lunes, 24 de octubre de 2016

El declive del café en Cuba


El café, arbusto de las regiones tropicales, del género Coffea, al igual que el ganado, arribó a Cuba procedente de La Española. Lo trajo Don José Antonio Gelabert en 1748, quien fundó el primer cafetal en el Wajay, poblado en las afueras de La Habana.

En 1760 la oligarquía habanera se proyectaba hacia un nuevo objetivo: hacer de Cuba la primera productora mundial de azúcar y café. A ese propósito coadyuvaron las características del suelo cubano, apropiados para el cultivo del grano, suficiente tierra donde producirlo y la revolución de Haití en 1791, que hizo huir a miles de colonos franceses poseedores de conocimientos, que arribaron a Cuba y se establecieron en la región oriental del país, especialmente en zonas montañosas de Santiago de Cuba, Guantánamo y Baracoa, donde fomentaron grandes cafetales y hoy se produce más del 85 por ciento del café nacional.

Gracias a ese impulso, las plantaciones cafetaleras se extendieron, tal y como evidencian los siguientes datos: en 1803 había en la Isla unas 108.000 matas de café, y en 1807 pasaban de 1.110.000; las exportaciones aumentaron diez veces entre 1790 y 1805; y Cuba llegó a imponer los precios del café en muchas capitales europeas.

En 1827 el agro cubano contaba con 2.067 cafetales, y en 1830 ya Cuba era la primera exportadora mundial de café, lugar ocupado por Haití hasta el estallido revolucionario.

La alta producción cafetalera generó la costumbre de beber café varias veces al día, lo que devino signo de identidad en la vida cotidiana de los cubanos. Esa costumbre, devenida cultura, se manifestó en el aumento de la demanda a un ritmo tal que obligó a dedicar la producción nacional al consumo y recurrir a la importación para suplir el déficit del grano.

A partir de 1925, los gobiernos dictaron varias medidas proteccionistas que contribuyeron a modificar la relación entre producción e importación. En 1930 Cuba logró cubrir nuevamente la demanda interior y comenzar la exportación. Según fuentes del Ministerio de la Agricultura, en la década de 1940, Cuba era otra vez la principal exportadora de café del mundo.

Las medidas gubernamentales y los esfuerzos de los cafetaleros cubanos se manifestaron en el aumento de la producción. En 1946 la cifra fue de 573.713 quintales (26.390,7 toneladas); en 1951 llegó hasta 714.000 quintales (32.844 toneladas); y tuvo su apogeo en la cosecha cafetalera 1960-1961, cuando el país alcanzó las 60.000 toneladas. Cincuenta años después de ese resultado, la zafra de 2010-2011 descendió hasta 6.000 toneladas (diez veces menos).

El efecto de tan alta reducción fue tratado por el presidente del Consejo de Estado, general Raúl Castro, en la Asamblea Nacional del Poder Popular el 18 de diciembre de 2010: "En el próximo año no podemos darnos el lujo de gastar casi 50 millones de dólares en importaciones de café para mantener la cuota que hasta el presente se distribuye a los consumidores, incluyendo a los niños recién nacidos. Se prevé, por ser una necesidad ineludible, como hacíamos hasta el año 2005, mezclarlo con chícharo, mucho más barato que el café, que nos cuesta casi tres mil dólares la tonelada, mientras que aquel (el chícharo) tiene un precio de 390 dólares."

En la siguiente zafra, la de 2011-2012, sin tomar en cuenta todos los factores que intervinieron en el declive, las autoridades gubernamentales dictaron algunas medidas que lograron un crecimiento productivo.

Se produjeron 7.100 toneladas (1.100 toneladas por encima de la zafra precedente). Sin embargo, una de esas medidas consistió en extender el tiempo de la cosecha por encima de lo habitual, con el consiguiente perjuicio para la zafra siguiente. A pesar del costo pagado para lograr ese crecimiento, a ese ritmo, de forma sostenida, se requerirían 48 años para igualar las 60.000 toneladas de 1960-61.

Los hechos se encargaron de demostrar la insuficiencia de las medidas dictadas para un crecimiento sostenido. Por ejemplo, en el municipio Niceto Pérez, de Guantánamo, uno de los mayores productores del grano, la producción descendió en más de dos terceras partes.

Una vez más, en lugar de atacar las causas esenciales se acudió al inútil recurso del llamamiento ideológico. El 20 de septiembre de 2012, Orlando Lugo Fontes, entonces presidente de la Asociación Nacional de Pequeños Agricultores (ANAP), llamó a realizar una zafra cafetalera organizada. Pero el desinterés de los productores, el envejecimiento de las plantas y la prolongación del tiempo de cosecha se encargaron de hacer inútil la arenga del dirigente campesino. El resultado fue una nueva caída de la producción cafetalera.

Durante la cosecha 2013-2014 la producción descendió a 6.105 toneladas, una cantidad inferior a la del año anterior y diez veces menos que la de 1960-61. Fue una cifra insuficiente para cubrir la demanda nacional, lo que obligó, como había ocurrido en los primeros años del siglo XX, a comprar café en el mercado exterior para completar el consumo nacional; y como también había sucedido en 2010 y 2011, años en que hubo que importar 18.000 toneladas, con un costo de decenas de millones de dólares.

Para la cosecha 2014-15, dos de las provincias orientales del país pronosticaron que el resultado variaría muy poco respecto a la zafra precedente. Sin la voluntad necesaria para destrabar las relaciones económicas, el Estado ha tomado un conjunto de medidas para elevar la producción en la presente zafra 2015-16 hasta 15.000 toneladas, cifra que, de alcanzarse, todavía seguiría muy lejos de las 24.000 que necesita el país para consumir y exportar.

El control monopólico del Estado, los precios de acopio, las innumerables restricciones a que son sometidos los productores, las restricciones para comercializar una parte de la cosecha fuera del compromiso que le impone el Estado, las relaciones de propiedad de la tierra, la inexistencia de un modelo económico capaz de producir con eficiencia y el miedo del Estado a la formación de una clase media, están entre las principales causas del declive cafetalero en Cuba.

La más clara manifestación de ausencia de voluntad política para revertir el declive ha sido la respuesta negativa de la ANAP (sin consultar a los productores) al anuncio realizado por el Departamento de Estado de Estados Unidos, de permitir la importación de café cubano a ese país directamente por los productores.

Con esa voluntad característica del totalitarismo y eludiendo las verdaderas causas, el Gobierno cubano insiste, infructuosamente, en producir para el año 2020 unas 24.000 toneladas de café.

Dimas Castellanos
Diario de Cuba, 14 de junio de 2016.
Foto: Tomada de My Picadillo.

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