lunes, 16 de diciembre de 2013

Sin pan y sin palabras



En una celda del hospital militar Carlos J. Finlay de La Habana, en ayuno, enferma y negada a hablar, está pasando este verano Martha Beatriz Roque Cabello.

Con su silencio, que ya dura tres semanas, como su abstinencia de alimentos sólidos, ella reclama los beneficios que le pertenecen y establece el Código penal cubano.

Quiere que se le haga la liquidación de los dos años que lleva en prisión porque su condena a tres años y medio está pendiente, y de hacerse firme ya podría otorgársele la libertad provisional.

Martha solo se comunica mediante pequeñas notas que escribe en letra rápida, nerviosa porque se ha declarado en "silencio por la ironía".

Está enferma de úlcera estomacal, se deteriora por día, baja de peso y se ve depauperada, dicen los familiares que la visitan bajo la estricta vigilancia de un instructor.

Sin embargo, está de buen ánimo y escribe en papeles diminutos: "Voy a continuar hasta el final".

¿Cuál es el delito de esta mujer que vive -en un escenario cerrado, oscuro y agónico- los tormentos del hambre y el dolor y la soledad, con el silencio ahora añadido?

¿Será una terrorista empedernida, experta en mecanismos minuciosos que prepara trampas para un ser humano, como si se tratara de un cordero pascual?

¿O la taimada falsificadora que preparó la estafa en una empresa de la clase obrera? ¿Será la autora de un crimen pasional, con deslizamientos y alevosía, escalamiento y nocturnidad?

Preguntarlo hiere, como hieren los olvidos preparados. Es una mujer, una economista que -junto a otros tres cubanos- examinó, estudió y reflexionó sobre la sociedad en que vive y luego escribió y publicó el resultado de ese análisis en un documento que titularon La patria es de todos.

Ahí está Martha, sola con el murmullo de su bolígrafo barato sobre el papel, contenida pero en disposición de usar los instrumentos que toma de las circunstancia, del entorno en que la tienen.

El texto que ayudó redactar sí está libre y anda por Cuba y por el mundo, y se mueve en y hacia los cuatro puntos cardinales porque las ideas no necesitan leyes, no creen en puntos fronterizos ni en cadenas. Y entran y salen y se posesionan (o no) de palacios y calabozos.

Martha Beatriz Roque Cabello cerró la región del sonido provisionalmente. Sólo deja que las palabras escritas le lleven al mundo exterior el mensaje de una mujer lúcida y paciente que este verano está enferma y silenciosa en la celda de un hospital militar.

Raúl Rivero
Publicado en agosto de 1999 en Cubafreepress.

Nota.- Esta crónica da título y es una de las que aparece en el libro Sin pan y sin palabras, publicado en 2003 por la editorial Península. El prólogo es de Eliseo Alberto, escritor cubano fallecido en México el 31 de julio de 2011.

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