viernes, 30 de mayo de 2014

Cuba, un país blanqueado



Si se tiene en cuenta la maña del gobierno cubano para manipular las cifras siempre a favor de sus intereses, lo más probable es que los datos del censo de población que se realizará en septiembre de 2012, muestren una Cuba algo diferente de la real: un país más educado, culto, saludable, laborioso, disciplinado, con problemas habitacionales y de transporte, sí, pero todos en vías de solución.

También será, cómo no, un país más blanco. O para ser más exactos, blanqueado con brocha gorda. Los pintores del socialismo que se actualiza no quieren pintar angelitos negros. Más bien quieren pintarlos de blanco.

Los datos del anterior censo aseguran que entre el 64 y el 65 % de la población cubana es blanca, el 24-25% mestiza y sólo el 10 % negra… y con tendencia a disminuir (¡qué más quisieran los mandamases!).

Pero, independientemente de lo que digan los datos oficiales, la proporción racial de los cubanos que se observa en la calle es todo lo contrario. Y es lógico que con tantas parejas interraciales, haya crecido el mestizaje.

Y conste que cuando hablo de lo que se observa en la calle no me refiero solo a los solares y los barrios marginales. Y por supuesto que tampoco a las cárceles, donde la población penal está conformada mayoritariamente por negros o mulatos, principalmente jóvenes.

En los datos de los censos de población que se han efectuado en las últimas décadas no se refleja la raza, sino el color de la piel. Y cada cual ve el color que prefiere ver. Los que parecen blancos, se declaran como tales. ¿Quién dijo que los mestizos no padecen también los prejuicios raciales? ¿De veras alguien cree que el síndrome de Cecilia Valdés terminó en el siglo XIX?

Seguramente, los no blancos son muchos más de los que dicen oficialmente. Como en el censo a los cubanos les es posible escoger su raza, los que no tienen pronunciados rasgos negroides suelen declararse blancos. Y muy pocos preguntarán donde está la abuela -esa bromita racista, una más entre tantas que hay.

Que cada cual pueda escoger la raza que declarará en el censo no tendría mayor importancia si no fuera porque el abigarrado mestizaje cubano crea una amplia categoría intermedia de personas que no son blancas ni negras. Y la identidad racial neutralizada de los que pasan por blancos y que de ninguna manera se identifican como negros, promueve la discriminación racial a la vez que niega su existencia.

Y los Jefes, contentos de que los negros sean sólo los precisos para el deporte, la música, ciertos rijosos videoclips, el jineterismo, el folklore y la santería para turistas. Que ingresen dinero al país. Como sus antepasados de los barracones.

Ya ni el gobierno se atreve a negar que existe discriminación racial en Cuba. Los académicos oficialistas están autorizados a hablar de integración racial. Es más, parece que les han encomendado que se apuren ante “ciertas exageraciones del enemigo”.

Pero pintar un país de blancos, como si fuera “otro logro de la revolución y el socialismo” no es el modo de solucionar el problema racial. Es solo lo que tantas veces se ha hecho: volverlo a ocultar bajo la alfombra.

Luis Cino
Cubanet, 3 de mayo de 2012
Foto: Iván García

miércoles, 28 de mayo de 2014

La mujer negra cubana (IV y final)



Desde tiempos de la colonia muchos blancos han sido atraídos por las negras. A esa preferencia ahora le dicen quemar petróleo. Petrolero es aquél a quien realmente lo que le satisface es el sexo con las prietas. A las negras y mestizas que desdeñan a los hombres de su raza las denominan piolas.

La apertura de Cuba hacia el turismo, a principios de los 90, ha contribuido a exacerbar toda una leyenda sobre el “fuego uterino”. Y las de piel canela u oscura -y las de otros híbridos raciales- le han sacado partido y literalmente se han adueñado de las camas de los turistas.

Más de una década después, no hay extranjero que no asocie el goce sexual con una cubana negra o mestiza. La propaganda gráfica y las revistas destinadas a atraer turistas y hombres de negocios se cuidan de explotar la imagen de la mujer como objeto sexual. Una controversia causó en la prensa nacional la promoción del ron Mulata. Pero generalmente cuando aparece la foto o dibujo de una mujer o de una niña en un anuncio, el patrón-guía suele ser el blanco. Es como si tuvieramos vergüenza de que en la envoltura de un jabón Lux, hecho en Cuba, apareciera una negra o mulata.

Ellas quedan para el ron Mulata, la mayonesa Doña Delicias y la línea de champú, acondicionador, brillantina sólida y desriz Art Work, especialmente elaborada en el país para “gente de color”, de “pelo malo” (leáse “pasa” o cabellos gruesos rizados). En el 2000, los fabricantes de Black Star, también cubanos, hicieron un póster-calendario anunciando sus productos cosméticos y lo ilustraron con fotos de tres mulatas y un negro claro.

Opuesta es la visión cuando una revista foránea decide hacer un número especial dedicado a Cuba. Es lo que hizo en noviembre de 2000 la casa editora de Merian, con sede en Hamburgo, Alemania. En la portada, una hermosa y sonriente niña negra con un peinado africano. Al hojearla, ocurre al revés de las publicaciones cubanas: trabajo cuesta encontrar fotos de nacionales blancos. No es Kuba según los europeos, sino la Cuba real.

El paso del tiempo no ha eliminado los tabúes. Y hoy, como ayer, sigue siendo mal visto que una mulata cuya madre “la adelantó”, se enamore y se vaya a vivir con un negro. Y si esa mulata le pare al niche una hembra y tiene que peinar trencitas, que dios la coja confesada. Un sacrilegio. Esa ha sido la mentalidad. Y continúa siéndolo.

Lo más doloroso es que las culpas las suelen cargar las mujeres negras. “Culpables” por el “atraso” de los suyos, por no casarse o parirle a blancos. “Condenable” la mulata que perdió la cabeza por un negro, en vez de tratar de “blanquear” la familia y seguir “adelantándola”. Porque lo negro todavía es sinónimo de retroceso, marginalidad, humillación, frustración. Y lo blanco de desarrollo, bienestar, progreso, felicidad.

No obstante, en materia de higiene, la raza negra por lo general se distingue por su aseo y limpieza. En broncas y discusiones, los negros acostumbran a decirle a los blancos “sucios y cochinos” y estos suelen ripostar gritándoles “negros peste a boca”.

Ha sido y es una gran injusticia. Si alguien ha llevado toda la carga sobre sus espaldas, ésas han sido las negras, otrora esclavas y criadas. Que arriban a un nuevo milenio con las escasas oportunidades que siempre tuvieron. Y teniendo que tragar bilis para poder vencer todos los desafios.

Es por ello que donde quiera que esté un negro preparado, uno puede estar seguro de que si hasta allí llegó, es por condiciones superiores a muchos blancos que le rodean. Y si es negra, tenga el título universitario que tenga, probablemente es porque logró sobresalir por encima de sus colegas blancas.

Si a los negros les cuesta subir y permanecer en la cima, las mujeres negras en el trayecto han dejado sangre, sudor y lágrimas. Por no decir alma, corazón y vida. O trompas, útero y ovarios.

El resultado del mundial de atletismo celebrado en agosto de 2001 en Edmonton, Canadá, evidencia la garra y la fuerza de las mujeres negras cubanas. De seis medallas obtenidas por la delegación de Cuba (los 23 deportistas participantes eran todos negros y por su actuación ocuparon el cuarto lugar por países) las cuatro primeras preseas las ganaron cuatro atletas negras: Osleidys Menendez (oro), Yipsi Moreno (oro), Sonia Bisset (bronce) y Daymí Pernía (bronce). Las dos restantes fueron colgadas en los cuellos morenos de Iván Pedroso (oro) y Anier García (plata).

Al margen de que la “guerra de razas” en las competencias de campo y pista se haya renovado, a raíz del inesperado triunfo de la ucranina Ybana Pintusevich sobre la estadounidense Marion Jones, en el caso de Cuba la realidad habla por sí sola: desde las niñas y niños en los juegos escolares hasta los atletas de alto rendimiento de uno y otro sexo, lo que brilla en torneos dentro y fuera de la isla es esa negrada, como algunos despectivamente le llaman, que algún día subirá a otro podio. A ése que más tarde o más temprano los cubanos todos construiremos. En una Cuba tolerante, democrática y multirracial.

Tania Quintero

Foto: Eleanor Calvo, directora del Observatorio Ciudadano, una de las participantes en la Jornada por la Diversidad y la Integración celebrada en marzo de 2012 en la sede del Comité Ciudadanos por la Integración Racial. La foto se la hizo su padre, el historiador Leonardo Calvo.

lunes, 26 de mayo de 2014

A todos los periodistas independientes cubanos

Estimados colegas, de la isla y del exilio:

Nuestro enemigo son los Castro, pero también lo es Yoani Sánchez, una mujer a la que llevan más de seis años inflando y que a golpe de talonario, "premios", "libros", "invitaciones" y "viajes" promovidos por patrocinadores que no muestran sus caras, se ha propuesto omitir la historia de veinte años del periodismo independiente cubano.

Ante los intentos de menosprecio y ninguneo, por parte de una mujer sin curriculum disidente ni periodístico, los periodistas independientes cubanos, muchos de los cuales hemos estado horas, días, semanas, meses o años encarcelados; hemos sufrido interrogatorios, mítines de repudio y represiones, y muchos vamos a terminar nuestros días en los países que nos han dado asilo político, no podemos permitir que Yoani Sánchez ni nadie nos pretenda ignorar, ningunear, menospreciar y mucho menos acallar.

Desde dentro o desde fuera de Cuba, los periodistas independientes llevamos veinte años reportando la realidad de nuestra patria, la mayoría sin demasiados recursos, pero con dignidad y humildad. Y eso ni Yoani Sánchez ni sus patrocinadores, con todo el dinero e influencia que puedan tener, lo pueden borrar porque les salga de sus narices.

Entre mis colegas de La Habana existe un gran malestar hacia ella, por su ego y forma autoritaria de ser. Sé que casi ninguno quiere 'quemarse' diciéndolo públicamente. Los entiendo. Porque se habla de democracia y libertad de expresión... de dientes pa'fuera. Porque si a uno de los medios con los cuales ellos colaboran envian un trabajo crítico sobre Yoani Sánchez o sus proyectos, no se lo publican. Y para casi todos, los dólares que pagan por cada colaboración publicada les hacen falta para vivir.

Pero eso también hay que denunciarlo, al Comité para la Protección de los Periodistas, Reporteros sin Fronteras, Sociedad Interamericana de Prensa y el resto de organizaciones de periodistas existentes en el mundo. No debemos autocensurarnos ni tener miedo a los cartelitos que enseguida te quieren colgar, de que si 'el enemigo', si 'la unidad'... Y que en 55 años lo que han creado es hipocresía y doble moral.

Pero tampoco debemos permitir que medios que dicen defender la libertad de prensa, censuren un texto por ejercer nuestro derecho a criticar. Si abiertamente criticamos a Fidel y Raúl Castro, nadie nos puede impedir que critiquemos también a Yoani Sánchez.

No vale arrancarle la tira del pellejo a puertas cerradas: hay que decirlo por Radio Martí, que pertenece al gobierno de Estados Unidos y, por eso mismo, se supone que es una emisora abierta, tolerante y democrática. O escribirlo y enviarlo al medio con el cual habitualmente colaboremos. Y si no lo publican, se sube a un blog la denuncia y el texto. Y así queda constancia en internet.

No permitamos que nadie, absolutamente nadie, por muy famoso y poderoso que sea, llámese como se llame, trate de arrancar de cuajo las miles y miles de cuartillas que en estos veinte años hemos escrito los periodistas independientes cubanos.

Desde Lucerna les envío mi más sincero abrazo,

Tania Quintero Antúnez
26 de mayo de 2014

Postdata.- Esta carta nadie me la sugirió ni con nadie la consulté, es una iniciativa personal. Si hace 40 años, cuando en 1974 empecé a escribir como periodista, nunca pedí permiso, ahora, a mi edad y viviendo en Suiza, menos lo voy a hacer.

La mujer negra cubana (III)


Todas las mulatas y negras que han brillado en la radio, cine, televisión y teatro, lo han hecho venciendo manifestaciones racistas ocultas o explícitas. Baste recordar que todavía hay quienes en la isla piensan que “a la mujer, como a la vaca, hay que buscarla por la raza”. ¡Cuántas de estas artistas no habrán escuchado aquello de que Fulano tiene el alma negra o de que Mengana es negra por fuera, pero blanca por dentro!

En la Cuba del nuevo milenio ha mantenido vigencia otro crudo refrán, con un notorio trasfondo mercantil y discriminatorio: “Los hijos de la negra, el dinero los blanquea”.

Y para que la prole no pase los sinsabores de bisabuelos, abuelos y padres, familias negras y mestizas con determinado desenvolvimiento económico si tienen que pagar una alta suma para que la hija o el hijo ocupe una plaza en la llamada “área dólar” (un hotel, una shoppings, un restaurante o una corporación) sin miramientos lo pagan.

Eso no significa que todos los negros que uno ve tras el mostrador de una tienda de Habaguanex, de lunchero en un Pain de Paris o de cajero en el diplomercado de 5ta. y 42, hayan llegado hasta allí por vía fraudulenta. A propósito, un chiste dice: ¿En qué se diferencia la caja negra de un avión de la caja negra en la tienda de 5ta. y 42? En que la caja del avión registra las causas de un accidente y la negra de la caja en 5ta. y 42 causa faltantes (se refiere a dinero o mercancías “misteriosamente” desaparecidas).

Una de las empresas donde más empleomanía de color se ve es en ETECSA, siglas de la empresa estatal de telecomunicaciones, perteneciente al Ministerio de Comunicaciones y la Informática y donde ya hubo un ministro negro, Silvino Colás, general proveniente de las fuerzas armadas.

Es verdad: después de la llegada al poder de Fidel Castro, en 1959, algunas cosas cambiaron para los negros y en especial para las mujeres de esa raza. Antes, el acceso a puestos valorizados, como telefonistas internacionales, aeromozas y empleadas bancarias, por mencionar sólo tres, estaban prácticamente vedados a las cubanas de oscura piel.

Pero tales conquistas son insuficientes para una población conformada por un 51 por ciento de mestizos, un 11 por ciento de negros, un 37 por ciento de blancos y un 1 por ciento de distintas etnias, principalmente asiáticas, según datos arrojados por el último Censo de Población y Viviendas, efectuado en septiembre de 2002. Tengo, el poema de Nicolás Guillen, sigue siendo una ficción.

En el artículo Y los negros, ¿dónde están?, escrito en julio de 2001, argumentaba: “No es que oficialmente exista discriminación, pero el hecho de que el centro del poder ha estado comandado por una misma élite blanca de procedencia pequeño burguesa -grupo tradicionalmente prejuicioso y prepotente- no ha dado margen para una integración real. Dentro de las filas de la revolución los pocos negros en puestos relevantes, sin excepción, vienen de abajo. Porque antes, como ahora, era muy raro encontrar a una familia acomodada de la raza negra”.

En ese mismo artículo expresaba: “En otros ambientes es innegable: los negros se han impuesto”. Y afirmaba que eran el Uno en los deportes y en la música popular. Pero me faltó añadir que en Cuba hay quienes se complacen en resaltar la veta folclórica, como si el tiempo no hubiera transcurrido desde que el primer cuadro de Landaluze nos inmortalizara en aquellas escenas habaneras.

El cine, la televisión, la literatura y la publicidad no han podido desprenderse, consciente o inconscientemente, del negrito criollo, ni de la jacarandosa negra o la mulata sensual, vecina de un solar, que camina contoneándose, se viste y peina llamativamente, es cómica -recordemos el personaje de Bombón en la telenovela cubana Si me pudieras querer- suele decir “malas palabras” y es devota de una deidad africana, si no santera ella misma.

No es el retrato sustancioso que Jorge Amado hizo de la bahiana, fuera puta o mae de santo, sino la traspolación de un cliché que, en muchos casos, se considera un “gancho” para vender. De ahí que para atraer turistas, si es preciso, se contrata y disfraza a mujeres negras con vestidos y collares de Oshún, Yemayá, Shangó, Obbatalá: tratando de lograr el “folclor”, el resultado es una caricatura.

Hacia fines de los 90, en los Festivales del Nuevo Cine Latinoamericano, anualmente celebrados en La Habana, antes de cada función el ICAIC proyectaba anuncios de las firmas patrocinadoras del evento. En el 2000 ese tipo de merchandising cesó, sin explicaciones. Pero se especuló que el motivo es la renuncia de la dirección de la revolución (en particular de su “máximo líder”) a aceptar ninguna clase de publicidad al estilo capitalista y, mucho menos, en las esferas culturales y deportivas, dos de las vitrinas propagandísticas del “inmaculado” sistema socialista cubano.

La prohibición de esos anuncios coincidió con un comentario de Ana María Radaelli difundido en Juventud Rebelde en diciembre de 1999. La periodista criticaba la relevancia que en dichos comerciales se le daba a modelos blancos, rubios y de ojos claros, y apenas se reflejaba el componente étnico distintivo de los cubanos.

A pesar de las décadas de “victoriosa revolución”, decir mujer, negra y pobre sigue siendo la última carta de la baraja. Sólo el esfuerzo y la voluntad de que se sea capaz, permitirá a esta cubana salir de la marginalidad y desbaratar esquemas -si la edad aún se lo permite, por supuesto.

Si esa mujer, además de negra y pobre, es fea, obesa -o no posee una despampanante figura- y, para rematar, es una cabecita de clavo (escasa de pelo o “pasa”), casi está obligada a convertirse en monja o machetera o hacerse judoca. Pero si encima de todas esas “desgracias” es lesbiana, ¡candela!

A partir de 1993, con la despenalización del dólar, en la sociedad cubana se enraizó un consumismo sui generis (yo lo calificaría de naif), donde es realzado el estereotipo de la belleza alba. Todas las muñecas vendidas en las shoppings, salvo contadas excepciones, son blancas, rubias, trigueñas o pelirrojas, pero blancas. Las de trapo, en contraste, son negras. Las muñecas mulatas suelen simbolizar a Oshún o Yemayá -La Caridad y Regla, vírgenes mestizas del santuario nacional.

Es que... así siempre ha sido. Las penúltimas de la cola. Y, encima, los estereotipos. A negras y mulatas tienen que gustarles los hombres. Tienen que ser femeninas y maternales. Para “hacer tortilla” (ser lesbiana), las blancas. Es el cartelito. Mas ha habido -y hay- negronas, machonas, tortilleronas, con biotipos parecidos a un estibador del puerto o un luchador de sumo. Con desparpajo de ellas dicen: “Zutana es un negrón”.

Es fácil imaginar cuán difícil les ha sido la vida en una sociedad que les exige lo contrario. Y por ello no es raro encontrarlas en las cárceles, con el uniforme de prisioneras o de guardianas. Me han contado de una que con tales características logró imponerse política y socialmente. Maestra de profesión, durante una etapa fue delegada del poder popular. En la actualidad se desempeña en el área dólar. Y tanto en su trabajo como en su comunidad goza de respeto y simpatía.

En el Partido Comunista de Cuba militan muchísimas mujeres mestizas y negras, pero ninguna de ellas ni soñar siquiera con un puesto no ya como el de Condoleezza Rice en Estados Unidos, sino de presidenta del parlamento o miembro del buró político. Y no porque estén menos preparadas que sus compañeros, sino porque son muchas las vallas que primero tienen que saltar y, despues, derribar. En dos ministerios ha habido dos mulatas, Nora Frómeta, en la industria ligera, y Bárbara Castillo, en comercio y gastronomía. Hasta el momento, el cargo de canciller esta reservado a hombres. Lo más blanco posible.

Conscientes de que la tenencia de un carné del partido o de la juventud comunista conlleva, como Elegguá, el don de “abrir caminos”, no se podría criticar a las representantes de la raza negra que, oportunistamente, se hacen “comunistas”. Es una de las tantas metas que una cubana, de cualquier color, debe proponerse si quiere escalar, en el mejor sentido de la palabra. Con todo, la senda de la “confiabilidad” política es más complicada y azarosa que la del sexo. Mas no todas están dispuestas a seguir acrescentando la afrenta de hembras calientes labrada por una sociedad machista y menospreciativa.

Tania Quintero
Foto: La soprano Yoslainy Pérez Derrick, momentos antes de cantar en la Jornada por la Diversidad y la Integración, celebrada en marzo de 2012 en la sede del Comité Ciudadanos por la Integración Racial, radicada en el domicilio de su director, Juan Antonio Madrazo, autor de la foto.

viernes, 23 de mayo de 2014

Fundar un periódico desde La Habana



Ya está en la red el diario independiente 14ymedio, creado por la bloguera Yoani Sánchez y su esposo Reinaldo Escobar.

14ymedio no es una novedad. Antes, hubo varias publicaciones no controladas por el Estado, tanto en la esfera intelectual como disidente.

Algunas tuvieron pocas horas de vuelo, por problemas técnicos o financieros. Otras, como la revista D’Cuba, ideada por el poeta y periodista Raúl Rivero, solo pudo imprimir dos números.

En la primavera de 2003, una razia montada por los servicios especiales desactivó la iniciativa y después de acusarlos de 'mercenarios', envió a la cárcel a los dos principales realizadores de la revista, Rivero y el periodista independiente Ricardo González Alfonso.

La iglesia católica nacional también tiene sus publicaciones independientes, consentidas por el gobierno, como Espacio Laical, Palabra Nueva y Vitral. Para el otoño de 2007, dos reporteros libres, Juan González Febles y Luis Cino Álvarez, fundaron Primavera Digital.

Era un semanario y tenía la novedad que se imprimía en papel con fotos a color. A partir del 14 de junio de 2012, Primavera comenzó a salir en la web con frecuencia semanal.

Ya van por el número 324. Cuentan con la ayuda de instituciones no gubernamentales suecas que le han ofrecido la gran oportunidad de editar desde La Habana su propio periódico.

La única pauta que rige a los más de 50 reporteros que colaboran en Primavera Digital lo impone la cordura. Empezaron de cero, sin alharacas publicitarias. Han ido aprendiendo en el camino.

Lo hacen con escasos recursos. Dos ordenadores antiguos armados a pedazos y una HP de cuarta generación. La sede está situada en el minúsculo apartamento de Febles, en la barriada de Lawton.

Los sábados, día de entrega de artículos, aquello es un infierno. El humo de cigarrillos, termos de café, polémicas en voz tan alta que parece una riña y varios reporteros que, a falta de muebles, usan la cama matrimonial de Febles como sofá.

Cuando usted llama para solicitar una aclaración o un comentario periodístico, el saludo de bienvenida te lo ofrece la contestadora de un fax prehistórico.

Esta gente nunca ha sido premiada internacionalmente ni reconocida por Reporteros sin Fronteras, la Sociedad Interamericana de Prensa o potentados cubanoamericanos que eligen a dedo a su disidente o bloguero favorito.

Son periodistas incómodos. Tanto para el régimen como para ciertos sectores del exilio. Su espacio de comentarios no es sitio de paso de exaltados internautas residentes en el exterior.

Es una pena. En Primavera Digital usted puede seguir el acontecer de las rudas prisiones, editoriales sin afeites, crónicas sobre la otra Cuba que el régimen pretende ocultar y análisis sobrios del panorama nacional e internacional.

Abogados independientes escriben de temas jurídicos y Luis Cino tiene un espacio de música para chuparse los dedos. Víctor Manuel, periodista y escritor que desde hace 15 años, casi en el ostracismo, dirige un club de escritores, redacta una columna donde combina el humor y nuestra patética realidad. Se titula Nefasto.

Cuando he escrito notas para Diario de Cuba, El Mundo, Diario de las Américas, Martí Noticias, Infobae o blogs como el de la escritora Zoé Valdés, siempre he tenido sus puertas abiertas. Con 14ymedio me ha sucedido todo lo contrario.

No tengo objeciones sobre la calidad del primer número. Regina Coyula es una pluma de calibre. Miriam Celaya tiene rigor y dispara a matar. Y Víctor Ariel González publicó un magnifico reportaje sobre el cuerpo de guardia del hospital Calixto García.

Es de esperar que el resto de la plantilla y de los colaboradores mantengan el buen tono periodístico. No es mala idea publicar el precio de la carne de cerdo y otros productos del agro o dar consejos para el cuidado del cabello, pese a la simplicidad de las notas.

El problema de 14ymedio es la sobredimensión. Por contar con bolsillos generosos, tiene un marketing que no posee ninguna otra publicación opositora. Ni dentro ni fuera de la isla. La competencia es sana, pero cuando todos cuentan con las mismas posibilidades.

El ego exagerado de Yoani, que incomoda a tantos en Cuba y en el exilio, suele infundir falsas expectativas. Según Yoani, su meta no es hacer otro periódico, sino el mejor periódico.

Sus deslices y amnesia a la hora del recuento sobre el periodismo independiente, soslayando a reporteros que llevan más de 20 años en el oficio, le ha granjeado antipatías y enemigos, que se pudieron evitar con humildad y diplomacia.

Yoani es una competidora feroz. Eso es positivo. Pero también es muy ingenua. Debo recordarle que ella vive en Cuba. Y es imposible editar desde La Habana un periódico comercial mientras exista un régimen como el actual.

¿Cómo generará ganancias? Gústenos o no, cualquier publicación disidente que se hace en Cuba está subvencionada por instituciones foráneas, no gubernamentales o particulares.

No queda otra. Hasta que la autocracia verde olivo sea historia antigua y en el país se instaure una democracia, no existirá una prensa privada que pueda utilizar las reglas del juego del negocio informativo en el mundo moderno.

Intentar vender el nuevo medio como anticastrista es un argumento que raya con la tontería. Se debe tener los pies en la tierra. Cuando un puñado de mujeres y hombres, a riesgo de ser encarcelados, desafían la censura informativa diseñada por dos autócratas que llevan 55 años en el poder, es porque apuestan por una narrativa diferente, amena y libre. Sin censuras ni autocensuras.

El enemigo son los Castro. Y Yoani Sánchez debe asumirlo periodísticamente. Hay momentos en la vida que las personas deben definirse. La ambigüedad alimenta la desconfianza.

También ignorar y menospreciar a los otros. Hace un mes llamé a Reinaldo Escobar, su esposo y editor de 14ymedio, para que me comentara y ofreciera detalles del nuevo diario.

Solo recibí argumentos evasivos y la promesa de que me llamaría antes que saliera el primer número. No cumplió su palabra. Muchas preguntas quedaron sin respuestas.

14ymedio tiene dos opciones: flotar en su órbita particular, desconociendo a otros, o sumando.

Si logran apartar el ego e imponer la profesionalidad, tolerancia, creatividad y pluralismo, podrían pensar en cimentar un futuro diario democrático, como fue Cambio 16 en España. De lo contrario, ese autoritarismo generado en un sector de la disidencia, los conducirá al fracaso.

Personalmente deseo que triunfen. Pero me temo que van a tener que dar un vuelco de 180 grados en sus métodos. El rencor, la poca transparencia y las intrigas personales deben dejarlas de lado.

Iván García
Foto: Calle de La Habana. Tomada de Cubanet.

La mujer negra cubana (II)


El régimen que desde 1959 gobierna Cuba no solamente no ha sido capaz de romper los moldes maniqueistas, encasilladores, vigentes desde la primera mitad del siglo veinte, sino que ha demostrado incapacidad para tratar el de la mujer con amplitud y profundidad, como exigen los nuevos tiempos. Y dentro del contexto femenino, el acápite de la negritud.

Conceptos modernos sobre gobernabilidad, política, sociología, propaganda, medios de comunicación y psicología de masas, entre otros, no han sido asimilados -y si lo han sido, no han sido puestos en práctica por la jerarquía gobernante.

Y eso se hace sentir. Porque la odisea del Che, Mayo del 68 y el Muro de Berlín son asuntos del pasado. El hombre nuevo, evidentemente, habría que clonarlo. Y las generaciones recientes, sin libertad para salir y entrar libremente a su país, lo menos que quisieran es poder navegar sin restricciones por internet.

Más que falta de propósitos, hay inercia, desconocimiento, ignorancia. La razón fundamental, en mi criterio, radica en un mismo equipo durante más de cuarenta años al frente de los destinos del país. Personas que han envejecido en el poder y que a duras penas han desarrollado una nación que antes de 1959 en varios renglones económicos, políticos y sociales se ubicaba en lugares cimeros del continente americano.

La propia Federación de Mujeres Cubanas (FMC) es una organización estatal anquilosada. Aunque sus funcionarias participan en eventos internacionales y sus declaraciones se avienen con los últimos enfoques de género, en la concreta los discursos no cuadran con el día a día de las cubanas. Un diario vivir bastante precario y alejado de las tendencias modernas acerca de la mujer. La compleja gama de problemas que su condición presenta en Cuba es materia pendiente.

Desde su fundación el 23 de agosto de 1960, la FMC ha estado presidida por Vilma Espín, blanca, ingeniera de profesión y con un currículo guerrillero. Madre de cuatro hijos y esposa del número dos de la revolución, Raul Castro, la señora Espín, con el mayor de los respetos, es arquetipo del inmovilismo. Al parecer, nada dentro del movimiento femenino cubano -con una historia muy anterior al triunfo de los barbudos- se modificará hasta que cese su mandato. O hasta que el actual estado de cosas cambie.

Las cubanas y en especial las negras y mulatas, no se han quedado sentadas en el portal, dándose sillón. Poco a poco y con dificultad comenzaron a forjarse su destino, para bien o para mal.

No todas han logrado el éxito de la bailarina y modelo Luz María Collazo o de Regla Torres, electa la volibolista del siglo. O de la jugadora retirada Mireya Luis, integrante del Comité Olímpico Internacional.

Trovadoras septuagenarias colgaron el delantal, cogieron guitarra y micrófono, se tiñeron el pelo y se fueron por el mundo a cantar, ganándose honradamente los fulas (dólares) salvavidas. O con menos repercusión mas con igual mérito, como Julia Mirabal, del noticiero de televisión y Deisy Francis Mexidor, del periódico Juventud Rebelde, quienes dentro de las limitaciones del oficialismo han sacado la cara en un sector tradicionalmente copado por los blancos y que en Guillermo Portuondo Calá y Reinaldo Peñalver Moral tuvo dos de los pocos negros sobresalientes en el periodismo cubano. Fugaz fue el paso por la cinematografia nacional de la primera -y única- realizadora negra, Sara Gómez. Como Belkis Ayón, murió joven y en plena ebullición creadora. Hoy probablemente hubiera sido una avezada cineasta.

Mujeres desconocidas como Migdalia y Lourdes, hermanas, retintas, que un día marcharon a España y tomaron por asalto el País Vasco. Y allí se establecieron. Puede que algunos en el barrio las tilden de jineteras finas, pero yo que las conozco sé que son, como ahora se dice, un par de luchadoras. Que atrás decidieron dejar un suelo natal donde nunca pasa nada o no se sabe cuándo va a pasar. Y se arriesgaron, legalmente. Con ellas tienen a hijos y otros familiares. Un regreso a la semilla, a la inversa. Sin rencor hacia los que una vez nos colonizaron y fueron los principales culpables de la esclavitud en la Isla.

Mulatas, jineteras de verdad, quienes en el intento por salir del subdesarrollo encontraron la muerte. Es el caso de la Farah María del Palmar, en la barriada habanera de Marianao, asesinada en 1999 en Barcelona. O el riesgo contínuamente corrido por prostitutas, lesbianas y travestis cubanos, casi todos de color, desperdigados por Europa y otros confines. Esta nueva clase de compatriotas se localiza también en el archipielago de punta a cabo, haciendo lo posible e imposible por salir adelante.

No les importa que la gente diga que están viviendo de su cuerpo. Pero se niegan a sobrevivir como obreras por 200 pesos mensuales (8 dólares). Ni ser empleadas domésticas como sus madres, abuelas y bisabuelas. Jóvenes que detestan el rostro de cocinera negra, identificativo de la mayonesa Doña Delicias.

Por las noches es cuando más se ven. Salen a las calles a “buscarse el pan”. Porque si en La Habana la vida es dura, en el interior es peor. Y desde la caída del sol comienzan los preparativos para ponerse sexy. Algunas hasta llegan sofocadas de su empleo y sin pudor se transforman en “sandungueras por encima del nivel”, parodiando el estribillo de la canción de Los Van Van.

Las mulatas y negras cubanas han sido constante fuente de inspiración para compositores en distintas épocas. A ello ha contribuido el atractivo de la tez, sus ojos soñadores, su figura -por lo regular cintura estrecha, caderas anchas y gluteos sobresalientes- y el aura de sexualidad que las persigue desde que el primer barco negrero arribó a las costas de Cuba con un cargamento esclavo.

Un padre católico español, catalán por más señas, Antonio María Claret, quien llegó a ser obispo en Santiago de Cuba, fue precursor en la defensa de las mujeres negras, asediadas ferozmente por unos foráneos que en ellas descubrieron un placer desconocido. El padre Claret trató de influir sobre aquellos españoles ansiosos de sexo, pero no pudo impedir los embarazos que tales relaciones produjeron. Miles de mulaticos nacieron. En cierto modo, quedaba cuestionado el dicho “la necesidad hace parir mulatos”. Porque ¿cuántas de esas relaciones ocurrieron a la fuerza, por interés o por amor?

Son precisamente las actuales provincias orientales -Guantánamo, Santiago de Cuba, Holguín, Las Tunas y Granma- donde es más notorio el mestizaje de la nación cubana. Es allí también de donde han salido famosas canciones. En la isla entera se le cantó a las pretéridas negras y mulatas. La más emblemática de todas es Longina, de Manuel Corona.

Intérpretes de renombre universal tuvimos en Rita Montaner y María Teresa Vera. A la lista se suman las pianistas Zenaida Manfugás e Isolina Carrillo y la compositora Tania Castellanos, esposa del líder sindical Lázaro Peña, uno de los negros más notables del socialismo cubano. Han sido o son negras o mulatas las cantantes cubanas de mejores voces: Elena Burke, Moraima Secada, Omara Portuondo, La Lupe, Freddy, Xiomara Laugart, Argelia Fragoso, Haila, Vania, Osdalgia, Lucrecia, Merceditas Valdes, Olga Guillot, Paulina Álvarez, Caridad Hierrezuelo, Celeste Mendoza y, por supuesto, la azucarada Celia Cruz.

Si bien es cierto que el negro ha sido centro de chistes y burlas y de que al igual que el gallego permaneció siempre en sketchs y espectáculos humorísticos, actrices de esta coloración han sobresalido por su inigualable calidad: Candita Quintana, Elvira Cervera, Asenneh Rodríguez, Obelia Blanco e Irela Bravo, entre otras.

Tania Quintero

Foto: Zenaida Manfugás. Tomada del blog El Exégeta. La destacada pianista cubana falleció a los 90 años, el 3 de mayo de 2012, en Nueva Jersey, donde residía.

miércoles, 21 de mayo de 2014

La mujer negra cubana (I)



Cuando aquel día de 1999 Belkis Ayón, a los 32 años se suicidó de un tiro, Cuba no sólo perdió a uno de sus valores más consagrados en las artes plásticas: las mujeres negras y mestizas de la isla perdimos a una de las nuestras que a base de talento, no de sexo, había logrado llegar a imponerse. Además de joven, Belkis era hermosa, alegre, sociable, optimista y desprendida. Y vivía orgullosa de su raza.

A la nieta de Felito Ayón (hombre que mucho tuvo que ver con el nacimiento del feeling en la cancionística nacional) no la conocí personalmente, sino a través de sus apariciones en la prensa. Su obra la he conocido en la segunda planta del Museo Nacional de Bellas Artes.

Cuba está llena de morenas talentosas como Belkis Ayón. A simple vista, volibolistas y atletas, cantantes y bailarinas, artistas y músicas. Sin publicidad, hay infinidad de médicas, enfermeras, ingenieras, abogadas, técnicas, trabajadoras, secretarias, profesoras de niveles superiores, maestras de primaria, auxiliares pedagógicas y educadoras de círculos infantiles, entre otras profesiones y oficios.

Negras como el azabache o jabás, colorás o chichiricú, moras, indiadas o achinadas, resultado de un cruzamiento de razas aún inconcluso. Cubanas todas de cualquier tonalidad que pudieran ocupar sitiales altos en la economía y la política, si la sociedad se desprendiera de las costras de machismo y prejuicios a flor de piel.

El tema es vasto. Y polémico. Como el filme Si me comprendieras de Rolando Díaz, coproducción española limitadamente exhibido en La Habana en diciembre de 1998, durante el XX Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.

Pese a que fue exhibido una sola vez -a sala llena- la cinta obtuvo mención del jurado. Fuera de Cuba es donde más se conoce y si ha tenido “difusión” dentro de la isla ha sido gracias a copias piratas.“Rolando ha logrado una original película sobre La Habana actual, el período especial y la problemática racial desde la experiencia dura y angustiosa de la mujer negra en la Cuba castrista”, escribió el intelectual cubano Enrique Patterson en El Nuevo Herald.

En Si me comprendieras, artículo aparecido en la revista Espacios (No. 4/02), la periodista Lázara Castellanos pone el dedo en la llaga cuando dice: “En los ultimos años hemos visto crecer una preocupación en el orden social: hombres y mujeres están repensando sobre su lugar en la Cuba de hoy y se muestran inconformes. Se escuchan con frecuencia preguntas como ésta: ¿quién cuenta la historia y cómo lo hace? A pesar de los avances innegables, aún se proyecta la idea de que no se ha barrido del todo una estructura de prejuicios raciales que, aunque Fernando Ortiz la calificara como la menos intensa en América, repercute sobre lo que es hoy una mayoría étnica en nuestro país, pues la emigración de las últimas décadas afectó la composición racial”.

Desde hace más décadas, una serie de problemas fueron clasificados como tabú en Cuba: el racionamiento alimentario decretado en 1962; el alto índice de abortos, divorcios y suicidios; la vida familiar de los dirigentes y el tema negro, entre otros. Hasta que su volumen no fue alarmante, han estado engavetados o mantenidos en secreto realidades como la prostitución, el alcoholismo, la drogadicción, la malnutrición (que ha incidido directamente en el bajo crecimiento de niños y adolescentes), el retraso mental y anomalías congénitas relacionadas con causas que van desde incorrectos hábitos nutricionales hasta pésimas condiciones ambientales.

En La raza y los silencios de la cubanidad (revista Encuentro No. 20/01), el profesor Alejandro de la Fuente, de la Universidad de Pittsburg, Pennsylvania, plantea: “El discurso de Fidel Castro del 22 de marzo de 1959 fue crucial porque, al condenar el racismo, el líder de la revolución puso su enorme prestigio personal al servicio de los que luchaban contra la discriminación en Cuba. Más aún, el Primer Ministro llamó a un debate nacional sobre este asunto e invitó a periodistas, escritores e intelectuales a analizar las causas del racismo y sus medios”.

Más adelante, de la Fuente aclara: “El hecho concreto es que a partir de 1962, aproximadamente, el tema racial básicamente desapareció del debate público insular. Las autoridades cuando hablaban de la discriminación, lo hacían en tiempo pasado”.

Como tan acertadamente expusiera el profesor de Historia Latinoamericana y del Caribe en la prestigiosa universidad estadounidense: “Un problema resuelto no es problema... En consecuencia, las autoridades impusieron el silencio oficial sobre el asunto, convirtiéndolo en tabú”.

Antes de que Castro volviera a hablar públicamente del tema racial, el 7 de febrero, en un discurso leído durante la clausura del Congreso de Pedagogía 2003, los periodistas independientes hemos sido los que más hemos escrito y hablado acerca de la supervivencia de prejuicios raciales. Desde 1995 ésta ha sido temática constante en mis textos y en las numerosas entrevistas concedidas en ocho años.

El 7 de febrero de 2003, en el teatro Karl Marx, Fidel Castro dijo: “Se ha podido ver que los sectores de la población que viven todavía en barrios marginales de nuestras comunidades urbanas, y con menos conocimientos y cultura, son los que, cualquiera sea su origen étnico, nutren las filas de la gran mayoría de los jovenes presos”.

Anteriormente había dicho: “La Revolución, más allá de los derechos y garantías alcanzados para todos los ciudadanos de cualquier étnia y origen, no ha logrado el mismo éxito en la lucha por erradicar las diferencias en el estatus social y económico de la población negra del país, aún cuando en numerosas áreas de gran trascendencia, entre ellas la educación y la salud, desempeñan un importante papel”.

Castro no lo propuso esta vez, pero sería saludable que, de entre los muchos y profundos debates urgentes en la sociedad cubana contemporánea, se comience por éste. No es necesario ningún censo, a simple vista se ve: los cubanos mestizos y negros somos mayoría (más del 60 por ciento del total de la población). Y dentro de ellos vibra la energía de la mujer negra. No volvamos a quedarnos callados.

Tania Quintero
Foto: Belkis Ayón. Tomada de AfroCubaWeb.
Nota.- Cuando en marzo de 2003 se desató la oleada represiva conocida como Primavera Negra y 75 disidentes fueron condenados a muchos años de cárcel, mi hijo Iván García y yo estábamos recopilando datos e informaciones para escribir sobre la temática negra. Él escribió Prisioneros de su raza y yo A flor de piel. Los dos fueron publicados en septiembre de 2003 en la web de la Sociedad Interamericana de Prensa. El de Iván fue reproducido en julio de 2009 en el blog Desde La Habana, pero ese archivo ya no se encuentra y en este blog se ha vuelto a reproducir, en dos partes y con el título El negro, en el sótano. Mi trabajo salió en 2006 en la página digital de La peregrina magazine y en 2008, compartido entre este blog y Cine Cuba Paraíso. Ahora le he puesto La mujer negra cubana y dividido en cuatro partes.

lunes, 19 de mayo de 2014

"Blanquear" a los hijos



El racismo en Cuba está lejos de quedar atrás. Olvídense del discurso oficial de una sola nación sin razas. La gente no vive en estancos. Blancos, negros y mestizos abordan los mismos ómnibus. Van a las mismas escuelas. Y habitan en el mismo barrio.

Pero se saben diferentes. Una de las variantes más racistas que en pleno siglo 21 persiste en Cuba es a la hora de crear una familia. Yoanna, estudiante universitaria y mulata clara, tiene un novio negro.

Su familia es negra. Y no ve con buenos ojos al novio. Le preocupa sobremanera la estabilidad y seriedad de la relación. Sobre todo el futuro. Y los probables hijos.

“A mi familia le preocupa, dice que voy a ‘atrasar’. Mi madre se casó con un blanco. Y ellos desean que ‘adelante’, teniendo hijos con blancos. No te voy engañar: yo prefiero no tener que peinar la 'pasa encendida' (cabello enredado) de una negrita. Y aunque quiero mucho a mi novio, espero formar mi familia con un blanco”, dice Yoanna.

La planificación de los hijos entre negros y mestizos es un tema importante en determinados ámbitos hogareños. 'Blanquear' la familia es el propósito. Por puro complejo, algunos negros y mestizos rehúyen de su negritud.

No voy hacerles una historia larga. Se sabe del pasado. Siglos de esclavitud. Ser ninguneados y despreciados por el color de su tez. Cuando Cuba se emancipó en el aspecto racial, sólo fue en apariencias.

En letras góticas quedaba recogida en la Constitución que todos los cubanos, no importaba cuál fuera el color de su piel, éramos iguales. No fue así. Los negros y mestizos partieron en condiciones desventajosas.

Salieron de la esclavitud con sus pertenencias en un jolongo y sin un quilo (centavo). Durante décadas, han tenido que cargar con la más fea. Peores condiciones de vida y trabajo. Esa falta de estabilidad, pésimas viviendas y poco dinero, ha reducido el número de negros que cursan estudios universitarios.

También las condiciones de marginalidad en la que viven ha impulsado la delincuencia. El 88% de los presos en Cuba son negros o mestizos. Por eso, a la hora de diseñar el futuro los jóvenes negros y mestizos sueñan en blanco.

Casarse con una blanca o blanco es el plan de muchos. O con una mulata de piel clara. Para adelantar. “Es como una escalera. Un negro prieto, que nadie mira, no puede de golpe pensar que se va empatar con una blanca de campeonato. Es paso a paso. Primero una mulata oscura. Luego, sus hijos, deben empatarse con una mulata clara, o si tienen suerte, con una blanca. Así es el cuadro para ir blanqueando gradualmente a la familia”, cuenta Yoni, mulato de 34 años.

Hay negras y mulatas a quienes no les gusta su color de piel. Se nota de golpe. Se desrizan el pelo e imitan los patrones de moda de las blancas. Miriam, negra de 22 años, va todos los meses por la peluquería para estirarse la pasa.

Gasta una fortuna en cremas peinadoras y champús. Escoge a sus amigas. Le gusta andar con blancas y mulatas claras. “Las negras sólo hablan de problemas y dificultades. Siempre se están quejando. Son una salación. Restan puntos”, señala Miriam sin rodeos.

Los medios estatales no abordan el tema en toda su extensión y complejidad. Le dan de lado. Le pasan por encima. Un amplio espectro de la sociedad cubana ve la cultura negra y su dura historia como algo folclórico.

Pero en hogares de negros y mestizos sin tabú se habla de 'blanquear' la familia. Tener hijos de piel más clara son las propuestas de los padres. Y la meta de sus hijos.

Iván García
Publicado en este blog el 17 de junio de 2012.
Foto: Lartiza Diversent

viernes, 16 de mayo de 2014

El negro, en el sótano (II y final)



Las discrepancias por la tonalidad de la piel en Cuba no son sólo del blanco hacia el negro, aunque sea la más común. Van también del negro al blanco y del mulato al negro. Y lo que es peor, del negro hacia el negro. La raza negra está presa en su color de piel. Recibe metralla desde cualquier frente.

Mariana, 44 años, etnóloga, domina el tema en todo su contexto. Mulata clara de hablar pausado, lleva diez años estudiando el problema racial en Cuba. “No te voy a aburrir con una historia extensa, pero el racismo que yo llamo subliminal siempre existió durante el siglo XX y hasta 1959. Después, en apariencia, se apaciguó. Pero es como un volcán dormido -bebe un poco de café y continúa. El racismo tradicional era del blanco al negro: éste lo rechazaba no solo por su color, sino por sus menores dotes intelectuales. Después que el negro se ha superado -o ha tenido la oportunidad de educarse- ha quedado latente el odio por el color de la piel y porque algunos blancos los consideran ineptos”, apunta.

Ella cree que durante el período comprendido de 1920 a 1950 se fortaleció la sociedad mulata. “En muchos pueblos, incluso en Camagüey, donde el racismo era superior a otras localidades, se abrieron sociedades sólo para mulatos. Los mulatos tenían la creencia que eran superiores a los negros. De acuerdo a un refrán, los mestizos son la preocupación del blanco y la envidia del negro. Con el cruce de razas, si algo ha habido en Cuba es que no ha existido racismo sexual, proliferó el mestizaje y hubo una tendencia de éstos a creerse al margen de la negritud”, puntualiza la etnóloga, quien sostiene que después de la revolución de Castro este sentimiento se ha afianzado.

En una encuesta a 36 mulatos y mulatas entre 16 y 60 años, 28 no desearían casarse con negros o negras ni tener hijos con personas de esa raza, para no “atrasarse”. Solo a 8 les importa un bledo el color de la piel. Para ellos, el problema es quererse y entenderse. De los 36 encuestados, 22 tienen algún resentimiento o tabú hacia los negros, predominando las opiniones de que son conflictivos, brujeros, marihuaneros, escandalosos y marginales. Los otros 14 piensan que no es el color de la piel, sino la instrucción de las personas las que provocan su baja catadura. Pero los 36 coinciden en que los negros, además de vivir hacinados en viviendas de baja calidad y en precarias condiciones materiales, han tenido menos oportunidades que los blancos e incluso que los mestizos.

Si hay una fecha que Fidel Castro no puede olvidar es el 5 de agosto de 1994. Fue el día del Maleconazo o la rebelión popular habanera. Hastiados del hambre y las penurias y desesperados por emigrar, miles de habitantes de la capital, espontáneamente salieron a las calles a protestar.

Esto ocurrió en los barrios marginales, pobres y repletos de negros de Colón, San Leopoldo y Jesús María. Entre los que clamaban libertad había una mayoria negra, que ese día cometió actos vandálicos y asalto y apedreó tiendas e instalaciones por dólares para sustraer lo que ellos no tenían. Castro tomó nota.

Un tiempo después, en un intento por mejorar las condiciones de vida de la población negra en Centro Habana, se pusieron en marcha proyectos de reparación de viviendas en las barriadas de Cayo Hueso, Los Sitios, San Leopoldo y Colón. Todavía son mínimas las intenciones. Pero el gobierno está intentando que el negro viva un poco mejor.

Camine usted por los barrios de La Habana. Las calles siguen llenas de baches, la mayoría de las aceras rotas, parece un milagro de la física que las casas apuntaladas se mantengan en pie. La gente sigue cargando y lucrando con el agua, un artículo de lujo en los barrios de la parte vieja de la ciudad: un cubo lleno de agua se vende a tres pesos. Llenar un tanque de 55 galones cuesta 40 pesos, cantidad equivalente a cuatro dias de trabajo de un empleado promedio. Cientos de personas se dedican al “negocio del agua”. Casi todos negros. Los llaman “aguateros”.

No sólo escasea el agua. También el dinero. Las billeteras están vacias. Para tratar de buscar los benditos dólares todo se intenta. Desde vender pizzas y cajitas con comida, arreglar bicicletas, reparar cocinas y radios hasta convertirse en babalao y especializarse en “hacer santo” o vender drogas, el negocio más lucrativo.

En Colón, San Leopoldo, Cayo Hueso, Jesús María, Belén, han surgido los primeros e incipientes “carteles” de la droga capitalina. Se expende melca (cocaína) a 50 dólares el gramo -valía 30, pero después de los operativos antidrogas iniciados en enero del 2003 los precios subieron. Marihuana a 25 pesos o un dólar el cigarrillo. Sicotrópicos… en fin, todo para “volar”. Los vendedores son negros en su mayoría. Ya a la hora de consumir los blancos tienen primacía. En Monte y Cienfuegos, cerca del Capitolio, existe una zona de tolerancia. Ante la mirada pasiva de la policía se prostituyen chicas entre 12 y 30 años por 125 pesos (5 dólares) la media hora.

Todos ellos, los que alzaron la voz el 5 de agosto de 1994, los babalaos de Cayo Hueso, los que venden drogas en Colón y las que se prostituyen en Monte y Cienfuegos tienen un denominador común: salvo contadas excepciones, nacieron con la revolución y son negros o mestizos.

Como símbolo de las reparaciones e inmuebles se exhibe el solar La California, en la calle Crespo, barriada de Colón. No se ha hecho nada del otro mundo. Lo imprescindible para vivir: reparación de techos, pinturas en las paredes y baños nuevos.

Los solares o cuarterías, generalmente habitados por negros y mestizos, son habitaciones reducidas de baja calidad constructiva y en las cuales, desde fines del siglo XIX y hasta principios del XXI, viven los más pobres, sinónimo de gente de piel oscura.

La California alcanzó fama porque ahí solía descargar en las noches calurosas y estrelladas de La Habana el genio negro de la tumbadora, Chano Pozo, quien en oscuras circunstancias muriera en Nueva York en los años 40. El solar estuvo también en boga por una canción del salsero cubano Isaac Delgado.

Precisamente en La California vive un personaje pintoresco, triunfador en ua de las pocas opciones que tienen los negros para hacer dinero: la santería. Cobra 500 dolares por hacer un Iyabó (santo) a extranjeros y cubanos adinerados. Monta el trono y que vengan los “fulas”. Pero él realmente vive en un confortable apartamento en otro sitio. “No me desprendo de mi cuarto en el solar, porque para un extranjero eso tiene una carga de snobismo y extravagancia: hacerse santo rodeado de pobreza, negros tocando tumbadoras y tomando ron peleón”, dice con picardía.

De moda se ha puesto consultarse con babalaos y tener “padrinos” en Cuba. Vienen de Venezuela, Perú, México, España, Suiza, Finlandia y hasta de Japón. Y de paso dejan dinero a personas como ésta, que ha podido comprarse apartamento, carro, cadenas de oro 18k y equipos electrónicos, algo que en la Cuba del tercer milenio es una verdadera fortuna.

A pocas cuadras de donde el astuto babalao hace sus negocios, vive otro negro, mucho más joven. El ha prosperado gracias a la ilegalidad. Tiene pinta de bailador de rap neoyorquino, pero se dedica a vender drogas. No da detalles, mas da a entender que la cocaína le llega a través de una red montada entre pescadores de zonas costeras del norte de la isla, dedicados a “pescar” pacas de drogas tiradas en su huída por narcotraficantes, que el oleaje acerca a playas cubanas.

Las ganancias de este joven negro son fabulosas. Ya se compró un auto y como su paisano babalao, se apresta a adquirir una casa para él y su familia. “Pago lo que sea”, dice y sonríe, mostrando piezas de oro en su dentadura. Si se ha demorado es porque la compra y venta de casas en Cuba está paralizada por una ofensiva contra las ilegalidades desatada por el gobierno a mediados de 2001, menos fuerte que la batida contra el trafico de drogas emprendida en 2003.

Él no tiene apuro. “Tengo calma y dinero. Mientras, me doy la gran vida con mujeres y disfruto La Habana nocturna. Si, es cierto, puedo estar enrejado treinta años o de por vida, pero asumo el riesgo. Los negros en Cuba no tenemos muchas opciones”, afirma antes de alejarse en su carro. En una grabadora, a todo volumen, se escucha el estribillo “el negro está cocinando”, canción de Los Van Van.

No todos los negros y mestizos en Cuba viven violando las leyes o haciendo negocios con la religión. Entre las escasas posibilidades de éxito por la via legal, donde mulatos y negros pueden sobresalir, están la música y el deporte. Isaac Delgado, Pablo Milanés, Chucho Valdés, NG La Banda, David Calzado y La Charanga Habanera, los viejitos del Buena Vista Social Club y la mayoría de los integrantes del hip hop cubanos son buenos ejemplos. También en la danza afrocubana y algún que otro en la pintura, como Manuel Mendive y Ruperto Jay Matamoros. En el deporte, la lista es larga, pero no todos poseen cómodas casas, buenos autos y suficientes dólares, como Iván Pedroso, Teófilo Stevenson, Mireya Luis y Javier Sotomayor.

Todos ellos pertenecen a una misma etnia, viven desahogadamente y tienen visa para viajar por medio mundo. Son la excepción. El porcentaje mayor vive en la pobreza y sin demasiadas esperanzas. En un país monocorde y aburrido, de un solo partido, sin muchas oportunidades recreativas y con un calor de espanto casi todo el año, negros y mestizos buscan la diversión a como dé lugar.

Los morenos prefieren las descargas en los carnavales y en espacios públicos como el antiguo Salón Rosado o en los Jardines de La Tropical, a los que asisten orquestas del momento. La “timba” agresiva les hace contonear el cuerpo como sólo ellos saben hacer. Entre el baile erótico y la infame cerveza a granel o el ron de cuarta categoría, pasan sus ratos de ocio negros y mulatos de bajos ingresos.

Los más solventes o con parientes en el exterior que con regularidad les envían dólares, se dan el lujo, esporádicamente, de tomar cerveza enlatada de cierta calidad y asistir a discotecas de moda como La Macumba -diez dólares por persona, al oeste de La Habana. Otros con moneda dura suelen ir al Jazz Cafe donde descarga lo más selecto del patio. O a La Zorra y el Cuervo, en el corazón de la calle 23, en La Rampa, donde también se toca jazz del bueno.

Pero lo habitual es que la negrada concurra a bailes populares. Y producto de los efectos del alcohol y la marihuana, provoquen riñas y hagan el amor en cualquier recodo. Cuando en La Habana se anuncia un bailable amenizado por una orquesta famosa, el vecindario quiere irse a la luna. “Cuando en la Plaza Roja de la Vibora dan un bailable, lo que forman los negros es de ampanga”, dice Alba, mulata, 60.

Ese proceder incivilizado de ciertos negros después del jolgorio les ha ganado el mote de “problemáticos”. Para contenerlos y tratar de que la noche transcurra con los menos incidentes posibles, una gran cantidad de policías es destinada a cada bailable. Pero ni así logran controlar los desórdenes. El sociólogo Carlos Pérez cree que estas fiestas callejeras “son una válvula de escape que sirve para mostrar de forma a veces violenta, la indiferencia y dejadez de la sociedad hacia ellos”.

El racismo en Cuba no es explícito. Es algo que sutilmente se trasmite de generación en generación. Es como decir ¡cuidao con los negros! Si no, ¿cómo entender que a edades tempranas se den manifestaciones de racismo? Carmen, 31, es madre de una niña negra de 7 años y varias veces su hija se ha quejado -primero en el círculo infantil y después en la escuela- de que compañeritos le han llamado marrona, negritilla o piojosa. En la cuadra donde Carmen vive, un niño al enfadarse le gritó a su hija “negra de mierda”. La madre se pregunta si eso es normal.

La respuesta pudiera darla Luisa, 50 años, maestra. “Cuando niños blancos se fajan entre sí, los insultos jamás tienen como mira el color. Pero cuando uno de los dos es negro o mestizo, los ataques son raciales. Puede que sea una reacción inconsciente, fruto de lo que ve y oye en sus casas. En el ambiente familiar de muchos niños blancos es habitual, delante de ellos, escuchar burlas y chistes sobre los negros y hasta insinuaciones de que no juegen o tengan cuidado con los prietecitos. Para mí es un fenómeno heredado de padres y abuelos”, explica.

Estas situaciones raciales entre niños pudieran no ser graves. Pero tiende a acrecentarse. Y lo peor es que para el Estado y la prensa oficial son inexistentes. Una experiencia a la inversa tuvo Herminia, 42 años, ama de casa. Tanto en la primaria como en la secundaria su única hija, blanca y rubia, se ha quejado de haberse sentido maltratada y discriminada por niñas negras y mulatas, que han sido mayoría en las aulas de los dos niveles de enseñanza.

“Mi hija ha tenido que ponerse dura y hacerse valer, porque las negritas la tenían cogida con ella y contínuamente la llamaban blanquita equivocada”. Herminia no lo expresa, pero en el fondo, más que una discriminación por el color de la piel, lo que hay es un contraste económico: casi todas las negritas y mulaticas van a la escuela con tenis e implementos escolares modestos, por no decir viejos y fuera de moda, en tanto su hija, blanquita, hacia alarde de su calzado de primera y de su mochila de marca.

Mientras la niñez blanca crece jugando con sus iguales negros o mestizos, a veces en paz, a veces con violencia, donde realmente se puede afirmar que ha disminuido el racismo en Cuba es a la hora del sexo. Entiéndase sexo, no matrimonio.

A 42 hombres blancos se le preguntó la posibilidad de acostarse con una negra o mestiza y todos contestaron que sí, porque eran “apetitosas”, incluso los 42, en edades comprendidas entre los 19 y 65 anos, reconocieron haber hecho más de una vez el amor con una oscurita.

Ahora bien, si se les habla de formalizar la relación, otro gallo cantaría. 30 aceptan ser novios de una negra, pero ¿casarse? “Habría que pensarlo. La familia, tu sabes”, responden. 12 aceptan tener sexo con negras y mulatas. ¿Y matrimonio? ¡Solavaya!

Entre mujeres blancas también existe prejuicio. De 27 entrevistadas, en edades de los 16 a 40 años, 17 dicen que pudieran acostarse con mulatos o negritos no tan prietos. Incluso confiesan que aceptarían tener una relación formal y hasta casarse. “Siempre y cuando no sea demasiado negro”. Al parecer, a los retintos no los quieren.

Las otras 10 encuestadas juraron -como si en ello les fuese la vida- que jamás se habían acostado con un negro y ni siquiera han pensado en esa posibilidad, aunque afirman no tener nada en contra de ellos. “Quizá de amigo” es lo máximo que aceptarían. De estas 10 mujeres, 6 expresaron que habían tenido fantasías sexuales donde siempre un negro las penetraba. Pero sólo eran fantasías.

La etnóloga Mariana reconoce que al hombre no le importa mucho la raza de la mujer a la hora de ir a la cama. “Ya después, para formalizar la unión y construir una familia, el hombre blanco suele ser más conservador que la mujer de su misma raza. En esto influye la educación familiar. Es frecuente una pareja blanca con hijos y el marido tiene queridas negras o mulatas”, aclara.

En su opinión, “la mujer blanca es más escrupulosa cuando de relación sexual con un negro se trata. Hay de todo. Desde el tabú de que maltratan a sus parejas, tienen penes enormes y tendrían niños con ‘el pelo malo’, hasta el criterio de que desprenden olores desagradables. Ahora bien, si se deciden a la relación, pueden llegar al matrimonio. Se ven más uniones de blancas con negros o mestizos que de blancos con mujeres de piel oscura. Si existen cifras oficiales al respecto, las desconozco”. Y concluye; “Es hasta risible. Cuando una blanca está con un mulato, no lo considera negro”.

¿Futuro negro? A pesar de ser Cuba una nación con un alto porcentaje de negros y mestizos, la realidad no repercute en el actual estado de cosas. Está por ver cómo será el futuro de los negros en los años venideros. Ya se sabe que cuando termine la dinastía de los Castro y Cuba tome un rumbo democrático se logrará un crecimiento económico y un nivel de vida superior. Más tarde o más temprano, pero acontecerá.

Lo que es un quebradero de cabeza es pronosticar cuál será el papel de esa población mayoritariamente mestiza y negra. Hasta la fecha, por lo visto, puede que sea nulo. El sociólogo Carlos piensa que seguirán engrosando las prisiones y seguirán siendo la escoria de la sociedad por muchos años más.

La etnóloga Mariana es más optimista. Ella prefiere tomar como modelo a Estados Unidos, “con problemas de segregación racial más radicales que los nuestros. Y los han superado en cerca de treinta años. Creo que en Cuba, con un trabajo intensivo en todas las esferas, la sensibilidad y alcance los medios e iguales posibilidades reales para todos, a la vuelta de seis, siete años, diez a lo sumo, habremos abolido casi todas las barreras. Aunque en el país subsisten prejuicios raciales que pudieran llegar a ser serios, por idiosincrasia los cubanos no son racistas”.

Mayelín, 19 años, estudiante universitaria, ve el futuro con buenos ojos. “Habrá modelos como Naomi Campbell, presentadoras como Oprah Winfrey y políticas como Condoleezza Rice. Los negros no descollarán solo en el deporte y la música. Serán relevantes también en el arte y la cultura y entre la intelectualidad. A fin de cuentas, es lógico que así sea. ¿No somos mayoría?, afirma con una sonrisa.

Pero para José, el “coronel” de San Leopoldo, “por los siglos de los siglos el negro siempre será despreciado y preterido”. Asegura haberlo vivido cuando fue usado como carnada en el intento de llevar la revolución a Africa. Su experiencia y su mentalidad no le permiten concebir que un día las cosas pudieran cambiar.

Otros muchos negros y mulatos cubanos seguirán intentando romper el estigma que desde hace milenios les persigue: sentirse prisioneros de su raza.

Texto y foto: Iván García
Con el título Prisioneros de su raza, este trabajo fue publicado por vez primera en septiembre de 2003, en la web de la Sociedad Interamericana de Prensa.

miércoles, 14 de mayo de 2014

El negro, en el sótano (I)



A pesar de ser Cuba una isla mestiza, en la escala social el negro siempre ha permanecido en el sótano. Sin aparentes contradicciones raciales y una política institucional donde oficialmente el negro es igual al blanco, muchos se preguntan por qué viven peor y entre ellos hay mayor número de marginales, presos y fracasados. El triunfo para el negro roza con la quimera.

Nadie en Cuba se atreve a debatir acerca del peliagudo tema y las condiciones de vida del negro. Excepto Fidel Castro. Públicamente lo ha planteado en contadas ocasiones. Una de ellas fue el 22 de marzo de 1959. Entonces llamó a un debate nacional y pidió a periodistas e intelectuales su participación en el análisis de las causas del racismo.

El 7 de febrero de 2003, cuarenta y cuatro años después, Castro abordó nuevamente el tema negro. Lo hizo durante la clausura de un congreso de pedagogía. Esta vez no pidió debatirlo. Lo mencionó y reconoció. Es algo.

Puede que al igual que ha ocurrido con los casos de retraso mental y niños bajos de peso y talla, equipos multidisciplinarios de especialistas de todo el país tengan la encomienda de estudiar la situación de los negros en Cuba. Ojalá.

En la barriada mayoritariamente negra y pobre de San Leopoldo, en el centro de La Habana, a José, 70 años, aún le llaman “el coronel”. Negro color teléfono, de sus ancestros haitianos aún conserva el idioma francés y las interioridades de la religión vodú. Con siete décadas a cuestas, todavía posee el porte marcial de los que alguna vez fueron militares. Su pelo canoso, sus manos enormes y callosas y su rostro ajado y triste denotan que fue un hombre de trabajo y que en este siglo de internet y globalización es un frustrado. Al menos así él lo cree.

Su historia es la de muchos cubanos que se consagraron a la revolución de Fidel Castro. Antes, en la década 1940-50, cortó caña como si fuese un esclavo. Laboró en casi todos los ingenios del centro y oriente del país: Violeta, Tuinucú, Jaronú, Tinguaro… “Fui a la escuela hasta el segundo grado y mi futuro era la mocha y el trabajo duro”, recuerda mientras se quita y estruja con las manos una gastada gorra de béisbol de los Marlins de la Florida.

En la revolución de 1959 vio José una esperanza, una posibilidad de ser persona. “Arribé a La Habana en febrero del 61. Me hice miliciano. Luego ingresé en las fuerzas armadas, de donde me licencié con grado de teniente coronel”. Estuvo en todas las aventuras militares de Castro por Africa: Argelia, El Congo, Etiopía y, por supuesto, Angola. Fue uno de los cientos de miles de negros y mulatos a quienes el gobierno cubano, aprovechándose de su raza, utilizó como punta de lanza en las guerras africanas.

“No peleaba por un ideal. Apenas conocía y no me interesaba la situación de los países africanos. Lo hice por lealtad a Fidel. En ese momentos éramos jóvenes e inmaduros y creíamos que era una revolución para los negros. Ya no pienso igual. Creo que fuimos conejitos de indias”, dice con amargura contenida.

Si damos crédito al escritor Norberto Fuentes, el general Arnaldo Ochoa habría dicho que dos de los mejores exponentes en las fuerzas armadas, Víctor Dreke y Silvino Colàs, negros los dos, llegaron a ser generales por circunstancias, no por méritos.

José siente que es un perdedor. Tiene cuatro hijos y ninguno siguió su mismo camino revolucionario. “La hembra fue prostituta, pero tuvo suerte. Se casó y ahora vive en Europa. De los otros tres, varones, dos están en Miami y el menor preso, por un delito de robo con fuerza. Para ellos Fidel Castro es el demonio. En un momento pensé que se habían deformado debido a que apenas tuve tiempo para estar a su lado. Ahora, próximo a la muerte, con pena tengo que confesar que pienso igual que mis hijos”. Y mira resignado al cielo.

La situación del negro y del mestizo en Cuba aparentemente no es un problema. Pero lo es. Desde que en la isla se abolió la esclavitud, en el lejano 1886, el negro no ha avanzado en la pirámide social como debiera. A partir de la instauración de la república, el 20 de mayo de 1902, ha existido un amplio abanico de variantes racistas. Desde la más sutil hasta la más abierta.

Parques, escuelas y clubes sólo para blancos hubo en esa época. En respuesta, los negros se aglutinaron y crearon sociedades, colegios y sectas religiosas. Se trataban unos a otros, pero se sabían diferentes. En la década de 1940 a 1950 se produjeron notables avances sociales, pese a la discriminación. Con la llegada de Castro al poder se pensó que esas barreras desaparecerían. Al aliarse muy pronto al comunismo ruso, esa idea creció entre la gente negra.

Si en algunos partidos los negros eran líderes era en el de los viejos comunistas. El Partido Socialista Popular (PSP), estaba dirigido por un mulato oriental, Blas Roca. Varios de sus políticos más destacados eran negros o mulatos: Jesús Menéndez, dirigente de los azucareros, asesinado en 1948; Aracelio Iglesias, portavoz de los obreros portuarios, tambien asesinado; Lázaro Peña, líder sindical; Salvador García Agüero, pedagogo, considerado uno de los más grandes oradores cubanos o el poeta Nicolás Guillén, un camagüeyano que se afilió al PSP.

Más que débil, Blas Roca fue cobarde y entreguista en su política después de 1959. Sin concesiones entregó el mando de su partido a Fidel Castro y éste lo diluyó y fragmentó a su manera. Si alguna fuerza política hubiera podido clamar con énfasis por el problema de los negros en Cuba, ése hubiera sido el PSP. Porque en sus filas militaban prestigiosos intelectuales negros y blancos de avanzadas ideas que estaban lejos de ser racistas. Pero bajaron la cabeza. Y a pesar de que Castro y su revolución han intentado eliminar barreras, la situación del negro sigue siendo un polvorín.

Hasta donde se sabe, Castro no es racista. Pero al igual que un cosmonauta está alejado de la tierra, él lo ha estado de la realidad: siempre ha desconocido lo muy distinta que es la vida del negro cubano. Peca de ingenuo –aunque en su discurso del 7 de febrero del 2003 mostró preocupación, probablemente motivado por el alto porcentaje de población negra y mestiza que arrojó el Censo de 2002.

Son situaciones pequeñas, contradictorias, sutiles que se han ido acumulando con los años y en este tercer milenio se han convertido en una caja de Pandora. Y aquí estamos. En esta Habana descolorida y mulata, bullanguera y sucia, donde negros, mestizos y blancos caminan rápido, montan en las mismas guaguas y hablan entre sí.

Pero existen barreras. ¿Humanas? ¿Mentales? Tal vez las dos. El sociólogo Carlos, 29 años, cree que el negro no triunfa como debiera en Cuba porque su camino está lleno de piedras. “Estudié en la Vocacional Lenin, una escuela elitista. Éramos unos 900 estudiantes y los negros y mestizos no superábamos el centenar. Siempre me pregunté ¿por qué?” -y aprovecha para encender un cigarro.

“Luego, al graduarme en la universidad, inicié una investigación personal. La respuesta es simple: esta es una revolución de blancos, con unos pocos negros y mulatos. Cuando hay algún negro como Esteban Lazo, es una respuesta política, una evidente manipulación”, afirma.

Según el sociólogo, aunque las estadísticas oficiales reportan lo contrario, él calcula que el 50 por ciento o más de la población cubana es negra o mestiza, pero esta superioridad no se revierte en puestos de importancia social. “El 90 por ciento de los ministros, gerentes de empresas e intelectuales destacados, son blancos. Entre las carreras donde existe un mayor número de negros y mulatos es en medicina y derecho, por aquello de que el papá pobre e iletrado siempre soñó que su hijo fuera abogado o doctor”.

Para Carlos, Cuba no es una sociedad racista, pero cohabitan dos mundos que se saben diferentes: uno blanco y otro negro. Si lo dudan, pregúntenle a Roberto, 36 años, quien por segunda casa ha tenido la prisión. Sólo tiene sexto grado, escribe con una letra de rasgos infantiles y lee con desesperante calma. Es sinónimo de vida hueca e inútil.

Desde los 14 años, Roberto ha vivido de prisión en prisión. No culpa a nadie. Ni siquiera a sus padres, quienes se marcharon en 1980, cuando la estampida del Mariel y nunca más supo de ellos. “Sólo sé robar, estafar y estar mezclado en riñas. Me crió una abuela que no tenía un centavo. Cuando crecí y me vi miserablemente vestido, sin dinero, sin novia y sin un futuro, me apropié de las cosas por la fuerza”.

El futuro, dice, es una mala palabra. Vive el presente. Y de prisa. Si algo provechoso ha sacado de la cárcel han sido los ejercicios físicos. Es todo músculo. Y lo aprovecha para sus fechorías. Entre los 14 y 36 años, en diferentes períodos, ha permanecido diecisiete años tras las rejas. “Nunca me cuestiono por qué los negros estamos marcados por la desgracia. Es evidente que no tenemos la suerte de los blancos”, dice con rabia.

Vive de su marginalidad, programando asaltos, apostando, jugando cartas y silot, juegos prohibidos por el gobierno. Anda con prostitutas, gastando el dinero fácil a manos llenas. Cuando le pesca la policía y va a prisión, allí se desenvuelve con habilidad. Es su vieja morada. La promiscuidad, la violencia y la forma de sobrevivir en las infernales cárceles cubanas, Roberto las conoce a la perfección.

De acuerdo con la comisión de derechos humanos presidida por el disidente Elizardo Sánchez, en Cuba hay más de 100 mil presos comunes. Si damos credito al porcentaje dado por Castro en un discurso ante estudiantes de prevención social, de que el 88 por ciento de los presos son negros o mestizos, la cifra de reos de esas razas sería aproximadamente de 88 mil. Ocho veces mayor qur la de los blancos. Y van a la prisión por motivos diferentes. El negro y el mestizo van por intentar sobrevivir en las duras condiciones de la vida cubana.

Aunque de ningún modo se justifica que roben para comer, vestirse, lucir prendas, tener dinero, acostarse con mujeres blancas, poder comprar autos o motos, ir a discotecas, clubes, restaurantes, cabarets como Tropicana y, en general, llegar a ser una “persona solvente”, ésas fueron las respuestas dadas por medio centenar de negros y mestizos encuestados, todos marginales y desocupados.

Con ese fin, provocan los robos más violentos, los asaltos mas sonados y los asesinatos mas aberrantes cometidos en el país por cubanos que en la mayoría de los casos son descendientes de africanos o mezclados con éstos.

El delito de los blancos, según el sociólogo Carlos Pérez, suele ser de otro tipo: matarifes (robar y matar reses), desvío de recursos, estafa, corrupción y un sin número de delitos de cuello blanco. “Son tipificaciones distintas. El negro roba para vivir lo mejor posible. El blanco para tener aún más y enriquecerse. Hasta en la prisioón se notan las diferencias. Son distintos”, asegura.

Es cierto que las fechorías mas deleznables suelen cometerlas los negros. Rara vez ellos son gerentes ni dirigentes de instalaciones donde se mueven grandes sumas de dinero, ya sea en pesos o en divisas. Por lo tanto, sus robos casi siempre son de corte violento.

Una fuente consultada que prefirió el anonimato, manifestó que alrededor del 93 por ciento de todos los que manejan recursos y administran empresas pertenecen a la raza blanca. Los pocos negros con jerarquía de mando se han impuesto por su exagerada lealtad a Castro. En muy pocas ocasiones por su excepcional talento.

Es el caso de Joel Diago, 39, negro de incipiente calvicie que dirige una cafetería perteneciente a una cadena de dulcerías y panaderías de estilo francés en la ciudad de La Habana. Diago ha pasado cursos diversos de gerencia empresarial, gestión comercial y marketing. Siempre fue el primero de su grupo. Dirige de forma eficiente y moderna, pero despierta resquemor y desconfianza.

De diecisiete subordinados, quince son blancos. A menudo ellos critican con furia el modo de administrar de su jefe. Existe descontento. “Lo sé. Es problema de mentalidad. A los blancos en Cuba, por lo general, no les gusta que los mande un negro. No hay costumbre. Cuando le pones una sanción o les cierra el contrato de trabajo por mal desempeño, lo achacan a la circunstancia racial. Murmuran que ‘el prieto la tenía cogida con el blanquito’. Al menos yo no soy así, sanciono lo malo y estimulo lo bueno. Lo que sucede es que la mayoría de los empleados aquí son blancos”, señala Diago en su refrigerada oficina, impecablemente vestido con una camisa blanca de mangas cortas y una corbata azul grana.

René Suárez, 27, blanco, exjefe de almacén que trabajó con Diago y le cerraron el contrato por descontroles evidentes, considera que lo peor que le puede suceder a un blanco es que un negro sea su jefe. “No por racismo. Tengo amigos negros, pero cuando mandan, abusan del poder y son implacables. Se les nota en los ojos. Están a la caza de cogerte un fallo para botarte. Sólo dios y yo sabemos lo que es tener un jefe negro. Por suerte en Cuba hay pocos”, se consuela Suárez.

Un gerente que no quiso dar su nombre, al frente de un centro nocturno de moda en La Habana, es más drástico. “ Cuando tienen un cargo, los negros -incluye a los mestizos- son rencorosos. Al parecer los siglos de esclavitud pretenden desquitárselos con el primer blanco que les pasa por al lado. Debemos reconocer que desde que el mundo es mundo, el blanco se ha impuesto al negro. A mi entender, somos más capaces e inteligentes. Si no ¿cómo responder al hecho de que el negro surgió primero y sin embargo, el blanco se impuso en el mundo civilizado? A mí no me cabe duda, somos mejores”, sentencia el gerente.

No piensan igual los científicos de varios países que concluyeron que el mapa del genoma humano y declararon estar convencidos de que todos los seres humanos son iguales y que las diferencias que puedan existir no son raciales, sino políticas y sociales. Pero también cada persona es libre de pensar como le venga en gana. Ese derecho lo hace suyo el gerente habanero.

En Cuba, los casos de abuso racial, físico, verbal o público estan prohibidos por la ley. Lo que no se ha podido legislar son las formas variadas de racismo en la mente de los hombres. Desde la más sutil, cuando irónicamente se llama a un negro “de color”, hasta la más abierta, como obstaculizar el ascenso de negros a puestos de relevancia.

Texto y foto: Iván García
Con el título Prisioneros de su raza, este trabajo fue publicado por vez primera en septiembre de 2003, en la web de la Sociedad Interamericana de Prensa.

Leer también: Entrevista a Carlos Jesús Menéndez, hijo de Jesús Menéndez, líder azucarero de la raza negra asesinado en Manzanillo el 22 de enero de 1948.

lunes, 12 de mayo de 2014

La caja de Pandora



Cuando Roberto, músico cubano, viaja en su confortable Audi de color azul, se siente un tipo pleno y realizado. Su piel es oscura como el petróleo. Pero gracias a su talento viaja por medio mundo y gana moneda dura.

Ha visitado famosas tiendas en Madrid y Nueva York. Cuando está en Cuba no escatima dinero.

Se aloja en algún hotel Meliá de Varadero y en las noches habaneras se va con su esposa a discotecas de moda, donde una botella de whisky Black Label, bien puede costar 100 cuc.

Puede darse ese lujo. También, sin mirar los precios, puede adquirir artículos en las tiendas del Centro Comercial Comodoro, Miramar. Su profesión de músico le ha permitido tener una casa bien amueblada y con aire acondicionado central.

Roberto triunfa en una de las escasas opciones que tienen los de su raza para sobresalir en Cuba: la música. O en el baile, pero sobre todo en el deporte: boxeo, atletismo y béisbol.

La mayoría de los negros en la isla viven en las peores casas y devengan los salarios más bajos. Son los que engordan las cifras de las prisiones. Y los que suelen cometer los delitos más aberrantes, como violaciones, robos con fuerza y asesinatos.

No es un problema creado por la revolución verde olivo. Desde que en 1886 se aboliera la esclavitud, el negro cubano no ascendió en la escala social en proporción con el porcentaje que ocupaba dentro de la población. Siempre hubo racismo implícito.

Y aunque la Constitución no hacía distinciones por el color de la piel a la hora de un ciudadano ocupar un cargo o estudiar una carrera universitaria, lo cierto es que los negros escasearon entre los políticos e intelectuales de la primera mitad del siglo XX.

Antes de 1959, los pocos que se destacaron fuera de las fronteras cubanas, como Kid Chocolate, Orestes Miñoso, Chano Pozo, Arsenio Rodríguez, Mario Bauzá o Bola de Nieve, brillaban con luz propia en el deporte o la música.

En los primeros años de la República -fundada el 20 de mayo de 1902- los hombres de negocios, generales o senadores, en su inmensa mayoría eran de la raza blanca.

Había lugares, como el parque de Santa Clara, donde los negros no podían caminar o sentarse en sitios destinados a blancos. En el resto del país existían clubes exclusivos para blancos, donde los negros eran camareros o limpiapisos.

En el Partido Socialista Popular, el color de la piel no importaba, sino el talento. Negros o mulatos eran Blas Roca, su secretario general, un mulato claro nacido en Manzanillo; los sindicalistas Lázaro Peña, Jesús Menéndez, Aracelio Iglesias, Sandalio Hernández y Juan Taquechel; el poeta Nicolás Guillén o Salvador García Agüero, uno de los más excelsos oradores que ha tenido Cuba.

Pero el 1 de enero de 1959, Fidel Castro llegó al poder. Hasta donde se sabe, Castro no es racista. Pero ha estado tan alejado de la problemática negra como un cosmonauta de la Tierra.

Entre focos guerrilleros en América Latina y África, planes descerebrados y el método de gobernar como si el país fuese un campamento militar, pensó que sólo con leyes se ponía freno a cualquier brote de diferencia racial.

El racismo en la actualidad es sutil. Pero existe.

Pregúntenle a Daniel, ex recluso, si él ha notado menos racismo y le dirá de manera que desde que nació, en el barrio marginal de San Leopoldo, en el centro de La Habana, a pesar de las consignas y la propaganda oficial, los negros tienen mínimas oportunidades para poder cambiar sus vidas.

Sara, socióloga, profundiza sobre el tema. “Siempre hubo sentimientos encontrados en materia racial. Aparte de clubes y parques solo para blancos, en algunas regiones, como la antigua provincia de Camagüey, las muestras de racismo eran abiertas. Después, con la revolución, al fenómeno no se le dio el tratamiento adecuado. Y en los puestos destacados, sean económicos o administrativos, son pocos los negros. Y los que están, no llegaron por su talento, sino por una evidente respuesta política de aumentar el número de negros y mestizos en cargos de dirección”.

Desde hace tiempo, el problema negro es una caja de pandora en Cuba. Cuando en agosto de 1994, cientos de personas se echaron a la calle para intentar emigrar a como diera lugar, se sucedieron actos de violencia y desórdenes que terminaron con residentes negros y mestizos de los barrios de San Leopoldo y Colón, apedreando vidrieras y robando en tiendas por divisas.

La mayoría de exiliados que pueden enviar dinero para que sus familias compren artículos electrodomésticos o puedan reparar sus deterioradas viviendas, son de la raza blanca.

Y aunque usted ve en las calles habaneras un gran número de parejas interraciales, en la Cuba profunda se mantienen prejuicios raciales en una parte considerable de la población. Y eso no se puede legislar. Ni erradicar con comisiones culturales dirigidas por el partido comunista.

Con la llegada a la Casa Blanca de Barack Obama, para muchos negros y mestizos cubanos se ha derribado la campaña desinformativa de la prensa oficial, que durante años ha ignorado los avances en ese campo en los vecinos del Norte, a pesar de la fuerte tendencia aislacionista y racista de un sector poderoso de los Estados Unidos.

A pesar de que en Cuba nunca ha habido leyes racistas, como sí aconteció en los Estados Unidos, el negro es casi invisible en los puestos de relevancia dentro de la política y la economía.

Mientras llega el momento de que la situación cambie, Roberto sabe que es un privilegiado, al pertenecer a una casta exclusiva y minoritaria de negros que triunfan en la música o el deporte.

En vez de entrar en cuestionamientos, prefiere tomarse una cerveza Bucanero. Disfrutar de su reluciente coche Audi, su reloj Cartier y sus tenis Nike último modelo.

Aunque para él la vida es bella, desearía que una versión caribeña de Barack Obama algún día llegara al poder en Cuba.

Iván García
Versión de trabajo redactado en 2009.

viernes, 9 de mayo de 2014

Si ser disidente es malo, ser negro puede ser peor



Podría mencionar varios ejemplos. Pero me voy a concretar al de mi hijo, Iván García Quintero, quien entre 2008 y 2010 ha sido parado, registrado y hasta detenido por la policía. Al parecer, más por pertenecer a la raza negra que por ser periodista independiente.

En octubre de 2008, luego de ser esposado e introducido en una patrulla policial, permaneció once horas en un calabozo. Relató lo ocurrido en Estado de sitio.

En junio de 2010, en Ser negro en Cuba, contó uno de esos registros a cubanos negros y mestizos sin decir que fue uno de los protagonistas.

Cuatro meses después, lo escribió en primera persona, en No tengo ni televisor y para la policía 'soy un sujeto con alto nivel de vida'.

A estos incidentes, hay que sumar la citación y entrevista con oficiales de la Contrainteligencia Militar y el Departamento de Seguridad del Estado, el lunes 9 de agosto de 2010.

En Cuba, de cada 10 hombres que la policía manda a parar, pide identificación y registra en la vía pública, por lo menos 8 son negros o mulatos.

Esas arbitrariedades tal vez son "justificadas" por esta realidad: el porcentaje de delincuentes entre los negros es más alto que entre los blancos.

A pesar de no publicarse datos oficiales al respecto, se calcula que el 80 por ciento o más de la población penal -estimada en más de 100 mil reos- pertenecen a la etnia negra o mestiza.

Claro, también los negros suelen vivir mucho peor que los blancos y tienen menos oportunidades. Siguen destacándose en lo de siempre: música, deportes, santería, jineterismo...

En los altos cargos políticos y estatales son pocos los negros. En la disidencia y el periodismo independiente, han aumentado, pero no demasiado.

Entre los blogueros son minoría. Excepcionalmente, los opositores negros y mulatos aparecen en las listas de los millones de dólares que los americanos destinan para 'ayudar a la democracia' en la isla.

No todas los núcleos familiares donde la mayoría de sus miembros son negros o mulatos, son problemáticos. Algunos han sido un modelo a seguir.

Es el caso de los Pérez-López, la familia de Marco Antonio, el administrador de este blog. Hijo de un obrero y de una ama de casa, mestizos los dos, sus dos hermanos y él terminaron carreras universitarias y desde adolescentes aprendieron el inglés.

Igual que la familia de Marco Antonio, la mía, además de ser también mestizos, éramos pobres. Pero honestos. Puntualmente se pagaba el alquiler y la luz, y se guardaban los comprobantes (en los 35 años que vivimos en El Cerro cocinábamos con carbón y el agua entonces no había que pagarla).

Volviendo al presente. Si supuestamente la policía no tiene "tarjeteado" a Iván como disidente, ¿por qué lo paran y registran en la calle? Mientras no me convenzan de lo contrario, digo que es por el color de su piel.

Tania Quintero
Versión de un trabajo publicado en 2010 en el blog Desde La Habana.