lunes, 22 de septiembre de 2014

Sombras del deporte cubano



Me cuenta un viejo pelotero retirado, que a finales de los años 60, tras una paliza feroz propinada por los Industriales a una novena camagüeyana, un grupo de fanáticos abrió la jaula del león de un circo ambulante, que esperaba la conclusión del partido para comenzar su función.

“Aquello fue tremendo. La fiera, con el hambre que tenía le partía como toro al trapo rojo a todo lo que se moviera. Ni siquiera el domador pudo controlarlo. Solo el ejército y un escuadrón de bomberos pudieron reducirlo”, rememora el ex beisbolista.

Actualmente, no pocos partidos de la Serie Nacional en estadios de centrales azucareros suelen terminar en una batalla campal. En 1978, a los alumnos de la secundaria donde estudiaba nos enviaron a trabajar en el tabaco, en el municipio pinareño de San Luis.

Recuerdo el ambiente agresivo del público en el estadio de la localidad, los ojos enrojecidos por el alcohol, los machetes desenfundados y la bronca monumental de la afición por los estudiantes habaneros que apoyábamos a Industriales. Por suerte, la novena azul perdió.

Desde hace tiempo no es aconsejable asistir con la familia a los estadios. Por el pésimo transporte público. Y por las groserías e improperios que le gritan a los jugadores desde las gradas.

En la década de 1940-50, mis abuelos eran seguidores del Cienfuegos y cuando su club jugaba en el Stadium del Cerro, iban con mi madre, que no entendía de pelota, pero aprovechaba para comer papitas fritas y tomar Coca-Cola. Entonces, muchas familias pasaban la tarde del domingo viendo jugar béisbol.

Hoy, el viejo estadio del Cerro es un antro de apostadores que cuando pierden dinero insultan a los peloteros. La policía, bien gracias.

Lo ocurrido el 17 de febrero, cuando el jugador matancero Demis Valdés agredió con un bate al lanzador Freddy Asiel Álvarez y lesionó a Ramón Lunar, es uno entre numerosos brotes de violencia que ocurren en el panorama deportivo cubano.

Unos meses atrás, en un juego de la Liga Nacional de Baloncesto, los asistentes, inconformes con una decisión arbitral, comenzaron a tirar objetos al tabloncillo y varios espectadores intentaron agredir al árbitro. En la final entre Ciego de Ávila y Capitalinos un jugador habanero armó una reyerta colosal, tirando sillas hacia las gradas.

En el campeonato provincial de fútbol sala celebrado en la sala Kid Chocolate, frente al Capitolio, las riñas del público formaron parte del ‘espectáculo’. La mayoría de los estadios en Cuba se han convertido en auténticos bares. Los fanáticos llevan en sus bolsillos un ron llamado Planchao, envasado en una caja de cartón.

Los partidos que se juegan en el interior del país constituyen todo un acontecimiento para poblados y caseríos. El partido comunista local acondiciona el terreno y a la carrera le dan una mano de pintura al estadio. En las afueras del recinto parquean pipas de cerveza y ron a granel. “Hay que tener tremendos cojones para cantar una jugada en contra del equipo home club en un terreno municipal”, confiesa un árbitro.

Tampoco al espectáculo ayuda la poca seriedad y profesionalidad de algunos jugadores: fuman dentro del banco o en medio del partido están entretenidos pasando un SMS o escuchando música en su móvil.

He visto a peloteros vendiendo la merienda y el refresco que les dan. También pelotas. Es cierto que reciben pagos miserables, pero estar ofertando meriendas o pelotas a un peso convertible, como si fuesen vendedores ambulantes, deja un mal sabor de boca.

El colmo, contaba un comentarista deportivo de la COCO, es que en la última vuelta ciclística Camagüey-Habana, a un competidor le robaron su bicicleta. Valga aclarar que los ciclistas que no pertenecen a la selección nacional, deben adquirir las bicicletas de carrera de su bolsillo o, si tienen suerte, conseguir las de donaciones.

A no ser que usted esté desempleado, sea pariente de un jugador o un periodista que debe cubrir el evento, a muy pocos se les ocurre ir al antiguo estadio La Tropical, a ver un partido de fútbol de la temporada nacional. Amén del pésimo juego y un terreno que parece un patatal, en las gradas no encontrará más de cincuenta personas.

La realidad es que el deporte cubano ha dejado de ser un espectáculo atractivo para ser presenciado en familia.

Iván García
Foto: Público en el Estadio del Cerro antes de 1959. Tomada del blog Béisbol 007.

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