miércoles, 12 de noviembre de 2014

Nos estamos quedando sin cromos



Ahora mismo, en la temporada otoñal del béisbol en Cuba, todos se preguntan por qué los estadios están vacíos. El clásico entre Santiago de Cuba e Industriales, que antaño se jugaba con las gradas hasta la bandera, fue una versión descafeinada de aquellos encuentros a colmillo afilado donde la tensión flotaba en el terreno y las tribunas.

Olvídense de esos juegos calientes que daban las sensación de una autentica guerra civil deportiva. Les cuento que en el último clásico celebrado en el viejo estadio del Cerro, con capacidad para 55 mil fanáticos, asistieron menos de 6 mil espectadores.

Se pudiera pensar que la crisis económica estacionaria que se alarga por 25 años es una de las probables causas. O el caótico servicio de transporte urbano provoca que los fans prefieran ver el partido de béisbol apoltronado en el sofá de su casa.

No lo creo. No hay experiencia más exultante para aquellos chiflados por el deporte de la bola y los strike que estar tres horas y media sentados en las gradas hablando de béisbol, comparando estadísticas de peloteros de diferentes generaciones y previendo jugadas y estrategias para demostrar sus conocimientos profundos del deporte.

Más que ego es una especie de sedante. El ritmo lento y sabroso de un juego de pelota da para hacer amigos, charlar sobre las últimas noticias de lo que acontece en la MLB, y hasta ligar una chica de esas que obligan hacer silencio a su paso y asisten al estadio con la intención de jinetear algún pelotero de postín.

Pero la calidad de la pelota cubana, en franca caída libre, donde nadie sabe cuando tocará fondo, es el gran culpable de que la afición se aleje de los estadios.

Y lo peor es que ya se perdió una franja amplia de jóvenes entre 15 y 30 años que se gastan horas discutiendo del futbol europeo, el impresionante arranque goleador de CR7 o esperan con ansiedad el clásico Real Madrid-Barcelona el próximo sábado 25 de octubre, que no les gusta la pelota.

Otros, aquellos que no están para perder el tiempo viendo partidos francamente malos, con jugadores bisoños, managers conservadores y pitchers con herramientas de béisbol escolar, optan por seguir solo los juegos de la Gran Carpa y la actuación de jugadores cubanos.

Nos estamos quedando sin cromos. El desguace es considerable. Del equipo nacional al último Clásico Mundial, decidieron ser peloteros libres, ganar salarios de varios millones y administrar sus finanzas el 50% de esa novena.

Mire usted, José Dariel Abreu, Yasmani Tomás, José Miguel Fernández, Erisbel Arruebarrena y Andy Ibáñez, además del que debía ser el jardinero central, Rusney Castillo, castigado por intento de salida del país y los lanzadores Odrisamer Despaigne, Misael Siverio, Diosdanis Castillo y Raisel Iglesias hicieron mutis.

No se marcharon jugadores de bulto. No. Eran peloteros anclas, tipos que invitan asistir a los estadios a pesar de la billetera y la nevera vacía. Suponga usted que para la próxima temporada de la MLB, Miguel Cabrera, Mike Trout o Nelson Cruz abandonen sus equipos y se enrolen en la liga de Japón.

No se puede negar que hay jugadores con un plus para atraer a los fanáticos. La gente sigue equipos, pero también peloteros. A nadie, excepto un fan incorregible, le gusta ver una nomina repleta de novatos y que pierden más juegos de lo que ganan.

Y es lo que viene acontecido en el béisbol nacional. Las estrellas o los prospectos en ciernes brincaron el charco. Algo queda en el saco. Pitchers de calibre como Freddy Asiel Álvarez o Norge Luis Ruiz.

Bateadores especiales como Alexander Malleta, Rudy Reyes, Alexander Bell o Yosvani Peraza. Quizás para los scout lo más interesante es ver jugadores noveles o en pleno desarrollo que pintan para grande.

Tocando a la puerta del equipo nacional están Roel Santos, Luis Yander la O y Lourdes Gourriell Jr., segundo en jonrones con cuatro y colíder en impulsadas con 19.

Los tres con menos de 23 años. Hay otra camada que viene detrás en edades comprendidas entre los 17 y 21 años con buenas maneras. Pero aun deben madurar, corregir defectos técnicos y tener horas de vuelo.

A la ausencia de estrellas se debe sumar que los tres grandes, Alfredo Despaigne, Frederick Cepeda y Yulieski Gourriell, por su compromiso en la liga japonesa no se incorporaran a sus equipos hasta después del 24 de noviembre.

La pelota en la Isla es la más joven del mundo, con un promedio de edad de 24 años. Un poco en serio, un poco en broma, un aficionado comentaba en el estadio del Cerro que se ha convertido en una liga de desarrollo, sucursal de la MLB.

Si usted se da una vuelta por el Latinoamericano observará a muchos fanáticos hacer cábalas de hasta cuándo seguirán jugando en Cuba los talentos más prominentes.

La ausencia de grandes estrellas convierte a la mayoría de los partidos en un bostezo. Es una de las claves de por qué las gradas están vacías. No es problema de dinero. La entrada a los estadios en Cuba sigue costando el ridículo precio de un peso. O cinco centavos de dólar.

Iván García

Foto: José Dariel 'Pito' Abreu cuando vestía la camiseta de los Elefantes de Cienfuegos, su provincial natal. En 2013 abandonó la isla y hoy juega en Grandes Ligas, con los Medias Blancas de Chicago. Tomada de Cubanet.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Los comentarios en este blog están supervisados. No por censura, sino para impedir ofensas e insultos, que lamentablemente muchas personas se consideran con "derecho" a proferir a partir de un concepto equivocado de "libertad de expresión". También para eliminar publicidad no relacionada con los artículos del blog. Por ello los comentarios pueden demorar algunas horas en aparecer en el blog.