miércoles, 30 de abril de 2014

Prostituirse por una visa



El día que Yaquelín (nombre cambiado) arribó a los 12 años, sin fiesta ni cake de cumpleaños, el regalo de su madre fue una profecía: “Ojalá que tengas buen cuerpo y puedas ligar un ‘yuma’ (extranjero) que te saque de este infierno”.

La predicción se ha cumplido a medias. Hoy, a sus 22 años, Yaquelín es una joven con un cuerpo esbelto que provoca la mirada de muchos hombres. “Aún no ha aparecido el ‘yuma' que me saque de Cuba. Me he acostado con varios italianos y españoles, pero de ahí no pasó. Nací y crecí en un suburbio de La Habana pobre y profunda. En la cuartería donde vivo, a falta de muñecas, las niñas jugábamos a ser jineteras. Mi heroína de la infancia no fue una artista famosa. Fue una jinetera del barrio que se casó con un escandinavo, le compró un apartamento a su madre y viene de visita a Cuba con la billetera repleta de euros”, dice mientras bebe una cerveza Corona en un bar particular.

“Mi padre es un delincuente. Pasa más tiempo en la cárcel que en su hogar. Un caso perdido. Mi madre limpia pisos en una escuela. Yo no soy bruta, al menos terminé el preuniversitario. Me hubiese gustado estudiar una carrera universitaria. Pero tengo dos hermanos pequeños que debo mantener, además de mi madre y mis dos abuelos. Y lo hago de la manera más fácil que hay en Cuba, jineteando”, confiesa Yaquelín.

Las jineteras no tienen un sindicato o una ong que se ocupe de ellas. Es un negocio ilegal. Se desconoce el número de prostitutas existentes en Cuba. Cifras extraoficiales hablan de miles.

Se mueven en sitios céntricos, zonas aledañas a hoteles, playas, bares y discotecas de moda. Su precio fluctúa de acuerdo al poder adquisitivo del turista foráneo o el cliente cubano.

“Antes, me cuenta una jinetera habanera, a las que empezaron en este negocio y ya son abuelas, los ‘yumas’ le pagaban hasta 150 dólares por una noche. Era otra etapa. Había menos prostitutas y la policía te hacía la vida imposible. Pero desde unos hace años, en el mejor de los casos nos vamos a la cama por 25 o 30 pesos convertibles. Depende del sitio donde ‘pinches’ (ligue) al ‘yuma”.

Y añade: “Si ligas en la Casa de la Música de Miramar o en la cafetería de un hotel como el Nacional o el Habana Libre y el tipo tiene pinta de ser ‘maceta’ (tiene dinero) o es la primera vez que visita el país, se le puede tirar un farol y pedirle 100 cuc. Pero pocos muerden el anzuelo. Por lo general saben los precios y si insistes y te haces la difícil, pasan de ti. Porque a tu alrededor hay media docena de chicas que parten con él por un tercio del dinero que tú le pides”.

Otra jinetera explica que “a veces el cliente se ‘encarna’ en tu cuerpo. Y consigues que salga contigo varios días. Pero sin atosigarlo con problemas materiales ni estar hablándole de pobreza. Esa ‘muela’ (charla) cansa. Lo que hago es llevarlo a mi casa, al barrio y que vea el entorno donde vivo. Vista hace fe, suele decir mi abuela, mi mejor asesora”.

Según Yaquelín, siempre es aconsejable tener a mano tres o cuatros clientes cubanos. “Cuando la cosa se pone difícil para ligar extranjeros, tienes que acostarte con cubanos, que a veces no es la mejor opción. Está el borracho indeseable que solo te quiere dar 5 cuc. Los nuevos ricos de negocios privados te tratan bien y establecen una relación larga, como si fueses una querida. Los cubanos que viven en Estados Unidos son los más espléndidos. Y no hay que estarle haciendo cuentos. Por experiencia propia saben que aquí la caña está a tres trozos”.

Aunque reside en una barriada marginal al sur de La Habana, Yaquelín va hasta el Vedado o Miramar a cazar clientes. “En estos barrios a las jineteras se les paga muy poco. Conozcon jóvenes que se prostituyen por 80 o 100 pesos (3 o 4 dólares)".

Dice que no tiene nada contra esas muchachas, pues es tan prostituta como ellas, “pero cuando jineteo, cobro 25 cuc, lo mínimo que se necesita para comprar comida y algo de aseo”.

Han pasado diez años desde que su madre le vaticinó que se casaría con un extranjero y podría marcharse del manicomio ideológico cubano.

“Lo he intentado. Cada año que pasa es un reto. La juventud y la belleza no son eternas. Pero soy optimista. Cuando me empate con un extranjero y me largue de Cuba habré cumplido mi sueño”, señala Yaquelín.

Iván García

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