viernes, 27 de junio de 2014

La canasta del cubano



El informe divulgado en 1997 por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), realizado en 78 países en desarrollo, ubica a Cuba en segundo lugar con un índice de pobreza de 5.1, detrás de Trinidad y Tobago (4.1), y antes que Chile (5.4).

El nuevo índice de la ONU mide la pobreza no por el ingreso, sino por la brevedad de la vida (población que muere antes de los 40 años); analfabetismo en adultos y falta de acceso a servicios básicos de salud, agua potable y una nutrición razonable.

Tampoco para la CEPAL (Comisión Económica para América Latina), Cuba clasifica entre los países empobrecidos pues a la inmensa mayoría de los cubanos les alcanza el dinero para comprar los productos correspondientes a la "canasta básica", y una buena parte, además, dispone de dos y hasta más veces el equivalente de esa cantidad.

La cuestión radica en que el concepto de "canasta básica" en la isla se limita a la distribución mensual per cápita que hace el Estado de acuerdo a una libreta de racionamiento establecida en 1962 y que en 1997 (fecha de redacción de este trabajo) consistía en 6 libras de arroz por persona al mes, 3 libras de azúcar blanca, 3 libras de azúcar prieta, 2 paqueticos de 2 onzas de café mezclado con chicharos (la distribución es quincenal), 3/4 libra de sal, 20 onzas de granos (chícharos, frijoles negros o colorados), 7 huevos mensuales, 2 libras de pescado (jurel, merluza o macarela, una libra cada 15 días), 3/4 libra de picadillo o embutido de soya, un mes sí y otro no.

En 1997, carne de res o de pollo daban tres o cuatro veces al año para toda la población, 3/4 libra por persona. Para niños de 0 a 13 embarazadas, y algunas dietas médicas (cáncer, por ejemplo), mensualmente se distribuía una libra de carne de res o de pollo per cápita. Para niños menores de 7 años, un litro de leche de vaca, un día si y otro no. En los casos de niños no tolerantes a ese tipo de leche, se les sustituye por leche evaporada. Embarazadas, diabéticos y otros enfermos, todos los meses tienen derecho a adquirir un kilogramo de leche en polvo. Para los ancianos mayores de 65 años, un kilogramo de Cerelac, cereal a base soya.

En el caso de un núcleo familiar compuesto por un anciano enfermo de cáncer, una mujer embarazada, un esposo diabético y un niño de dos años, la canasta básica costaría alrededor de 50 pesos, incluyendo las 14 laticas de compota de frutas asignada a menores de 3 años. No se incluye el Cerelac al canceroso, por tener derecho a una dieta de leche en polvo.

A esa cifra habría que añadir unos 20 pesos más, porque hay artículos como aceite, jabón de tocador y de lavar, detergente líquido, pasta dental, especies, harina de maíz, galletas y espaguetis, entre otros, cuya distribución es dos o tres veces al año. Esos "extras" se completan con las viandas y frutas que vienen al mercado agrícola estatal fundamentalmente papa, plátano burro y cítricos (toronjas, naranjas, limones, mandarinas).

O sea, que una familia de cuatro personas con esas características necesitaría entre 70 y 80 pesos mensuales para adquirir la "canasta básica" por la libreta de racionamiento, vigente desde 1962. Si cogemos como base 80 pesos por 4 consumidores, el valor de la canasta básica para un cubano es de 20 pesos. Barata, ¿no es cierto?

Sin embargo, los números esconden otra realidad: para sobrevivir en Cuba hay que acudir a tres mercados paralelos: al agropecuario, al negro y al de dólares. Oficializado en octubre de 1996, el mercado campesino o agropecuario es una mescolanza de estatales con particulares y un limón puede costar un peso y una libra de carne de cerdo, la más consumida por la población, 25 pesos.

Si una persona que trabaja y depende de su salario de 200 pesos y un domingo quiere almorzar arroz blanco, frijoles negros, bistec de puerco, plátanos maduros fritos, ensalada de pepinos y coctel de frutas, deberá disponer como mínimo de 80 pesos.

Una libra de arroz, "por la libre" vale de 4 a 5 pesos; una libra de frijoles negros, de 7 a 8 pesos; 25 pesos la libra de puerco; 3 pesos un plátano vianda; 1 peso un pepino; 5 pesos una piña, 9 pesos una fruta bomba pequeña; 1 peso un plátano fruta (tipo Johnson); 1 peso una naranja dulce; 2 pesos un mango y 1 peso un limón o una naranja agria (para adobar el bistec). Si no tiene ajo en la casa, tendrá que comprar una cabeza (un peso) y para freír el plátano debe disponer de 20 a 25 pesos para una botella (1/2 litro) de manteca de cerdo.

Esa cantidad, 80 pesos (menos de 4 dólares) es casi la mitad no solo del salario de la persona que quiso preparar un almuerzo dominical distinto, sino de la mayoría de empleados y personal calificado y de enfermeras recién graduados de una carrera universitaria, que en los dos años estipulados para hacer servicio social, devengan 200 pesos mensuales.

Si nuestro imaginario comensal después del criollo menú quisiera colar café, tendrá que acudir al mercado negro. Y por un sobre de celofán con 4 onzas de café mezclado, que por la libreta cuesta 0.24 centavos, pagar 10 pesos (en la capital, en el interior se consigue por menos).

Aunque no hay cifras oficiales, sin temor a equivocación se puede decir que 8 de 10 cubanos "resuelven" una de las tres alimentaciones diarias (pocos se pueden dar hoy el lujo de desayunar, almorzar y comer), se visten y calzan, arreglan su casa y prácticamente se abastecen de cualquier cosa que necesiten, con mercancías provenientes de la economía sumergida.

La probabilidad de delinquir es grande: del robo y desvío de almacenes estatales procede la mayor parte de la economía underground. Pero como la necesidad hace parir hijos machos, nadie con dinero en el bolsillo se acostará con hambre, andará descalzo o se bañará con agua sin jabón. Desde que se implantó la libreta de racionamiento (y con la cual nadie puede subsistir), la "bolsa negra" no ha podido ser eliminada. Por el contrario, ha crecido en la misma medida en que la escasez ha aumentado.

El otro mercado obligatorio son las tiendas recaudadoras de divisas, las llamadas "shoppings", donde por dólares o 'fulas', como popularmente le dicen, se encuentra casi de todo: desde manzanas chilenas hasta refrigeradores surcoreanos. Se calcula que en Cuba unos 3,5 millones de habitantes reciben dólares de familiares y amigos residentes en Estados Unidos y otros países.

Según un informe de la CEPAL divulgado en septiembre de 1997, solamente en 1996 la comunidad de cubanos residentes en la Florida envió a sus familiares cerca de 800 millones de dólares, casi tanto como los ingresos provenientes del turismo (mil 200 millones), y el triple de lo aportado por cada zafra azucarera (menos de 300 millones de dólares).

A esos datos hay que sumar que a partir de la despenalización del dólar, en 1993, desde junio de 1995 en la isla funciona una red de casas de cambio (Cadecas) a las que tiene acceso la población. Actualmente con 23 pesos usted puede comprar o vender un dólar. Casi las tres cuartas partes de la población tiene acceso al dólar, aunque para algunos el estimado no pasa del 40 por ciento.

Errado o no, lo real es que no es lo mismo un billete de 100 dólares en Cuba que en Miami. Aquí un kilogramo de posta de pollo, muslo y contramuslo, en una tienda de la corporación Cubalse cuesta 3 dólares y 3.30 dólares en una de Habanaguanex.

Con los precios actuales, 100 dólares alcanza para comer un mes una familia de cuatro personas, donde no haya niños y siempre y cuando no se hagan gastos superfluos (cigarros, bebidas), se preparen cenas modestas, y además de artículos imprescindibles para la higiene personal (desodorante, champú, etc.), no tenga que invertir en ropa ni calzado. Y mucho menos en medicinas en una farmacia internacional: entonces no cuadra la caja con el billet..

Pero el problema no es ése, si no ¿cómo se las arreglan los que no tienen acceso al dólar, sea la mitad, la cuarta o la tercera parte de la población?

Varios entrevistados respondieron con un verbo: INVENTANDO, gerundio que en buen cubano significa que cuando se acabe el salario o la pensión, lo que suele ocurrir a las dos semanas o antes, tienes que vender bienes personales, alquilar tu fuerza de trabajo (o el cuerpo si aún se puede) o hacer sustracciones del centro de trabajo (los obreros y empleados son los que más posibilidades tienen de que "se les peguen" cosas). Si se labora en el comercio y la gastronomía estatal, robarle en el peso a los consumidores.

Con relación a los índices tenidos en cuenta por el PNUD, mencionado al inicio de este trabajo, 23 personas encuestadas coincidieron en que tampoco en Cuba pueden tomarse como ciertos los parámetros del servicio básico de salud, agua potable y nutrición reportados por el gobierno, porque en la práctica "el mambo se baila distinto": Existen médicos, hospitales y es real la baja mortalidad infantil, pero la infraestructura sanitaria es pésima y unos pocos son los pobladores que pueden vanagloriarse de tener agua en la pila todo el día.

Una señora ya jubilada que dijo no saber qué era la CEPAL, sugirió que esta organización lo mejor que podría hacer es viajar a Cuba y, sobre el terreno, determinar los índices de pobreza. "Y no basarse en parámetros fríos, porque los productos que cada mes recibimos caben y sobran en una canasta".

Tania Quintero
Publicado el 8 de octubre de 1997 en Cubafreepress.
Nota.- Trece años después de redactado este trabajo, para más o menos comer en Cuba, había que desembolsar más dinero. Y en 2011, cien dólares apenas le alcanzaba a una familia de cuatro personas para alimentarse durante un mes.

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