viernes, 13 de junio de 2014

Los huevos de Fernando



Algunos “luchadores” han hecho como Fernando, que cuando decidió jubilarse, comenzó a pensar cómo incrementar su pensión sin buscarse problemas, porque estaba cansado de “resolver” para darle de comer a su familia.

Un día, al pasar por la tienda agropecuaria de Diez de Octubre y General Lee, vio que estaban vendiendo pollitos recién nacidos, y compró veinte para comenzar su cría. Había encontrado su negocito.

Fernando sabía que el gobierno vende el pienso por la libre a 3 pesos la libra. Para él la cría de aves no era nada nuevo: de niño, allá en Palmira, Cienfuegos, sus padres tenían un patio de gallinas y con sus hermanos vendían los huevos en la ciudad.

Pensó que así tendría garantizados los huevos para su autoconsumo e incluso podría vender los sobrantes por la calle. Estaba seguro de que no tendría problemas con la policía, pues tanto los animales como el pienso los había comprado al Estado.

Pero, el pobre, olvidó que estaba en Cuba. Hace unos días, andaba por la calle vendiendo huevos cuando un policía lo interceptó. Por mucho que el hombre trató de explicar que él no era un revendedor, el agente se lo llevó a la estación, donde le confiscaron la mercancía y le pusieron una multa. Le dijeron que vender huevos está prohibido para los particulares, que solamente el Estado puede hacerlo.

Fernando ya tiene cuarenta gallinas y una producción de 30 huevos diarios. A partir de aquel día, solo vende a escondidas en su casa.

El 2 de enero de 1965, en uno de sus largos discursos, Fidel Castro dijo: “La gran batalla de los huevos ha sido ganada. De ahora en adelante el pueblo podrá contar con 60 millones de huevos cada mes”. Con esta afirmación, demostraba su menosprecio por los cubanos: dada la población de entonces, esa cantidad en realidad representaba alrededor de 8 huevos al mes por persona.

Ese mismo año, Castro crearía el Instituto de Ciencia Animal, cuyo objetivo fundamental debía ser la búsqueda de mejores alternativas para la alimentación del ganado vacuno y las aves, objetivo que aún no se ha logrado 49 años después de creado el Instituto.

Antes de 1959, más del 85% de las fincas en Cuba se dedicaban a la cría de aves y a la venta de huevos. También era rara la familia campesina que no tuviera una pequeña cría, cuyos huevos constituían un producto de venta rápida.

En La Habana, Las Villas y Oriente había grandes centros productores de aves, por lo que la compra de huevos y animales vivos no era un problema para la población. Es a partir de la llegada del gobierno revolucionario, con la intervención de las fincas dedicadas a la cría, cuando comienza la escasez de este alimento.

Con el objetivo de incrementar la producción avícola, en 1976 fue creado el Instituto de Investigaciones Avícolas. Por cierto, según informes publicados por este organismo, en Cuba hay 10 millones de ponedoras, aunque todos nos preguntamos dónde están los huevos.

Actualmente, por la libreta de racionamiento venden solo 5 huevos al mes por persona, porque los 5 adicionales que costaban 90 centavos fueron excluidos de la venta regulada. A partir de entonces, los huevos prácticamente han desaparecido, y cuando se venden por la libre su precio es de 1,10 pesos.

La escasez de esta proteína de gran demanda en la población provoca grandes colas, no solo por su valor nutritivo, sino por ser la más barata que se consigue en Cuba. Los más afectados son los ancianos. En opinión de muchos, era preferible que les aumentaran 20 centavos, en lugar de eliminarlos de la libreta.

Texto y foto: Gladys Linares
Cubanet, 24 de marzo de 2014
Leer también: No hay huevos en La Habana y Se acabaron los huevos de oro.

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