miércoles, 10 de diciembre de 2014

Sonia Garro o la crueldad de un régimen

Este trabajo de Iván García y Laritza Diversent se publicó el 2 de febrero de 2010 en el blog Desde La Habana, pero hoy, Día de los Derechos Humanos, he querido reproducirlo por la crueldad del régimen cubano contra Sonia Garro y su esposo Ramón Alejandro Muñoz. Desde el 18 marzo de 2012 se encuentran encarcelados y en cuatro ocasiones habían suspendido el juicio).

Por si no bastara con acusarlos de "atentado, desorden público y tentativa de asesinato", delitos que ellos no han cometido y para los cuales la Fiscalía pide 10 años de privación de libertad para Sonia y 14 años para Ramón, han tenido la desvergüenza de realizar un calumnioso y denigrante video, con supuestos vecinos que se han prestado para semejante vileza.

A continuación, una de las fotos que Iván y Laritza tiraron en casa de Sonia cuando el 19 de enero de 2010 fueron a hacer el reportaje. Los niños muestran los regalitos que ellos les compraron y llevaron. Por su parte, los pequeños les obsequiaron dibujos a Iván y Laritza y Sonia preparó una merienda para todos.



Al final, 6 de las 17 fotos que en noviembre de 2009 Sonia me enviara, de las actividades que ella y Ramón en 2008 realizaban en su casa con niños de su barrio, Los Quemados, Marianao, cuando entre los dos dirigían un centro cultural independiente que mucho molestaba al gobierno. Una iniciativa, por cierto, que seis años después les copiaron y bajo la batuta estatal, pusieron en marcha en la barriada de Cayo Hueso, Centro Habana.

Tania Quintero

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Todo empezó un mediodía sin sol, el 24 de febrero de 2007. “Hasta aquí”, dijo Sonia, una técnica en laboratorio, que cosiendo en el portal de su casa, en una máquina de los años 50, con frecuencia contemplaba accidentes de niños jugando sin la mirada atenta de sus padres. Y sus grandes ojos se llenaban de lágrimas cuando en las noches veía a niñas de 12 años, con el cuerpo escuálido, como el de su hija, prostituirse por baratijas.

Y se decidió. Ese día Sonia creó un proyecto comunitario independiente que ayudaría a los niños pobres de su barrio, sin importar la ideología de los padres.

Les presentamos a Sonia Garro Alfonso, 34 años, negra retinta algo pasada de peso, que vive en la Avenida 47 No. 11638 entre 116 y 118, en el populoso y humilde municipio de Marianao, al norte de la Ciudad de La Habana. Si alguien puede hablar de pobreza, prejuicios y tropiezos en la vida ésa es ella.

-En mi infancia, los momentos felices se pueden contar con los dedos de una mano. Soy la décima hija de una familia de doce hermanos, pobre a rabiar. Olvídense de juguetes el Día de Reyes. Siempre usé ropas gastadas de segunda mano que algún vecino por caridad le daba a mi madre. Iba a la escuela con mis zapatos viejos y rotos, pero con una voluntad inmensa, pensando siempre que estudiando y superándome podría cambiar mi suerte, nos cuenta Sonia en la estrecha sala, forrada de madera color mostaza, de su precaria vivienda de dos pisos.

Para desgracia de Sonia, su suerte no cambió en los inicios de su juventud. A pulmón y con evidentes tintes de racismo, durante los años en que estudió para hacerse técnica en laboratorio, subir la pendiente y dejar atrás la pobreza, atragantarse de pan para alejar el hambre y ser una persona solvente, era casi una misión imposible.

-Viví el racismo en carne propia. Recuerdo que un día quise hacer una reclamación en la escuela y la subdirectora, con odio, me dijo: ‘Ve a donde te dé la gana, quién le va ser caso a una negra?’. Cuando me gradué de técnica en laboratorio, con título de oro, hicieron un acto en el teatro Astral, en el centro de La Habana. El ministro de salud pública iba a entregar los diplomas a los más destacados, y se me acercó una persona del entorno del ministro y me comunicó que otra persona iba a recibir el titulo por mí, porque al tener la piel tan negra, no quedaría bien en la foto. ‘No te ofendas, no es por racismo, pero al ser tan prieta, vas a echar a perder la foto”, recuerda Sonia con su voz pausada.

Esa noche, que debía ser la más feliz de su vida, tuvo que tragar el buche amargo de que otra persona, de la raza blanca, recogiera su título. Fue tanta la humillación que se marchó del teatro. “Nunca he recogido ese título”, confiesa. Pero como dice el refrán, a perro flaco, todo lo que le cae son pulgas.

Luego, cuando laboraba en un policlínico de su barrio, en una reunión convocada de emergencia, fue expulsada del centro de salud por tener como esposo a un opositor político. “Una de dos, me dijeron, o te separas de él o te tienes que ir del policlínico”. Sonia se fue.

Si alguien ha empujado a esta mujer a disentir y tener criterios propios, es el propio gobierno, con su absurda manera de actuar. Hasta que para ella se hizo la luz. Después de estar horas sentada en su portal, viendo accidentes de niños, metidos dentro de contenedores de basura, jugando descalzos y riñendo entre ellos, Sonia supo que algo tenía que hacer.

Entonces con ayuda de su esposo, fundó el Centro Cultural Recreativo independiente, el 24 de febrero de 2007. En su casa, una veintena de niños en edades comprendidas entre los 7 y 15 años, todas las tardes, después de terminar su horario escolar, se reúnen en el portal y la sala de su modesto hogar.

-La primera regla que tengo, es no hablar nada de política. Organizo actividades de dibujo y de corte y costura. Mi esposo, Ramón Alejandro Muñoz, músico de profesión, se encarga de hacer coreografías de baile y les enseña a tocar instrumentos musicales. Cuando podemos, los fines de semanas, hacemos fiestas y repartimos libros infantiles y juguetes.

-Algunas organizaciones no gubernamentales extranjeras nos han ayudado con materiales y medicinas. También embajadas de países de la Unión Europea y personas que, a título individual, nos dan lo que pueden. Porque esto no es una labor de una sola persona, explica Sonia, mientras nos muestra numerosas fotos de actividades con payasos, donde el denominador común es la sonrisa de manantial en los rostros de esos menores.

Después de esa experiencia inicial, Garro decidió ir a por más. Abrió otro centro comunitario, en el barrio marginal El Palenque, en el propio municipio de Marianao. Si usted quiere saber como es El Palenque, mire fotos de una sórdida favela de Río de Janeiro o una ciudadela de Puerto Príncipe antes del terremoto. Es casi lo mismo. En ese lugar, Sonia y sus colaboradoras atienden entre 16 y 18 niños.

Lo que parece un acto sano de la sociedad civil, que más que problemas trae beneficios, ha desatado un huracán a pequeña escala por parte de los servicios de la Seguridad del Estado en Cuba. Acostumbrados durante 51 años a que cualquier buena idea parta siempre del buró de un jerarca del Partido Comunista, siempre levanta suspicacias y sospechas cuando una ciudadana, a título personal, crea un proyecto sin el sostén de papá Estado. Y Sonia Garro ha tenido que pagar un precio por su labor humanitaria.

-La respuesta del gobierno a mi labor social han sido tres actos de repudio y un par de golpizas. El último acto de repudio que intentaban darme no funcionó, pues nadie en la cuadra asistió para apoyarlo, tuvieron que macharse con las manos vacías, nos dice sin odio ni emoción.

La mayoría de los muchachos que asisten al proyecto viven infiernos chiquitos en sus hogares. Casi todos proceden de familias desestructuradas, donde el padre o está en la cárcel o sus hijos no lo conocen. Por lo bajo, vecinos revolucionarios, supuestamente integrados al sistema, felicitan al matrimonio Garro-Muñoz.

-Incluso, hay policías que nos felicitan y alientan por lo que hacemos, señala el esposo de Sonia.

Sonia Garro está lejos de ser una socióloga o especialista, dedicada a estudiar por qué precisamente en Cuba, paradigma de una infancia feliz, suceden casos como los de su barrio. Tampoco quiere emular con la Madre Teresa de Calcuta. Ni con Zilda Arns, la pediatra brasileña fallecida en Puerto Príncipe, a consecuencia del sismo en Haití, y que como herencia dejara miles de niños rescatados de la marginación y la pobreza.

La tarea de esta cubana es simple. Ver a los niños reír y que crezcan en un ambiente sano, sin violencia. Si en un futuro estos menores llegan a ser profesionales, educados con valores cívicos, y no pisan la cárcel, ella se da por satisfecha. No pide más. Y por eso no entiende por qué su labor despierta tanto resquemor entre las autoridades.

Por otras vías, Sonia Garro Alfonso supone que el Estado desee lo mismo. Pero el gobierno no piensa igual que ella. Todo lo contario.







Iván García y Laritza Diversent
Fotos: En las cuatro primeras, de las actividades recreativas que Sonia Garro y Ramón Alejandro hacían en lo que hasta su violenta detención el 18 de marzo de 2012, fuera el domicilio de la pareja, en Avenida 47 No. 11638 entre 116 y 118, Marianao. En la quinta y última foto aparecen los dos con algunos de los entonces integrantes del centro cultural independiente.

1 comentario:

  1. Gracias por la labor valiente y admirable que realizan . Desde ésta otra orilla del Atlántico no olvidamos aquella en la cual nacimos y que tristemente vemos día tras día involucionar en vez de crecer. Un abrazo para los verdaderos periodistas comprometidos , más allá del ego y la fanfarria. De corazón, una simple lectora conmovida , que conoció esos barrios y esa terrible realidad donde los hacedores de sombras apagan toda genuina Luz.

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