

Tania Quintero

viernes, 11 de octubre de 2013

Varadero: Nostalgia (III)



Ir a Varadero en la actualidad es todo un milagro para los cubanos de a pie, que es la gran mayoría en esta isla. Es el paraíso que todos quisieran visitar, para probar la divinidad de su sol y de sus playas, así como su aire antiguo que rememora en su arquitectura algunos pueblos de Carolina del Norte.

Mi familia era lo suficientemente pudiente, antes y después del triunfo de la revolución. En aquel entonces nos movíamos de vacaciones en los automóviles, en caravanas, hacia las playas La Tinaja, en Ciego de Ávila, y Santa Lucía, ubicada en la provincia de Camagüey.

Allá por los finales de la década de los 70, íbamos todos los años durante 15 días a Varadero. Nos hospedábamos en una casa particular, donde el precio era mínimo. Sin embargo, había que llevar toda la logística para poder vivir durante días. Para cuando tenía 3 años de edad, comenzó esta secuencia en la historia familiar. Toda la familia se ponía de acuerdo para salir de vacaciones.

Entonces se acordaba que los carros que transportarían a la gente de Ciego y Camagüey llevarían todo lo referente al grueso de la alimentación: puercos, pollos, patos, huevos, sacos de arroz, sacos de frijoles, sacos llenos de viandas, vegetales y frutas. En tanto, nuestro auto, que salía de la capital, era el encargado de llevar dinero para pagar cosas extras, las conservas, el ron, la gasolina…

De niña, pasaba mis vacaciones en Rusia cada dos años. Me pasaba 3 meses con mis abuelos maternos. En Cuba, todos los veranos, me iba para Ciego de Ávila, y de allí, brincábamos para Varadero en la última quincena de agosto.

Recuerdo que el anuncio del Período Especial nos cogió gozando en Varadero, sin nada de qué preocuparnos. La gente se volvió loca de inmediato, pues el precio de la gasolina se disparó. Los productos desaparecieron del mercado. Sin embargo, nosotros continuamos yendo a Varadero hasta el año 1996. Éramos privilegiados.

Entonces ya yo era una adolescente y andaba de rumbas con nuevos amigos varaderenses. Me dedicaba a aprender con ellos a bailar los ritmos cubanos. Les vi convertirse en ases del jineterismo. Yo era virgen y deseaba que mi pareja de ese contexto me hiciera mujer. Sin embargo él, y ellos, habían decidido respetar mi inocencia y virginidad. Así me dejaban enganchadísima con mis 16 años y soñando ser como ellos, jinetera.

Luego, la vida se encargó de que a mi familia le sucediera una serie de tragedias, en orden consecutivo, privándonos de las paradisiacas vacaciones en Varadero, a partir de 1997.

Pasó el tiempo, la nostalgia por Varadero se arraigó en la familia, ya sin sus líderes. Solo quedaban los recuerdos, las fotos, todas las andanzas por la península virginal, en la caravana de carros. También las noches de cabaret en la Cueva del Pirata o La Dársena. El Festival de Música Internacional, el alquiler de pequeños yates, los almuerzos en Las Morlas, el Parque Josone, las grandes cenas que hacíamos en el restaurante Las Américas.

Fui yo la que rompió el hielo al ir nuevamente a Varadero. Podía escaparme de mi trabajo, con la cobertura de ciertos eventos literarios, así que podía cubrirme una estancia en la playa. Y logré conectarme con mis viejos amigos en 2006. A partir de esa nueva época, cada vez que era propicio, me escapaba por dos días y le tomaba el pulso al “nuevo Varadero”.

Recientemente, supe lo que era alquilar en un hotel allí. Vivir esa experiencia calma el estrés provocado por la contaminación de este país y por su gobierno. Ahora Varadero para mí fue el reencuentro con sus calles, repletas de timbiriches para turistas, del aroma de su gente inexorablemente extranjera y ajena a la realidad del país que se cae a pedazos.

Varadero, una vez más, fue un incentivo para cambiar, al menos por un par de días, la realidad en la que sobremorimos diariamente. Fue la manera de soñar con ese futuro cercano, cuando todos los cubanos de a pie puedan vivir su pedacito de paraíso.

Polina Martínez Shvietsova
Cubanet, 20 de mayo de 2013.
Foto: Varadero. Tomada de Cuba Junky.
Leer también: Rincones de Varadero.

miércoles, 9 de octubre de 2013

Varadero: el poblado más rico de Cuba (II)


En Varadero, excepto el aire, todo es caro. Puede que dentro de poco hasta el aire sea un negocio. Al menos es lo que proyecta un tipo creativo oriundo del poblado con mayor índice de desarrollo humano y alto nivel de vida en Cuba.

Andy (los nombres han sido cambiados), de mediana estatura y piel tostada, como casi todos los habitantes de la pintoresca localidad turística, prevé montar un negocio de venta de aire comprimido en vasijas de cerámica y agua de mar envasado en botellones de madera decorado con paisajes del famoso balneario.

“Fui marinero mercante. En Tokio y otras ciudades se vende hasta el aire. Estoy diseñando una página web para promover esos productos. El agua de mar de Varadero es altamente saludable para aquellas personas que presentan problemas dermatológicos. Sobre todo en los pies. Elimina los hongos y otras enfermedades. El precio lo estoy estudiando”, explica el futuro pequeño empresario de souvenirs.

Y es que en Varadero cualquier cosa es negocio. La ciudad es dos veces más cara que otra urbe cubana, incluída La Habana, donde los precios son de infarto. El mercado negro es el más surtido de Cuba. Usted puede comprar o negociar casi todo. Menos un submarino o una bomba atómica. Pablo, un ex militar retirado, reside en el cercano poblado de Santa Marta, a tiro de piedra de Varadero.

Se dedica a vender mariscos. “Camarones, langostas, calamares. Limpios y en paquetes de 3 a 5 libras. La libra de camarón cuesta 3 cuc, al igual que la langosta. Dos la de calamar, aunque escucho propuestas”, anuncia en voz baja sentado en un café del parque de diversiones de Varadero. Con una gorra de los Tigres de Detroit se protege del sol.

Otros ofertan tabacos, ron, whisky y vodka ruso a precio inferior que en las tiendas estatales por moneda dura. Casimiro, un mulato rechoncho, vende comida. "¿Pero qué tipo de comida?", pregunta un turista cubano con una manilla azul de ‘todo incluido’ en su brazo izquierdo. “Es a la carta. Lo que usted desee”, responde.

Casimiro saca del bolsillo de un ancho bermuda un papel estrujado y lee con voz de barítono. “Queso Gouda holandés a 7 cuc el kilo. Chorizo Vela a 4. Carne de res a 2.20 la libra. Filete de Castero a dos la libra y jamón serrano a 12 cuc el kilogramo. Pero si desea algo diferente, por favor déme el número de su móvil, que yo se lo consigo”, indica el vendedor clandestino.

Es fácil saber de dónde salen los productos que a cada paso se ofertan en el mercado subterráneo de Varadero. 52 hoteles, varias marinas y villas de turismo constituyen la tubería que aprovisiona un mercado negro no muy diferente al que comenzó a funcionar en toda la isla poco después de que Fidel Castro se hiciera con el poder en enero de 1959.

Y es que el barbudo, quien con frecuencia gusta recordarnos que su revolución nos hizo dignos y soberanos, económicamente hablando ha sido un desastre. Cuba no fabrica ni palillos de dientes. La pobreza material y la perenne escasez son la génesis de un mercado ilegal que funciona a todo gas.

Y Varadero, con sus grandes almacenes de insumos, es una meca sagrada de negocios por debajo de la mesa. Cualquier persona y en cualquier sitio. Se roba de todo.

Desde el cocinero de un hotel cinco estrellas al custodio. “Robar en tu puesto de trabajo es una parte importante en nuestra escala de valores. Una cultura nacional. Lo hacemos por pendejos, porque no tenemos valor para salir a la calle a reclamar nuestros derechos. Somos carneros. Agachamos la cabeza ante cualquier arbitrariedad del Estado. Te pongo un ejemplo: cuantas veces han subido los precios de artículos como el jabón, detergente, aceite o gasolina y la gente solo se queja en la sala de su casa. Luego nos resarcimos robando. Es un modo de vivir. No se puede ser honesto cuando un gobierno empobrece tu calidad de vida. Francamente, la mayoría de las cosas que tengo las he obtenido robando”, revela un cocinero.

En Varadero viven personas que de manera legal rentan habitaciones o son dueños de un paladar. También hay un ejército de vendedores ambulantes de caracoles, estrellas de mar y artesanías que a diario caminan por la orilla de la playa ofertando su mercadería.

Ana es una de ellas. “Todos los días camino casi 30 kilometros, vendiendo ropas típicas cubanas que confecciono junto a mi hermana. Tengo días buenos y otros peores. Pero casi siempre llegó a casa con 50 o 60 cuc de ganancia. Soy de Santiago de Cuba. Pero salí huyendo de allá tras el paso del huracán el año pasado. Santiago es como una ciudad después de una guerra. Aquello está que arde. Aquí mi hermana y yo pagamos un alquiler en 250 cuc mensuales. Siempre estamos al filo de la navaja, por la policía, los inspectores estatales, no es fácil. Pero es tanta la corrupción que cuando les deja caer dinero, viran la cara hacia el otro lado”, cuenta Ana, mientras propone a un matrimonio canadiense unos vestidos de lienzo.

Los taxistas particulares pululan por toda la ciudad. Proceden de La Habana, Pinar del Río o Camagüey. En dura competencia con los taxistas estatales, recorren las calles a la caza de clientes.

El precio de los taxis estatales en Varadero es de escándalo. Un peso convertible por kilómetro. Los privados son más baratos. Varadero, con categoría de territorio especial, tiene 8 mil habitantes. Pero se calcula en 20 mil la población flotante, constituida por obreros de la construcción, empleados de centros turísticos y los residentes ilegales.

A ello se añade que más de la mitad de los 13 mil habitantes de pueblos aledaños como Santa Marta o Boca de Camarioca, trabajan en el balneario o se buscan la vida de manera legal o ilegal vendiendo pacotilla, comida, artesanías.

Varadero es un bazar. Aquí puede encontrar lo que usted busca. Un móvil inteligente de última generación. Una tableta Apple. Drogas. O una caja de whisky Black Label a mitad de precio.

El dinero corre. El dólar vale, el euro también. Willy Chirino se escucha en los ómnibus que trasladan a turistas y en los cafés al aire libre.

Los pobladores de Varadero se precian de tener varias opciones informativas. La señal de Radio Martí, emisora del gobierno de Estados Unidos, se escucha sin interferencias del régimen.

Las cuentas piratas de internet permite a la gente de la zona leer Diario de Las Américas, El Nuevo Herald, Diario de Cuba o El País, entre otras publicaciones online. Los canales televisivos del sur de Miami entran como un cañón.

Y es que Varadero, por su calidad de vida y su geografía, está más cerca de la Florida que de La Habana. 90 millas al norte. Más o menos.

Iván García

lunes, 7 de octubre de 2013

Varadero: un poco de historia (I)


Fue Sebastián de Ocampo, en su bojeo de la Isla, el primer europeo que visitó, en 1508, lo que andando el tiempo sería Varadero, célebre primero por sus salinas y luego por sus canteras, antes de convertirse en uno de los polos fundamentales del turismo cubano.

El movimiento de temporadistas comienza en Varadero alrededor de 1840. Lo impulsa la familia que en la época era la propietaria de la mayor parte de las haciendas que se asentaban en la zona. Para los vacacionistas se construyó un pequeño caserío.

La extracción de sal continuaba siendo el rubro económico fundamental, pero en 1883 surge una incipiente industria turística cuando Mamerto Villar establece un servicio de fonda y posada; negocio que el ayuntamiento de Cárdenas consideró de tan escasa monta que terminó exonerándolo del pago de contribuciones. En el mismo año Antonio Torres Armengol emplazó el quiosco Torres para el expendio de refrescos y pescado frito. Prosperó este establecimiento y se le considera el embrión de los grandes hoteles que abrieron sus puertas en Varadero durante la República. Es en esa fecha cuando se construye el primer teatro en el territorio. Desde tres años antes los bailes en la glorieta garantizaban el entretenimiento y la alegría en las largas y calientes noches del verano.

Ya para entonces Casimiro García Salva, en atención a las riquezas naturales de la playa, había promovido la creación de un balneario. Es un propósito que comienza a abrirse paso hacia 1880 y que cobra cuerpo legal tres años después, cuando un grupo de nueve personas lideradas por Joaquín de Rojas Cachurro adquiere, por $1 350.00 oro español, dos caballerías en la hacienda Varadero, y constituyen una sociedad comunal. En la escritura pública suscrita el 1ro. de junio de 1883 quedó constancia de los fines que perseguía la recién creada entidad: el engrandecimiento del poblado y la construcción y aumento del número de sus edificaciones. Los asociados decidieron vender a García Salva la décima parte de la propiedad y la sociedad comunal quedó conformada por diez miembros que los temporadistas empezaron a denominar los 'decenviros'.

Solicitaron los 'decenviros' al ayuntamiento de Cárdenas que no se incluyeran sus propiedades en el patrón de riquezas urbanas, ya que solo las utilizarían durante el verano. Las autoridades municipales, al acceder a la solicitud, consideraron que la exención sería un estímulo para nuevas construcciones. Se hicieron, en efecto, pero sin respetar las regulaciones relativas a la formación y conservación de las calles, y sin que se hiciera necesaria la presentación de planos ni direcciones facultativas.

Eso trajo como consecuencia las irregularidades urbanísticas que se registran en la conformación de Varadero, pero, a juicio de especialistas, esas nuevas edificaciones, con estructuras de madera y cubiertas de tejas criollas, marcaron una importante evolución en la arquitectura de la península.

El turismo progresaba, pero la actividad económica más importante seguía siendo la extracción de sal. En 1888 Antonio Torres, que desde el año anterior operaba la línea marítima de correo y pasaje Cárdenas-Varadero, añadía a su quiosco varias habitaciones y dos casas de tabla y tejas destinadas al alquiler durante la temporada de verano, en tanto que Mamerto Villar, en 1895, convertía su posada en motel. Piedras y cantos de la zona se utilizaban en las nuevas edificaciones y mejoraba el servicio de transporte con la incorporación de lanchas y goletas. Establecido el caserío de los decenviros, crecía el poblamiento de la zona. Fue aprobada la solicitud para fomentar un nuevo poblado. Lo conformarían 40 manzanas; se destinarían dos terrenos para las plazas de recreo y de mercado y habría espacio para la construcción de una iglesia y una escuela pública. La nueva urbanización se subordinó a lo ya existente, lo que redundó en un trazado bastante irregular.

Los alrededores del quiosco de Torres se convirtieron en un foco cultural. En la zona se ubicaban las glorietas y el teatro. La sociedad Varadero Sport Club, de recreo y deporte, utilizaba el lugar para reuniones, bailes, cenas y veladas artísticas. Es por entonces que las serenatas cobran vida en Varadero y comienzan a hacerse célebres la bebida refrescante conocida como ciruelón y el ponche que lleva el nombre de la playa. Mamerto Villar estimularía la siembra de cocoteros a lo largo de todo el poblado, lo que convirtió a esa planta en típica del lugar.

Concluye la Guerra de Independencia. Sigue la intervención militar norteamericana. Adviene la República. El quiosco de Torres comienza a prestar servicios de restaurante durante todo el año. El 14 de diciembre de 1910 abre sus puertas el primer hotel de la playa. Lleva el nombre de Varadero. La producción salinera sigue siendo alta, pero la extracción de arena para la construcción amenaza con desplazarla de su sitial. Finaliza la Primera Guerra Mundial; caen en el mercado internacional los precios del azúcar, y llegan las vacas flacas para la economía cubana. Un restaurante se instala en un ranchón en la zona de Kawama.

En Varadero se evidencia una modalidad turística: la del vacacionista de fines de semana, que toma sus baños de mar y se marcha. Un flujo que se incrementa a partir de 1911 con la apertura de la carretera desde Cárdenas. La población fija está llena de contrastes, pues la conforman en lo esencial burgueses y pescadores. De todas formas no es numerosa. Algo más de mil son los habitantes de la playa en 1899; cifra que desciende a 250 en 1907 y a 193 en 1919. No puede ser de otra manera en una comunidad donde la higiene deja mucho que desear. No hay agua potable. Se dificulta en extremo el transporte y es insuficiente el desarrollo económico.

Se construyen chalets de madera, generalmente de dos plantas y con cantos en el basamento. Este tipo de edificación se generaliza hasta que en 1906 se acometen casas más modernas que reproducen el estilo predominante en el sur de Estados Unidos. En 1900 se celebra la Fiesta de la Paz, que contempla, por primera vez en la playa, regatas de velas y remos. No volverán a convocarse esas competencias hasta 1907 y se sistematizarán a partir de 1910, cuando se comenzó a entregar a los ganadores la copa Varadero. Un año más tarde, el entonces creado Club Náutico asume la organización del certamen, al que da carácter nacional. En 1913 se establece una mesa telefónica que se vale de una red de mensajeros que cubre todo el territorio. De 1915 data el alumbrado público. Utiliza faroles de carburo que se encienden hasta las nueve de la noche. El mismo sistema se emplea en la iluminación doméstica. La electricidad llega en 1917.

A consecuencia de la crisis económica, Varadero acusa un crecimiento negativo en los años 20 del siglo pasado. Aun así, Torres convierte su establecimiento en un hotel digno de tomarse en cuenta, y el bar Kukito, con su salón de baile, es el embrión, en 1930, de futuros centros nocturnos. El millonario norteamericano Irene Dupont de Nemours adquiere tierras en la península, construye su mansión Xanadú en la mejor zona de la playa y funda una entidad para la venta de terrenos. El acueducto existía desde 1928. La artesanía de conchas y caracoles, que goza de aceptación entre los que visitan el balneario, comienza a comercializarse en La Habana, gracias a la tienda La Sortija, y llega a Estados Unidos. En 1931 empieza a prestar servicios el hotel Kawama. A partir de ahí se evidencia un crecimiento vertiginoso de los centros recreativos y nocturnos, y desde 1933 son cinco los hoteles que acogen a los visitantes, a los que se suman numerosas casas de huéspedes. En otros órdenes, continúa la extracción de arena y se inicia, en la península y cayos adyacentes, la tala de árboles y la comercialización del mangle, en tanto que la producción de sal queda relegada a un tercer lugar.

En 1933 el ferrocarril inaugura el tramo Habana-Cárdenas. El pequeño aeródromo de la zona inaugura el 21 de julio de 1935 los vuelos Habana-Varadero. En ese mismo año se edita en inglés la primera guía turística del balneario. En 1938 funciona la panadería Varadero. Por la misma época se establece el primer servicentro, y el cine llega a la zona. Dos años después abre sus puertas una tienda de productos industriales y se inaugura una lavandería. Con el establecimiento de estos últimos servicios Varadero estaba ya en condiciones de comenzar a recibir turismo en gran escala, afirma Ana M. García Izquierdo, de quien tomo muchos de estos datos.

En los años 40 del siglo pasado, el turismo desplaza en Varadero a cualquier otro rubro económico. En ese período se pavimentan calles y se tienden aceras. Una nueva carretera reduce a diez kilómetros el trayecto desde y hacia Cárdenas. La Vía Blanca acorta las distancias y hace más cómodo el traslado Habana-Varadero, en tanto que en 1948 los ómnibus de la Compañía Playa Azul enlazan el balneario con Santa Clara. En 1949 quedan inaugurados los vuelos Miami-Varadero-Miami. La red de servicios se hace amplia y variada en esta etapa con la apertura de una fábrica de hielo, una radioemisora y nuevos establecimientos comerciales. En 1952, la población fija sobrepasaba los 7 mil habitantes.

Al iniciarse la década de los 50, el territorio contaba con 17 hoteles. A estos se agregan, entre 1956 y 1958, otros establecimientos hoteleros como Oasis. En esa etapa existían 18 casas de huéspedes, 30 centros nocturnos reconocidos y 17 unidas gastronómicas, lo que no incluía bares ni cafeterías.

El Decreto-Ley 2082 de 27 de enero de 1955 creó la Autoridad del Centro Turístico de Varadero, con el objetivo de impulsar el plan regulador del balneario y conseguir su desarrollo urbano y turístico. Crecieron las llamadas inversiones parásitas. Se asfaltó, en 1954, el último tramo de la Vía Blanca y se inauguró un nuevo acueducto. Continuó la pavimentación de calles y concluyó la construcción del puente de báscula. Muchos de los habitantes más humildes de la localidad buscaron trabajo en la esfera de la construcción, mientras que Cárdenas proveía el personal para la gastronomía, la atención de hoteles y casas de huéspedes y el servicio doméstico. La artesanía seguía siendo una fuente de ingresos. El sector más precario era el de la pesca. Había barrios insalubres en la deslumbrante Playa Azul.

La Revolución engrandeció a Varadero. Cuenta hoy con 56 hoteles y más de 18 mil capacidades. Una puerta al paraíso y la aventura.

Bianchi Ross, con información de Milanys Pérez Paz y documentación de García Izquierdo, Santamaría Sánchez e Iglesias Oduardo. Juventud Rebelde, 4 de junio de 2011.
Foto: Museo Municipal de Varadero. Inaugurado en 1981, radica al lado del mar, en Avenida de la Playa y Calle 57. Fue la residencia de veraneo del ingeniero cubano Leopoldo Abreu. La casona de madera de dos plantas, se terminó de construir en 1921. De estilo bungalow, está inspirada en las construcciones típicas del sur de Estados Unidos.

viernes, 4 de octubre de 2013

Vuelven las bicicletas chinas



Tras la debacle del transporte público, con una insuficiente flotilla de ómnibus y el 30% de los que funcionan parados por faltas de piezas, la solución dictada desde las refrigeradas oficinas de los funcionarios del Estado cubano, es el regreso de las bicicletas.

A todas las nuevas medidas del gobierno, les antecede un calculado bombardeo promocional sobre los beneficios de aquéllo que nos quieren vender. En eso son expertos publicitarios.

El día que Fidel Castro anunció la venta por la libreta de 'chocolatín' (chocolate con leche en polvo), los medios oficiales hicieron artículos y mesas redondas, alabando las cualidades del cacao. Sucedió igual con el 'cerelac', una especie de gofio intragable y que según la propaganda estatal, mantendría saludables a los ancianos.

Un sucedáneo como el café ligado con chícharos o el picadillo ‘extendido’ (de soya), dos bodrios vendidos a la población, debido a la raquítica cosecha de café y la deprimida ganadería vacuna, son casi un lujo, si damos crédito a la optimista prensa oficial. Pero ninguno de esos engendros los consumen ministros, generales y miembros del buró político del partido comunista.

La historia de la bicicleta es similar. Nadie duda que es saludable pedalear, hacer ejercicios, nadar y caminar. Pero una cosa es promover las bondades de la práctica del ciclismo, y otra, imponer un estilo de vida.

En Holanda, Noruega o en ciudades de Estados Unidos mucha gente prefiere andar en bicicleta, aunque tengan auto. En Cuba es diferente. Es la solución que ofrece el ineficiente gobierno, para que las personas no tengan que estar dos horas en una parada, esperando un ómnibus.

El regreso de la bici es una cortina de humo, que pretende esconder la inoperancia estatal en la administración del transporte urbano. En 54 años de revolución, el servicio de ómnibus es un auténtico desastre.

Cuando existía una Unión Soviética que con su bolsillo ancho instaló una tubería trasatlántica de rublos, fertilizantes y petróleo, por La Habana circulaban 2,500 buses, ensamblados con motores húngaros en una fábrica de Guanajay.

Antes, se habían comprado autobuses Leyland a Gran Bretaña, Hino a Japón, Pegaso a España y Skoda a Checoslovaquia. Entonces habían 100 rutas de ómnibus y una flota de 4 mil taxis Chevy, adquiridos a la dictadura argentina.

Así y todo, el transporte urbano era deficiente. Las guaguas circulaban repletas, con la gente colgada como racimos de plátanos en las puertas. Abordarlos se convertía en un safari.

Con la llegada en 1990 de esa guerra silenciosa llamada 'período especial', se acentuó el mal funcionamiento del transporte urbano. Fue entonces cuando a Fidel Castro se le ocurrió la venta masiva de bicicletas chinas. Pesados trastos comprados a precios de subasta, en alguna factoría china. Se adquirieron casi dos millones de bicicletas.

Hace 14 años, en un trabajo titulado La muerte en bicicleta, escribí: "En el primer semestre de 1999, en Cuba fallecieron 143 ciclistas por accidentes de tránsito y más de mil 200 sufrieron lesiones". Fueron años tremendos. Los cubanos pasaban hambre y adelgazaban kilos, como a diario fueran a un sauna. Había largas colas para comprar pizzas con puré de papa en vez de queso. Las frituras de harina eran el plato fuerte y un cocimiento de cáscaras de toronja era el desayuno de los depauperados ancianos.

Cuba era un país en estado de sitio. Fidel Castro llegó a planificar una Opción Cero. De continuar el hambre y enfermedades exóticas, camiones militares repartirían ranchos de alimentos cocinados por los barrios. Nunca quedó claro si almuerzo y cena. O solo una ración diaria.

Por suerte, la Opción Cero fue engavetada. Pero lo de las bicicletas sí fue en serio. Un cuadro surrealista. Personas hambrientas pedaleando decenas de kilómetros para ir y venir de su trabajo. En un intento por levantar la moral y el ánimo, la propaganda oficial nos mostraba en la TV a Carlos Lage -después defenestrado- acudiendo a su oficina en el Palacio de la Revolución en una bicicleta china.

En aquella época, a los trabajadores se las vendían en 130 pesos, pero por la inflación galopante, los precios de venta se dispararon en el mercado negro. Llegaron a costar 2 mil pesos. Aumentaron los robos con fuerza en viviendas y en la vía pública. Quienes tenía una bicicleta, fortificaban sus casas. Una locura.

Se trazaron ciclovías en las ruinosas calzadas y dos autobuses se dedicaban a trasladar a los ciclistas al otro lado de la bahía. Si ibas al campo, podías cambiar una bici por un cerdo de 100 libras. Regateando, además te daban un saco de ñame y un racimo de plátano macho.

Ahora, Marino Murillo, zar de las reformas económicas, nos la trae de vuelta. Está por ver si para ahorrar combutisble, los autos de funcionarios y ministros serán susituidos por bicicletas chinas. Empezando por Murillo, muchos la necesitan, por razones de salud. Andan sobrados de kilos. Y la mejor manera de vender algo es predicando con el ejemplo.

Iván García
Foto: Tomada de Infolatam.